Editorial La Jornada
El
titular de la Comisión Nacional de los derechos Humanos (CNDH), Raúl
Plascencia Villanueva, presentó ayer un alarmante informe sobre la
crisis del sistema carcelario del país: según el documento, elaborado a
partir de visitas a más de cien prisiones y de entrevistas con un
número no determinado de internos, en 60 por ciento de los reclusorios
el control está parcial o totalmente en manos de los reos (
El panorama descrito en el documento de la CNDH refiere un fracaso
grave en cuando menos tres aspectos: el de la justicia, el
institucional y el policial y de seguridad. En el primero es claro que
la rehabilitación de los delincuentes, que ha sido el principio rector
del sistema penal mexicano, es letra muerta y que ni siquiera la lógica
punitiva resulta practicable, habida cuenta de que la mayor parte de
las cárceles no se encuentran bajo el imperio de la ley, sino bajo la
ley del más fuerte.autogobierno), y en menos de dos años medio millar de presos han escapado y han tenido lugar 75 riñas de diversa magnitud y gravedad. El informe concluye que los centros de reclusión no cumplen con el principio de readaptación social, que proliferan la corrupción, la drogadicción y la inseguridad, y que los recluidos se encuentran en graves condiciones de vulnerabilidad, explotación e indefensión.
Por otra parte, la pérdida de control de los penales por las autoridades –es decir, allí donde la autoridad tendría que tener el mando total– confirma la extensión y la profundidad de la descomposición institucional generada en el contexto de la
guerra contra la criminalidad organizadaque emprendió la actual administración desde sus inicios.
El gobierno federal ha buscado descargar la responsabilidad por las fugas, los motines y las riñas afirmando que tales fenómenos ocurren mayoritaria o totalmente en reclusorios a cargo de gobiernos estatales.
Tal argumento pone en evidencia la improvisación y la falta de coordinación con que se ha venido actuando a lo largo del sexenio, pues es claro que la ofensiva policiaco-militar lanzada por la administración calderonista habría requerido, como condición previa, de un pleno control de las cárceles y de una comunicación y cooperación fluida entre las tres instancias de gobierno.
En suma, el estudio presentado ayer por la CNDH arroja luz sobre el fracaso de la estrategia oficial aún en curso en materia de seguridad pública y combate a la delincuencia, y evidencia la necesidad de concebir y aplicar nuevos lineamientos y lógicas distintas en esas tareas irrenunciables del Estado. Desde luego, la política penitenciaria es uno de los aspectos que deben ser reformulados de raíz.
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