En
Brasil se forja día a día una nueva fuerza política formada por
campesinas, agricultoras, trabajadoras agrícolas, que se movilizan para
hacer visibles los puntos de vista de las mujeres del campo sobre la
gestión ambiental y las políticas de desarrollo sostenible
constituyéndose en nuevos sujetos políticos que confrontan al
agronegocio e impulsan nuevas políticas gubernamentales a favor de la
agricultura familiar.
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Teresa Sosa
Brasil reconoce formalmente la existencia de la agricultura familiar, con marco legal exclusivo para este modelo agropecuario. Además, hay dos carteras del gobierno federal para trabajar con este tema. ¿Qué es la agricultura familiar formalmente reconocida en Brasil? Es la agricultura en que la gestión del negocio y el trabajo directamente involucrado están a cargo de las familias. La renta familiar proviene fundamentalmente de las actividades vinculadas a la propiedad rural.
Es la agricultura familiar la que alimenta a la población brasileña. Viene de esas pequeñas propiedades el 70% de los productos que llegan a la mesa de las personas en Brasil.
La agricultura familiar produce el 87% de la yuca brasileña, el 70% del frijol, el 59% de la carne porcina, 58% de la leche, el 50% de la carne de aves, el 46% del maíz, el 34% del arroz y el 30% de la carne bovina. Este tipo de agricultura a su vez tiene gran importancia en la seguridad alimentaria y también en la soberanía alimentaria.
El agronegocio entre ellos, los derivados de la soya, carnes, azúcar y alcohol (etanol y azúcar), productos forestales (madera, pulpa, papel, caucho) la harina, café y cereales y los preparados, es un sector orientado a la exportación; concentró el 65,7% del total de exportaciones de productos agroindustriales de Brasil en 2011.
Entre los problemas sociales que genera el agronegocio en Brasil está la concentración de la tierra y consecuentemente la disminución de las áreas dedicadas a la agricultura familiar; la poca diversidad de la producción, regiones enteras con solo una especie – como los monocultivos de eucaliptus, caña de azúcar y soja; y el uso de tecnologías como la de los agrotóxicos, transgénicos que constituyen un riesgo para la salud y el ambiente.
La movilización tenía el objetivo de denunciar las consecuencias sociales y ambientales del avance del “desierto verde” creado por el monocultivo de eucaliptos y otras especies forestales, y la expulsión violenta de indígenas y campesinos de tierras solicitadas por la empresa Aracruz ocurrida en el inicio de aquel año en el estado de Espíritu Santo. En palabras de las agricultoras: “Donde el desierto verde avanza la biodiversidad es destruida, los suelos se deterioran, los ríos se secan, sin contar con la enorme contaminación generada por las fabricas de celulosa que contaminan el aire y las aguas y amenazan la salud humana”.
La acción tuvo lugar simultáneamente a la realización, en Porto Alegre, de la Conferencia Internacional sobre Reforma Agraria y Desarrollo Rural patrocinada por la FAO, que reunió delegaciones de centenares de países para discutir políticas para el campo.
La acción fue definida por las agricultoras como una manifestación contra el agronegocio y en defensa de otro proyecto de agricultura campesina, que respete la naturaleza, produzca alimentos para el auto sustento, conserve la biodiversidad y promueva la soberanía alimentaria. Como resultado de esa ocupación, muchas lideresas fueron procesadas judicialmente y se decretó prisión para ellas, junto con algunos líderes (hombres) de la organización Vía Campesina, en una tentativa de criminalizar aquel movimiento social.
Hubo protestas en el país ampliadas por los medios de comunicación, contra esa manifestación promovida por las mujeres campesinas que fue considerada violenta porque estaría atentando contra la propiedad privada, el avance de la ciencia y el derecho “legitimo” de una empresa de utilizar los recursos ambientales en la obtención privada de lucro.
Como el día escogido fue el Día Internacional de la Mujer, también se dijo a través de algunos medios de comunicación que el acto no era una actitud congruente con las luchas históricas de las mujeres, pues lo que ellas cuestionaban no era específicamente un “asunto de mujeres”, sino una propuesta de desarrollo rural
Pero, sea disputando espacios con los hombres dentro de las organizaciones, sea organizándose de forma autónoma en movimientos propios, las mujeres agricultoras de Brasil se han construido como líderesas sociales y políticas en ese país. Dejando evidencias palpables de que como mujeres iniciaron la conversión de la propiedad hacia sistemas sustentables, por estar más involucradas con propuestas que tratan de la salud y la alimentación de las familias.
“La mayor importancia de este plan es su carácter social, pues apunta a una mayor inclusión productiva” de un sector que representa el 70% de los alimentos que se consumen en el país, destacó la jefa de Estado durante una ceremonia celebrada en el Palacio presidencial de Planalto.
Según el plan, el monto de créditos para los pequeños campesinos/as será este año un 12% mayor que el dedicado a ese sector en el 2011, con intereses que variarán entre 0.2% y 4.5% en función de la renta y capacidad de pago de cada agricultor/a.
Asimismo, será fortalecido el llamado Plan de Adquisiciones del Gobierno, mediante el cual este se abastece en la agricultura familiar de los alimentos que distribuye en forma gratuita en las escuelas, guarderías y a través de diversos programas sociales. Se espera que la producción familiar se destine además a hospitales públicos, restaurantes universitarios, cárceles y cuarteles.
“Esto es importante no sólo para el productor sino también para los organismos públicos, que van a comprar productos de calidad, frescos, saludables y sin intermediarios”, destacó Rousseff.
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Teresa Sosa
Brasil reconoce formalmente la existencia de la agricultura familiar, con marco legal exclusivo para este modelo agropecuario. Además, hay dos carteras del gobierno federal para trabajar con este tema. ¿Qué es la agricultura familiar formalmente reconocida en Brasil? Es la agricultura en que la gestión del negocio y el trabajo directamente involucrado están a cargo de las familias. La renta familiar proviene fundamentalmente de las actividades vinculadas a la propiedad rural.
Es la agricultura familiar la que alimenta a la población brasileña. Viene de esas pequeñas propiedades el 70% de los productos que llegan a la mesa de las personas en Brasil.
La agricultura familiar produce el 87% de la yuca brasileña, el 70% del frijol, el 59% de la carne porcina, 58% de la leche, el 50% de la carne de aves, el 46% del maíz, el 34% del arroz y el 30% de la carne bovina. Este tipo de agricultura a su vez tiene gran importancia en la seguridad alimentaria y también en la soberanía alimentaria.
El agronegocio entre ellos, los derivados de la soya, carnes, azúcar y alcohol (etanol y azúcar), productos forestales (madera, pulpa, papel, caucho) la harina, café y cereales y los preparados, es un sector orientado a la exportación; concentró el 65,7% del total de exportaciones de productos agroindustriales de Brasil en 2011.
Entre los problemas sociales que genera el agronegocio en Brasil está la concentración de la tierra y consecuentemente la disminución de las áreas dedicadas a la agricultura familiar; la poca diversidad de la producción, regiones enteras con solo una especie – como los monocultivos de eucaliptus, caña de azúcar y soja; y el uso de tecnologías como la de los agrotóxicos, transgénicos que constituyen un riesgo para la salud y el ambiente.
Movilización de las agricultoras
En consecuencia, una poderosa acción directa, histórica, se llevó a cabo el 8 de marzo del 2006, en Barra de Ribeiro, Rio Grande del Sur. Cerca de dos mil mujeres agricultoras organizadas por el Movimiento de Mujeres Campesinas (MMC) y por otros movimientos vinculados a la organización internacional Vía Campesina destruyó laboratorios de producción de mudas de eucaliptos de la empresa transnacional de origen noruego “Aracruz Celulose”.La movilización tenía el objetivo de denunciar las consecuencias sociales y ambientales del avance del “desierto verde” creado por el monocultivo de eucaliptos y otras especies forestales, y la expulsión violenta de indígenas y campesinos de tierras solicitadas por la empresa Aracruz ocurrida en el inicio de aquel año en el estado de Espíritu Santo. En palabras de las agricultoras: “Donde el desierto verde avanza la biodiversidad es destruida, los suelos se deterioran, los ríos se secan, sin contar con la enorme contaminación generada por las fabricas de celulosa que contaminan el aire y las aguas y amenazan la salud humana”.
La acción tuvo lugar simultáneamente a la realización, en Porto Alegre, de la Conferencia Internacional sobre Reforma Agraria y Desarrollo Rural patrocinada por la FAO, que reunió delegaciones de centenares de países para discutir políticas para el campo.
La acción fue definida por las agricultoras como una manifestación contra el agronegocio y en defensa de otro proyecto de agricultura campesina, que respete la naturaleza, produzca alimentos para el auto sustento, conserve la biodiversidad y promueva la soberanía alimentaria. Como resultado de esa ocupación, muchas lideresas fueron procesadas judicialmente y se decretó prisión para ellas, junto con algunos líderes (hombres) de la organización Vía Campesina, en una tentativa de criminalizar aquel movimiento social.
Hubo protestas en el país ampliadas por los medios de comunicación, contra esa manifestación promovida por las mujeres campesinas que fue considerada violenta porque estaría atentando contra la propiedad privada, el avance de la ciencia y el derecho “legitimo” de una empresa de utilizar los recursos ambientales en la obtención privada de lucro.
Como el día escogido fue el Día Internacional de la Mujer, también se dijo a través de algunos medios de comunicación que el acto no era una actitud congruente con las luchas históricas de las mujeres, pues lo que ellas cuestionaban no era específicamente un “asunto de mujeres”, sino una propuesta de desarrollo rural
Pero, sea disputando espacios con los hombres dentro de las organizaciones, sea organizándose de forma autónoma en movimientos propios, las mujeres agricultoras de Brasil se han construido como líderesas sociales y políticas en ese país. Dejando evidencias palpables de que como mujeres iniciaron la conversión de la propiedad hacia sistemas sustentables, por estar más involucradas con propuestas que tratan de la salud y la alimentación de las familias.
Apoyo gubernamental
La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, anunció el 9 de julio de este año nuevas medidas de apoyo a la agricultura familiar, sector al que el Gobierno se propone destinar créditos unos US$9 mil millones hasta el 2014.“La mayor importancia de este plan es su carácter social, pues apunta a una mayor inclusión productiva” de un sector que representa el 70% de los alimentos que se consumen en el país, destacó la jefa de Estado durante una ceremonia celebrada en el Palacio presidencial de Planalto.
Según el plan, el monto de créditos para los pequeños campesinos/as será este año un 12% mayor que el dedicado a ese sector en el 2011, con intereses que variarán entre 0.2% y 4.5% en función de la renta y capacidad de pago de cada agricultor/a.
Asimismo, será fortalecido el llamado Plan de Adquisiciones del Gobierno, mediante el cual este se abastece en la agricultura familiar de los alimentos que distribuye en forma gratuita en las escuelas, guarderías y a través de diversos programas sociales. Se espera que la producción familiar se destine además a hospitales públicos, restaurantes universitarios, cárceles y cuarteles.
“Esto es importante no sólo para el productor sino también para los organismos públicos, que van a comprar productos de calidad, frescos, saludables y sin intermediarios”, destacó Rousseff.
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