Manuel Bartlett
Peña Nieto con su iniciativa energética, se somete a EU eliminando los principios constitucionales que impiden a las transnacionales su acceso a la explotación del petróleo mexicano. La esencia de la iniciativa es esa apertura, presión permanente de nuestros vecinos.
En su visita a los jefes de Estado del G8 prometió “los cambios constitucionales necesarios para darles a los inversionistas privados certidumbre”, según el Financial Times Exxon Mobil y Shell están listos para intervenir si el Congreso aprueba la reforma, Pemex es la séptima productora del mundo, reconocen, pero los elevados impuestos le impiden invertir (17 de junio).
Por otro lado, el Senado norteamericano en un informe oficial afirma haber sostenido pláticas con Peña sobre la reforma que les permitiría entrar a México a impulsar la producción decaída, para asegurarse la exportación de un millón y medio de barriles diarios, comprometidos subrepticiamente, para sus refinerías ociosas del Golfo de México (diciembre 2012). Ante el anuncio de la iniciativa energética, la reacción norteamericana es interesante: “las empresas petroleras dieron la bienvenida a la apertura de México al sector energético extranjero, después de 75 años. Resaltan que las reservas de petróleo no convencional en México y la carencia de recursos y tecnología para explotarlo es para sus petroleras, oportunidad. Manifiestan preocupación por los términos de la reforma que habla de contratos de ganancias compartidas, las compañías prefieren contratos que les confieran la propiedad del petróleo en el subsuelo, sin embargo afirman que el potencial de las reservas en aguas profundas y en rocas lutitas, vale la pena y esperan finalmente que esos contratos garanticen la propiedad, porque el gobierno mexicano ha gestionado ante la Securities and Exchange Comission, durante los últimos ocho meses para lograr que los inversionistas puedan acreditar con esos contratos la propiedad. De paso, recomiendan a Peña cuidarse de la opinión pública desconfiada ante la apertura, para que no sientan que se están regalando las joyas de la corona (Financial Times, agosto 13).
La iniciativa de Peña es falaz. El supuesto pragmatismo se convierte en manipulación ideológica de las reformas de Lázaro Cárdenas, presentándolo abierto a la iniciativa privada en la explotación del petróleo, al extremo de afirmar que su iniciativa desnacionalizadora es la “recuperación del diseño original cardenista”, el nombre de Cárdenas aparece dieciocho veces en el texto. Además, el propósito determinante de Peña, abrir a las trasnacionales toda la industria petrolera, se diluye, sólo es inversión privada, la palabra extranjera aparece sólo una vez, atiende así la recomendación de no mencionar el tema que los mexicanos rechazan.
Otra maniobra peñista, es proponer reformar la Constitución eliminando los conceptos que establecen la exclusividad del Estado en petróleo y petroquímica básica, con el grotesco engaño de suprimir las concesiones, no los contratos, porque “confieren derechos a los particulares sobre el petróleo” “y al suprimirse se cancela la posibilidad de cualquier derecho sobre el petróleo”, pero como sabemos, hace ocho meses el Gobierno gestiona que los “contratos de ganancias compartidas” que proponen, confieran iguales derechos como si fueran concesiones. Perversión.
El adulterado cardenismo de Peña persigue confundir a quienes profesan el nacionalismo que él encarna y se oponen a la entrega; el ocultamiento de los compromisos con las transnacionales extranjeras obedece a que las encuestas lo rechazan y al presentar una reforma constitucional con indefiniciones, buscan contar con la discrecionalidad en las leyes secundarias para la operación futura. Deshonestidad.
La irrupción de las petroleras no es un asunto técnico ni financiero, es político, es asumir una falsa incapacidad actual y futura, es sumisión a la hegemonía que representan y despliegan, peligro que debemos conjurar Sería una derrota nacional.
@manuelbartlett
Senador de la república
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