Escrito por Jenaro Villamil
Seguramente asesorados por sus
mercadólogos de Televisa y del Palacio de Hierro, el gobierno de
Enrique Peña Nieto decidió “vender” su iniciativa de reforma energética
escudándose en la principal figura histórica de la expropiación
petrolera: el general Lázaro Cárdenas.
Como aquí mismo pronosticamos,
se trataba no sólo de “expropiar” la figura del constructor del Estado
nacionalista –ese mismo que tanto escozor le ha causado a los egresados
de Harvard, Yale y los institutos mexicanos promotores del libre
mercado- sino de convertirlo prácticamente en el aval de la
privatización del régimen petrolero en México.
La
maniobra resulta grotesca, en tanto es mayor la insistencia. Enrique
Peña Nieto, enfundado en vendedor de ilusiones, insistió que la reforma
que propone a los artículos 27 y 28 constitucionales, así como la
incorporación de la figura de los “contratos de utilidad compartida”
recupera el “texto original” de la ley secundaria al 27 que promulgó el
general Lázaro Cárdenas en 1940, poco antes de terminar su sexenio y
tras dos años de intensa batalla con las 17 compañías petroleras que
fueron expropiadas en marzo de 1938.
La utilización de la figura del general
Cárdenas coloca el debate no sólo en términos de viabilidad económica,
de constitucionalidad sino de manipulación mediática e histórica.
El propio ingeniero Cuauhtémoc
Cárdenas, quizá el más autorizado para avalar las palabras de su propio
padre, advirtió en una carta publicada en La Jornada, el jueves
8 de agosto, que la posición del general frente a los contratos de
riesgo en la industria petrolera quedó muy clara cuando apoyó la
prohibición de los mismos en 1960, cuando Jesús Reyes Heroles, el
grande, fue director de Pemex.
Sin embargo, los peñistas prefirieron
dar el salto mortal para utilizar a la figura del fundador del Partido
de la Revolución Mexicana (PRM), para avalar una reforma que ni
siquiera ha contado con el apoyo de sus principales promotores: las
grandes compañías petroleras internacionales.
El mismo The Wall Street Journal, termómetro
mediático de la British Petroleum, Chevron Corp, Exxon-Mobil, y Royal
Dutch, lo editorializó así en su nota de este 13 de agosto:
El proyecto de reforma, que parece estar bien posicionado para recibir la aprobación del Congreso, podría provocar una tormenta entre algunos políticos nacionalistas, representa un punto de inflexión para un país que fue el primer gran productor en nacionalizar su industria petrolera en 1938, una decisión que en las décadas siguientes imitaron otras naciones en desarrollo.
Obviamente, este punto de inflexión
pretende “vender” la percepción que es una continuidad del proyecto de
Lázaro Cárdenas. Basta releer el discurso original del general, del 18
de marzo de 1938, para entender que el presidente de origen michoacano
no tenía nada qué ver con los Golden Boy de Peña Nieto.
El discurso de Cárdenas es una de las
grandes piezas de explicación jurídica, histórica, social y política
para anunciar el decreto de Ley Expropiatoria a las 17 compañías
petroleras extranjeras. No es un discurso ideológico sino programático.
No descalifica, sino describe la situación. Hace un recuento
pormenorizado del conflicto que detonó en 1934, a raíz de la huelga de
trabajadores de la compañía El Aguila S.A., de la mediación que ejerció
su gobierno entre 1935 y 1937 para evitar la expropiación. Cárdenas
aclara que las compañías petroleras no quisieron pagar 26 millones 332
mil 756 pesos por prestaciones a sus trabajadores. “Fue imposible el
arreglo”, sentenció.
En la parte final y más importante del
discurso de expropiación petrolera, el general Cárdenas hace un
contraste claro entre la codicia de las compañías extranjeras y su
mezquindad para invertir siquiera en un hospital, en una escuela, en un
centro social en las comunidades o “en una planta de luz, aunque fuera
a base de los muchos millones de metros cúbicos del gas que
desperdician las explotaciones”. Justo lo contrario de lo que el
secretario de Hacienda, Luis Videgaray, quiere vendernos como tabla de
salvación: que la iniciativa privada va a “salvar” a Pemex de la
quiebra y al país del atraso petrolero.
“Las compañías petroleras han gozado
durante muchos años, los más de su existencia, de grandes privilegios
para su desarrollo y expansión”, advirtió Cárdenas. “Unidos a la
prodigiosa potencialidad de los mantos petrolíferos que la nación les
concesionó, muchas veces contra su voluntad y contra el derecho
público”, reflexionó.
“Riqueza potencial de la nación;
trabajo nativo pagado con exiguos salarios; exención de impuestos;
privilegios económicos y tolerancia gubernamental, son los factores del
auge de la industria del petróleo en México”, describió el general
Cárdenas.
Y se preguntó para analizar si tal riqueza le ha compensado a la nación:
“¿En cuántos de los pueblos cercanos a
las explotaciones petroleras hay un hospital; una escuela o un centro
social; o una planta de luz, aunque fuera a base de los muchos millones
de metros cúbicos del gas que desperdician de las explotaciones?
“¿En cuál centro de actividad
petrolífera, en cambio, no existe una policía privada, y algunas veces
ilegales? Hay muchas historias de atropellos, de abusos y de asesinatos…
“Han tenido dinero para armas y
municiones para la rebelión”, recordó el general. Y citó los casos de
las rebeliones en la Huasteca veracruzana y en el Itsmo que alentaron
las compañías petroleras entre 1917 y 1920.
“Han tenido dinero para la prensa
antipatriótica que las defiende. Dinero para enriquecer a sus
incondicionales defensores”, sentenció.
El general Cárdenas tenía muy claro
quiénes eran las compañías petroleras privadas internacionales y
nacionales. No eran hermanas de la caridad y mucho menos de quienes
podía depender la soberanía energética de México.
Eso sí lo tuvo siempre muy claro. Pero eso no conviene mencionarlo en el spot de Peña Nieto sobre su proyecto petrolero.
Compartimos los spots de la Presidencia de la República para promover la Reforma Energética.
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