Alberto Aziz Nassif
Así tituló Umberto Eco un libro sobre el análisis de la cultura de masas que se publicó en 1965. Me parece que el debate que se empieza a dar sobre la reforma energética puede tener esta dupla como una metáfora de lo que se juega. No voy a calificar las posiciones con estos términos, porque cualquiera de los actores de la disputa por el proyecto petrolero puede asumirse en una de las dos categorías y luego moverse a la otra, así que dejo al lector que haga su propia calificación. El petróleo se ha convertido en un objeto de disputa que llevará a México a una intensa batalla política en los próximos días.
Se puede hacer un ordenamiento inicial de lo que se juega en esta disputa. En primer lugar, estamos ante dos proyectos de país, dos visiones de lo que debe ser el desarrollo y, por supuesto, de las estrategias y medios para lograrlos. Una parte del debate se puede entender en blanco y negro: de un lado queda la visión de que México necesita cambiar el pacto de la Constitución en donde se le da al Estado la exclusividad de las áreas estratégicas, Artículo 25; el dominio directo del petróleo, Artículo 27, y la definición de las áreas estratégicas como el petróleo, los hidrocarburos y la petroquímica básica, Artículo 28. Del otro lado queda la posición de no abrir a la inversión privada y extranjera y, por supuesto, no modificar estos artículos de la Constitución. Son los dos extremos: la derecha quiere abrir y hacer reforma constitucional, pero las izquierdas se oponen, tanto Cárdenas y el PRD, como AMLO y Morena. El PAN pide cambiar los tres artículos y la iniciativa de Peña Nieto propone cambios al 27 y 28. Para unos el petróleo necesita inversión privada y se trata de un tema de mercado y competencia; para los otros se trata de proteger un bien que pertenece a la nación, que no debe regresar a manos privadas. Son posiciones irreductibles y resultará difícil una solución de consenso.
En segundo lugar, está el problema de la conexión entre la renta petrolera y la contribución que hace Pemex para aportar alrededor de 40% del gasto público y una tasa fiscal más elevada, que impide a la empresa capitalizarse y renovarse. Este problema está vinculado a la necesidad de hacer una reforma fiscal que pueda cambiar la renta petrolera por una recaudación mucho mayor a la que tiene el país que ronda el 11% y se tendría que doblar. Se trata de dos reformas que necesitan ir en paralelo. En este punto puede haber coincidencias entre los diferentes proyectos que hablan de la autonomía financiera para Pemex; pero, al mismo tiempo, hay diferencias sobre darle o no a la empresa un perfil corporativo.
En tercer lugar, existe una visión de que el debate de fondo sobre la reforma energética es básicamente de carácter político, por la vinculación que ha tenido el régimen con el petróleo. Lo que urge hacer, casi de forma independiente al proyecto legislativo que logre salir adelante, es combatir a fondo la corrupción y cortar todas las fugas y saqueos para hacer de Pemex una empresa eficiente que sea manejada con honestidad. Sin ello, cualquiera que sea el resultado de la reforma reproducirá los mismos vicios.
La iniciativa de Peña Nieto la han envuelto en una iniciativa de Lázaro Cárdenas, pero este bastión pertenece al proyecto de las izquierdas que no quiere cambiar la Constitución. Sin duda, la reforma abre un debate ideológico para legitimar los cambios, por eso quizá será entre apocalípticos e integrados…
Investigador del CIESAS
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