El presidente Peña Nieto ha cosechado muchos y muy alentadores titulares de la prensa internacional por haber emprendido reformas estructurales en materia de competencia económica, educativa, financiera, energética y de telecomunicaciones, pero hay un tipo de reforma que sigue siendo indispensable aunque nadie hable de ella: la reforma para que el gobierno funcione mejor.
Las reformas impulsadas por Peña Nieto se han dirigido casi sin excepción al sector privado y a las cuestiones económicas. Hace falta que ahora el Presidente voltee a ver cómo está funcionando el gobierno y arregle todo aquello que hoy simplemente ya no sirve. Las preguntas que hay que hacerse están a la vista de todos.
A partir de la reforma energética tendremos más jugadores en la cancha. Ya no estarán solamente Pemex y CFE, pero de todas formas esas dos empresas de titularidad pública seguirán existiendo. ¿Cómo vamos a lograr que trabajen mejor y tengan un desempeño más transparente? Lo mismo cabe preguntarse respecto a otros órganos de gobierno.
¿Qué pasos necesitamos dar para que los ciudadanos que son víctimas de un delito reciban una mejor atención por parte del Ministerio Público? ¿cómo modernizamos al IMSS y al ISSSTE para que presten atención médica de calidad? ¿qué cambios necesitamos hacer en la SEP para que nuestros jóvenes salgan mejor preparados y sus escuelas tengan la infraestructura necesaria para que aprendan lo que deben aprender? ¿qué hace falta para que la Secretaría del Trabajo mejore la eficiencia en la inspección a los lugares de trabajo?
No ha habido y no hay en la actualidad un debate público alrededor de ninguno de esos temas, pese a que son igual o más relevantes que las reformas estructurales. Tener un buen gobierno es indispensable para que podamos caminar sin miedo con nuestras familias, para que funcionen los tribunales que imparten justicia, para que nos atienden con prontitud cuando marquemos al teléfono de emergencias, para que las calles no estén llenas de baches cada vez que llueve y así por el estilo.
Los servidores públicos en China deben tomar al menos 130 horas al año de capacitación. ¿Cuántas horas toman nuestros diligentes burócratas mexicanos? Nadie duda de que dicha capacitación es indispensable, pero nadie hace nada para que se imparta y para que los resultados redunden en una mejor calidad del gobierno y no solamente en un protocolario proceso para obtener un diplomita.
La presión para mejorar el gobierno viene de una doble fuente: la competencia del exterior y las crecientes demandas del interior. Respecto a lo primero, México debe competir con otros países para atraer inversión extranjera y para exportar bienes y productos de calidad; ambas cosas dependen en parte de tener servidores públicos que hagan bien su trabajo (por ejemplo en la complicada tarea de administrar las aduanas, por poner el caso más evidente). Las demandas al interior del país van a provenir de una población cada vez más educada y que tiene enormes necesidades; conforme la población vaya envejeciendo se incrementará la urgencia de tener servicios médicos de mayor calidad y asequibles para todos.
Si Peña Nieto de verdad quiere “mover a México” debería agregar a su agenda de reformas la transformación del gobierno, para hacer que nuestro sector público sea más eficiente y productivo. Y debería hacerlo lo más pronto posible, mientras todavía le queda tiempo antes de que todos empiecen a pensar en la persona que lo va a suceder en el cargo.
Investigador del IIJ de la UNAM
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