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Carlos Bonfil
Una invitación a descubrir a Giambattista Basile, fascinante escritor renacentista italiano, autor de El cuento de los cuentos (1632), conocido después como El pentamerón (1674),
e inspirador a la postre, con su gusto por la escatología, lo grotesco y
lo fantástico, de los cuentos de hadas de los hermanos Grimm y de los
de Charles Perrault, naturalmente en su versión anterior a Walt Disney.
El libro, disponible parcialmente en la red, está formado por 50
historias, narradas a lo largo de cinco noches, a la manera de los
salaces cuentos populares de Giovanni Boccaccio (El decamerón) o de Geoffrey Chaucer (Los cuentos de Canterbury). Del mismo modo en que Pier Paolo Pasolini reconstituyera el espíritu de esas narraciones en su Trilogía de la vida, añadiendo, con fortuna, su adaptación de Las mil y una noches, el realizador italiano Matteo Garrone (El embalsamador, 2001; Gomorra, 2008) se libra ahora a una azarosa adaptación (muy libre, advierte con precaución) del irreverente recuento napolitano.
El cuento de los cuentos (Il racconto dei racconti,
2015) evoca, en su versión fílmica, tres reinos imaginarios. En uno de
ellos languidece una reina estéril (Salma Hayek, domesticada), a quien
se le promete recobrar la fertilidad comiendo el corazón de un monstruo
marino; en otro reino, un rey de priapismo incontenible (Vincent Cassel)
busca seducir a una doncella que jamás ha visto, y que imagina hermosa,
sólo para descubrir en su lecho, protegida por la oscuridad, a una
decrépita anciana con carnes restiradas y cubierta toda de afeites; en
el último de los reinos, un rey (Tobey Jones) llora la doble pérdida de
su hija (Bebe Cave, formidable), entregada en matrimonio a un ogro, y
también la de su mascota favorita, una pulga de talla gigantesca.
En la gran producción multinacional que acomete Garrone, en las
antípodas de todo lo realizado por él hasta la fecha, se sacrifica,
lamentablemente, la lengua original del escritor renacentista, y se
adoptan el idioma inglés y las rutinas del más vistoso entretenimiento
hollywoodense. Los monstruos animatronic simulan inofensivas mascotas
desmesuradas salidas del mundo de La historia interminable
(Wolfgang Petersen, 1984), cuando lo que el texto original de
Giambattista Basile exigía, para recrear con precisión sus atmósferas
enrarecidas, era algo del barroquismo delirante del ruso Alexei German (Qué duro es ser un dios, 2013) o por lo menos la sugerencia de esa insalubridad rampante en El perfume (Tom
Tykwer, 2006), según la novela de Patrick Suskind. ¿Qué sucede en
cambio? En lugar de emular el espíritu anárquico y pantagruélico de un
Rabelais, algo muy en tono con las incontables referencias escatológicas
en el texto del renacentista Basile, el hoy globalizado Garrone ha
preferido dosificar cautelosamente la procacidad sexual y el deliberado
mal gusto del relato original para una mayor aceptación en festivales y
taquillas.
Aunque en términos de originalidad expresiva ese cálculo es
desafortunado, el realizador cuenta para elevar su película por encima
de la propuesta comercial de temporada, con el gran talento de Peter
Suzkitschy (cinefotógrafo favorito de David Cronenberg) y con la atinada
partitura musical de Alexander Desplat. Si a esto se añaden actuaciones
tan sobresalientes como las de John C. Rilley o los mencionads Tobey
Jones y Bebe Cabe, o el meticuloso diseño de arte y las perturbadoras
metamorfosis físicas de brujas y doncellas, o la sugerente ambientación
en regiones toscanas y sicilianas vueltas territorios atemporales y
fantasiosos, el resultado es visualmente muy atractivo. Reténgase como
un ocasional y logrado atrevimiento de desmesura, la primitiva operación
plástica que rediseña el rostro de una anciana o disimula la flacidez
de su cuerpo improvisando pliegues carnales que levantan senos y
esconden adiposidades. O el episodio del cautiverio de la princesa en la
caverna de un ogro homicida, con sus peripecias rocambolescas y su
inversión del mito de la bella y la bestia. Reivindicar la obra, poco
difundida, de Giambattista Basile es, en sí, un mérito estimable. Queda
para el espectador la curiosidad y el reto de profundizar aún más en el
hallazgo. ¿No es ése acaso el mejor cometido de una buena película?
El cuento de los cuentos forma parte del breve ciclo Olas desde Los
Cabos y se exhibe únicamente hoy en la sala 7 de la Cineteca Nacional, a
las 21 horas.
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