Este es un artículo de opinión de Phumzile Mlambo-Ngcuka, secretaria general adjunta de las Naciones Unidas y directora ejecutiva de ONU Mujeres
Víctimas y deudos de mujeres víctimas de feminicidio reclaman acciones a Estados y sociedades latinoamericanas. Crédito: Juan Monseinco/IPS |
Más allá de los costos personales inaceptables, se revelan profundos y
perjudiciales fallos de la sociedad que últimamente tienen un alto
costo en la pérdida de progreso en cada país.
Unimos nuestras voces a todos aquellos que dicen “Ni una menos” y
llamamos a acciones urgentes en todos los niveles, desde los gobiernos
hasta las personas que impulsan cambios, para prevenir que no haya ni un
solo asesinato más. La violencia contra las mujeres y las niñas debe
parar.
Primero de todo, el reciente caso de femicidio de una adolescente en
Argentina y el asesinato de una niña de 9 años en Chile no deben quedar
sin castigo. Globalmente, la impunidad es un elemento clave en la
perpetuación de la violencia y la discriminación contra las mujeres. Si
los hombres pueden tratar a las mujeres tan mal como quieran con pocas o
ninguna consecuencia, ello niega todos los esfuerzos para construir un
mundo que sea seguro para las mujeres y las niñas y en el que ellas
puedan florecer.
Globalmente, unas 60.000 mujeres y niñas son asesinadas cada año, con
frecuencia como una escalada de violencia doméstica. Estudios
nacionales en Sudáfrica y Brasil estiman que cada seis horas una mujer
es asesinada por su compañero íntimo. El hogar no es un refugio y es
arriesgado para las mujeres denunciar a sus agresores. Salir al exterior
también comporta peligros. Estudios recientes en Brasil indican que el
85 por ciento de las mujeres tienen miedo a salir a la calle. En Port
Moresby, Papúa Nueva Guinea, en torno al 90 por ciento de mujeres y
niñas han experimentado alguna forma de violencia sexual cuando acceden
al transporte público.
Como comunidad internacional hemos articulado fuertemente su espacio
propio para una población pujante de mujeres y niñas, y las múltiples
formas en que esto es mejor para todos. Desde la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible adoptada en septiembre de 2015 hasta la Nueva Agenda Urbana adoptada
esta semana, está claro que debemos acabar con la violencia y prevenir
su repetición. Ello requiere de leyes y políticas públicas, ciudades
seguras, transporte público, mejores servicios y el compromiso de
hombres y niños en la construcción de una cultura que acabe con todas
las formas de discriminación contra las mujeres y niñas y que lleve al
fin del femicidio.
El cambio debe suceder a muchos niveles, tanto en las estructuras
culturales como físicas de nuestras sociedades. Trabajamos de cerca con
la sociedad civil y el movimiento feminista, que han sido actores clave
en la denuncia de la violencia, impulsando el cambio de políticas y
proponiendo soluciones. Para recoger más información y apoyar el fin de
la impunidad, junto a la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH), hemos desarrollado un modelo
de protocolo que permite investigar este tipo de crímenes adecuadamente
para acabar con la impunidad, además de identificar las brechas en la
cadena de investigación para lograr prevenir los femicidios. Vamos a
usarlo inicialmente para la investigación del femicidio en América
Latina, donde el número de países con altas tasas de femicidio está
creciendo. Estamos alineadas con la Relatora Especial de Naciones Unidas
para la Violencia contra las Mujeres, sus causas y sus consecuencias,
que ha llamado al establecimiento de un observatorio global de femicidio
con un panel interdisciplinario de expertos para recolectar y analizar
datos sobre femicidios.
Existen algunos progresos alentadores: en América Latina, 16 países
—casi la mitad de los países en la región— han adoptado legislación para
asegurar que el femicidio es adecuadamente investigado y castigado.
Esto debe ser una tendencia global. No es la responsabilidad de un
solo sector, pero sí un esfuerzo colectivo y coordinado. Llamamos a que
los gobiernos reconozcan la magnitud y las implicaciones de la violencia
contra las mujeres y las niñas, y se comprometan a recoger datos con
los cuales cuantificarla y no sólo a proveer servicios para las
sobrevivientes y víctimas, sino a incrementar sustantivamente una fuerte
acción judicial para lograr el cierre de casos y las respectivas
condenas; además de esfuerzos constructivos y creativos para prevenir y
castigar todos los crímenes violentos contra las mujeres y las niñas.
A nivel mundial, el año pasado suscribimos el objetivo de igualdad de género y eliminación de todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas.
Lograr esto no es solo el fin de una terrible violación de los derechos
humanos, es la clave para la construcción de un mundo mejor y más
equitativo —un planeta 50–50.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario