2/17/2019

AMLO, las consultas y las mariposas



La Organización Internacional del Trabajo (OIT) establece que los gobiernos están obligados a consultar a los pueblos indígenas sobre toda medida que pudiera afectarlos. Esa consulta –dice el Convenio 169 de 1989 firmado también por México– debe realizarse previamente, por medio de las instituciones de los habitantes e informándolos ampliamente sobre el tema y deben ser los pueblos quienes fijen las prioridades y decidan.
No se puede llamar consultas a supuestos referendos realizados cuando ya todo ha sido previamente resuelto por pocas personas y empresas que sólo piensan en ganar dinero. No puede decidirse nada sin previo acuerdo de los afectados, y solamente de ellos, y esa aceptación debe expresarse en las formas propias de las comunidades y tras un periodo adecuado para la información pormenorizada y la discusión al respecto para que los interesados puedan enmendar los proyectos, rechazarlos o proponer una alternativa.
Cuando –para tratar de imponer un proyecto prácticamente cocinado– se alega que se realizaron ya grandes inversiones pero que se hará un referéndum 15 días después (el 23-24 de febrero) como en el caso del Proyecto Integral Morelos que busca construir una termoeléctrica en Cuautla y tender un gasoducto en la falda del volcán Popocatéplet, esa supuesta consulta no sirve para nada, es un gasto inútil del dinero público y una insultante falta de respeto a la capacidad de pensar de las comunidades.
El gobierno tiene por supuesto el derecho de elaborar proyectos o de considerar favorablemente proyectos de las grandes empresas pero, puesto que el dinero que se invertirá es de los contribuyentes, los pueblos y comunidades de las regiones donde se realizarán esos proyectos tienen el derecho de conocerlos previamente, de discutirlos, enmendarlos, proponer otros o no cambiar nada.
López Obrador dijo en Cuautla en 2014 que ese proyecto en la tierra de Zapata equivalía a instalar una planta nuclear en Jerusalén y que se opondría al mismo. Ahora, en cambio, quiere construir la termoeléctrica en Cuautla a pesar de que los morelenses se oponen desde hace años a ese intento y de que los datos ofrecidos por los ecologistas demuestran que una instalación para captar la energía solar ahorraría el agua necesaria para la agricultura, no la contaminaría, no causaría daños al ambiente y, además, permitiría ahorrar casi un tercio de los 22 mil millones de pesos que costará la termoeléctrica. Los vulcanólogos y los ambientalistas en general critican también duramente la construcción de un gasoducto en una zona con constantes terremotos y junto a un gran volcán que podría explotar en cualquier momento. Pero López Obrador descarta de un manotazo todas las críticas y los críticos y los acusa a todos, como un nuevo senador McCarthy, de ultraizquierdistas atribuyéndose de paso la autoridad para decidir hasta dónde llega la izquierda razonable y tolerable y dónde empieza el límite entre ella y los condenados al fuego eterno por el nuevo Júpiter. Para colmo, organiza además su seudovotación sobre el proyecto en Cuautla para dentro de apenas dos semanas y quiere ahogar a los afectados por la termoeléctrica con los votos de los desinformados habitantes de grandes ciudades como Puebla o Cuernavaca. Como admirador de Madero debería recordar sin embargo que éste virtualmente se suicidó al romper con Zapata y los morelenses y recurrir a Huerta, su futuro asesino, para reprimir a los pueblos que ya entonces defendían su agua…
El proyecto de promoción turística bautizado Tren Maya es también peligroso y dañino desde el punto de vista ecológico, social y cultural, y no ha sido previamente discutido en todos sus aspectos por los habitantes de los territorios que se verían gravemente afectados. Tratar de cubrir eso con un referéndum a toro pasado no es más que una maniobra de prestidigitador político. En cuanto al Istmo de Tehuantepec, la modernización de los puertos de Coatzalcoalcos y Salinas Cruz y de la comunicación ferroviaria y vial facilitaría la comunicación entre ambos océanos, lo cual es positivo. Pero el plan incluye la creación de Zonas Económicas Especiales (ZEE) y proyectos eólicos y forestales antiecológicos rechazados por las comunidades indígenas que no fueron previamente consultadas. En esas ZEE la idea central consiste en urbanizar y crear industrias para explotar a los desocupados producidos por la falta de apoyo estatal a los campesinos, el crecimiento demográfico en las comunidades y la baja productividad de las zonas rurales con el objetivo de fijar en la zona a los trabajadores migrantes centroamericanos y a los guerrerenses, oaxaqueños y chiapanecos que hoy emigran hacia el norte.
Superar implica conservar lo necesario y cambiar radicalmente. Como la oruga que se transforma en mariposa. El anticapitalismo implica conservar los recursos aún salvables para hacer menos penosa la reconstrucción ambiental, económica y social. Mantener este sistema de explotación de la gente y de la naturaleza, no es transformar, es conservar y repintar el burdel, la cárcel.

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