Maria Teresa Priego
El
cielo azul, una mujer vestida con una túnica blanca que deja sus senos
–casi– al descubierto, escucha el mar. Lo escucha atentísima con su
oreja pegada a un caracol, como quien espera una revelación. La pintó
Gabriel Fernández Ledezma en 1936. “El mar” es la imagen de portada en la invitación a la exposición: “XX en el XXI. Colección del Museo Nacional de Arte” que inauguró el jueves pasado Carmen Gaitán Rojo, directora del MUNAL. La nueva exhibición permanente de arte mexicano
con sus cinco divisiones temáticas: 1) Despertar de la modernidad, 2)
Arte y revolución, 3) Vanguardia y reconstrucción nacional, 4)
Reinvención de dos géneros: retrato y naturaleza muerta, 5) Hitos de la
Escuela Mexicana de Pintura. 172 obras pertenecientes casi todas ellas al acervo del museo. Una delicia.
La galerista María Luisa Asúnsolo desciende las escaleras –bella y fantasmal– como un sueño en ocre, pintada por David Alfaro Siqueiros. Un personaje fascinante. La misma María pintada por Siqueiros
cuando era niña: rizos y moños blancos. María niña (de nuevo) por Jesús
Guerrero Galván. Volcanes silenciosos, volcanes en llamas, la presencia
del Dr. Atl. “Adán y Eva” de María izquierdo. Un barquito (escultura)
más que encantador de José Horna y Leonora Carrington. Las marionetas de
Lola Cueto. Salvador Novo desde la mirada de Manuel Rodríguez Lozano.
“Hombre con sombrero y niño” de Roberto Montenegro. El “amarillo
colonial” de una mampara. Qué gran trabajo de curaduría.
“Esta
exposición lo que tiene de especial es que muestra, desde el siglo XIX,
quienes fueron esos artistas que tejieron una plataforma para dar
nacimiento a lo que va a ser el momento de oro del arte mexicano.
Todos aquellos artistas como el Dr. Atl que tuvieron como antecedente,
por supuesto, a Clausell y fueron la simiente para las nuevas formas:
Díaz Maugard, Diego Rivera, José Clemente Orozco.
Las mujeres importantísimas como Rosario Cabrera, Lola Cueto,
personajes fundamentales para la alfabetización de este país cuando se
inicia este movimiento a través de la Secretaría de Educación, con
Vasconcelos a la cabeza”, explicó Carmen Gaitán Rojo, en entrevista con la agencia Notimex.
Adolfo
Best Maugard, (largo, larguísimo y con fondo de avioncitos) pintado por
él mismo. Best con su abrigo negro, su bigote impecable, pintado por Diego Rivera.
La mujer con su mantilla de Saturnino Herrán. Carmen Gaitán declaró que
la exposición será permanente, se cambiarán con el tiempo algunas
piezas: “para dar rotación y permitir que salgan otras de las estrellas
que se encuentran en este momento en las bodegas. La idea es también la
pluralidad, la riqueza. Esta no es una cultura estática, es una cultura
que sigue dando grandes artistas. Estos que vemos hoy son, digamos, los
bisabuelos de los hoy contemporáneos”.
Al final de la exposición, el maravilloso mural: “Río Juchitán” de Diego Rivera, hasta muy recientemente pieza de una colección privada y ahora (desde 2015) parte del acervo del Instituto Nacional de Bellas Artes. La última parte de la exposición es un homenaje a “los tres grandes” del muralismo mexicano: Rivera, Orozco, Siqueiros. Allí está, por supuesto, el “autorretrato” de Siqueiros
con el brazo extendido y el puño entreabierto. Una sale de la
exposición con los ojos llenos de colores y de luces. Sale hacia la
noche en esa plaza magnífica: la de El Caballito recuperado. Sale y la
plaza la ocupa (con su paso etéreo, ligero) la María Asúnsolo de David
Alfaro Siqueiros. Y un barquito de madera pintado como en un sueño. Un barquito de vela.
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