"…
las dinámicas globales de pobreza extrema, desplazamientos masivos,
desastres ambientales y conflictos armados han creado niveles nunca
vistos de expulsión se a través de
acontecimientos diferentes".
Saskia Sassen, Expulsiones.
Desde que Donald Trump amenazó con gravar con un impuesto gradual a las
exportaciones mexicanas que iría de un 5% hasta alcanzar 25% en un
lapso de seis meses si el gobierno mexicano no acataba la política
migratoria de Washington —consistente en frenar el éxodo migratorio
centroamericano y en recibir a los miles de trabajadores indocumentados
devueltos forzosamente del país del norte— la situación humanitaria,
social y migratoria se ha vuelto un verdadero infierno en la tierra para
miles y miles de trabajadores y ciudadanos que huyen desesperadamente
de sus países —principalmente de Centroamérica— agobiados por la
pobreza, la marginación, el desempleo, la violencia oficial y de las
bandas del crimen organizado.
Los efectos centrífugos de
expulsión que en las poblaciones causan los regímenes dictatoriales,
como el de Honduras, sustentados en la desigualdad, la represión, el
crimen y la sistemática exclusión social son fenómenos todos ellos
ignorados, o francamente minimizados, por los gobiernos de México y
Estados Unidos. El primero, recibiendo las órdenes del segundo y
reduciendo su “política migratoria” para servir como dique o muro de
contención favorable a los intereses y estrategias de Estados Unidos
mediante la recién creada Guardia Nacional (o ejército vestido de gris)
del régimen de la Cuarta Transformación (4T) que, en vez de acatar los
objetivos que justificaron su creación consistentes en el combate a la
violencia, la protección de la ciudadanía y para garantizar su
seguridad, se orientaron a combatir a las muchedumbres silenciosas
constituidas por mujeres, niños, jóvenes y adultos —integrados en muchos
casos por familias enteras— que engañados y esperanzados desean llegar
al presunto “paraíso” del “american way of life” y al idílico
pero inexistente “american dream” que lo es ciertamente, pero para los
sectores privilegiados de las clases medias y de la burguesía
imperialista de dentro y de fuera de ese país.
Los saldos de esta política migratoria, xenófoba, racista y de segregación (o apartheid)
contra las familias y los niños ya está a la vista en centros de
detención o, más bien, de verdaderos campos de concentración de estilo
hitleriano instalados en Estados Unidos, algunos en Texas, donde se
hacinan en celdas carcelarias, hasta ahora, a unos 250 niños y niñas con
inodoros insalubres y comedor comunes (El universal, 25 de junio de 2019, en: https://www.eluniversal.com.mx/mundo/las-denuncias-por-las-horribles-celdas-en-las-que-mantenian-ninos-migrantes-en-eu )
y que han sido brutal y forzosamente separados de sus padres debido a
la política migratoria ordenada por el magnate de la Casa Blanca en sus
afanes de “limpiar” su país de “delincuentes”, de “perezosos” y de
“bárbaros” que se han “apoderado” de Estados Unidos y que son los
adjetivos más utilizados, sobre todo por los supremacistas empezando por
su presidente, para designar a los trabajadores indocumentados y a
otras categorías migrantes dentro o fuera de ese país.
Se
cuentan por decenas todos los días las personas que mueren en su
peregrinaje por llegar al “otro lado” donde se encuentra el “sueño
americano” coronado de filosas espinas invisibles y de fortificadas
jaulas de hierro que los aprisionan. Por ejemplo, recientemente en Texas
se reportó la muerte de 7 migrantes, incluidos una mujer y tres niños
pequeños, en la frontera con México en el contexto de una ola de calor
extremo que los envuelve (El universal, “Reporta EU 7 migrantes muertos en frontera con México”, https://www.excelsior.com.mx/global/reporta-eu-7-migrantes-muertos-en-frontera-con-mexico/1320621), 25 de junio de 2019. Y todos los días son denunciados sucesos similares.
Para cumplimentar las órdenes del imperio comandado por la fracción de
la extrema derecha de la Presidencia Imperial, el gobierno de la 4T ha
destacado a más de 25 mil efectivos militares para bloquear la ola
migratoria en las fronteras norte y sur del país para evitar —no para
resolver de raíz como afirmó el presidente mexicano— este gravísimo
fenómeno que es mundial y un genuino producto de la crisis y decadencia
del sistema capitalista planetario, bajo las constantes amenazas de
Donald Trump de imponer aranceles generalizados a los productos
mexicanos que, en una enorme proporción, son propiedad de las grandes
empresas trasnacionales, principalmente norteamericanas, que operan en
el país. Para el secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio
Sandoval, éstas “Son tareas que buscan evitar el movimiento irregular de
migrantes” (Contralínea,
https://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/2019/06/24/15-mil-militares-en-frontera-norte-y-2-mil-en-frontera-sur-para-frenar-la-migracion/, 24 de junio de 2019).
Y “este movimiento irregular” —que reduce un fenómeno extremadamente
complejo, multidimensional y contradictorio que opera en escala mundial
como son las migraciones de cada vez más contingentes poblacionales
prácticamente en todos los continentes— sintetiza tanto los movimientos
que provienen del éxodo migratorio centroamericano, como el de las
miles de devoluciones de personas desde Estados Unidos que, sólo entre
el 8 de junio, un día después del acuerdo, y el 24 del mismo mes, el
Instituto Nacional de Migración (INM), reportó la deportación a México
de 4 mil 42 centroamericanos, lo que da un promedio de 252 migrantes por
día (Periódico Reforma, 25 de junio de 2019) y en los primeros 6
meses de 2019 esa suma alcanza los 15 mil solicitantes que han sido
expulsados de Estados Unidos a México.
El INM desglosa que,
durante el mismo período, fueron devueltas 6 mil 611 personas a Ciudad
Juárez; 5 mil 300, a Tijuana y 3 mil 168, a la ciudad de Mexicali, todas
fronterizas con Estados Unidos (véase: Revista Proceso no. 2225, junio de 2019, en: https://www.proceso.com.mx/589790/estados-unidos-ya-regreso-a-mexico-a-15-mil-solicitantes-de-asilo-en-lo-que-va-de-2019).
En todos estos casos los afectados tendrán que realizar desde estas
ciudades sus trámites migratorios y esperar el resultado por pate de las
autoridades migratorias bajo las peores condiciones de vida y de
hacinamiento para legalizar su situación migratoria en el país expulsor,
lo que puede tardar hasta dos años y con las mínimas probabilidades de
conseguir la protección solicitada, sobre todo a la luz de la política
xenófoba y anti-migratoria de Washington. Mientras tanto, el país
receptor que es México —y que funge en los hechos como Tercer
País Seguro (TPS) bajo el cobijo de la consigna: “quédate en México”,
status dócilmente aceptado por el gobierno de México bajo la fórmula
diplomática pero altamente irónica y contradictoria denominada:
“Protocolos de Protección a Migrantes (PPM)— tendrá que cargar con todos
los gastos y con todas las consecuencias humanitarias (que ya están
haciendo estragos todos los días y resulta imposible ocultar) que el
hacinamiento y la injusticia congénitas del capitalismo dependiente
produce y extiende en las acrecentadas poblaciones inermes y necesitadas
de asilo, refugio y protección.
Hay que aclarar que la
aceptación acrítica de este estatus se hizo en función casi de súplica a
Trump para que este no impusiera los sacrosantos aranceles o impuestos
que en esencia más perjudicaban a los consumidores norteamericanos que a
los exportadores (fundamentalmente trasnacionales) que operan en México
y dependen de la dinámica de la economía norteamericana.
Entre
las múltiples causas que agudizan el fenómeno migratorio y la expulsión
masiva de fuerza de trabajo superexplotada y abundante podemos apuntar,
entre otras, las histórico-estructurales relativas a la dependencia, el
subdesarrollo y el atraso que padecen la mayor parte de los países de
la periferia del capitalismo mundial, en particular, los de
Centroamérica y, dentro de estos, los del Triángulo Norte: Honduras, El
Salvador y Guatemala, cuyos gobiernos prácticamente permanecen
completamente al margen del problema migratorio.
En segundo
lugar, destacamos los efectos económicos generadores de desigualdad y
exclusión social que orillan a los ciudadanos a abandonar sus países y
emprender el incierto y peligroso mundo de la migración.
En
tercer figura la estructura política del Estado que reposa en regímenes
represivos, autoritarios y (cuasi)-dictatoriales que, al implementar
intensiva y extensivamente las políticas neoliberales no hacen más que
reforzar las causas mencionadas anteriormente en contextos de crisis
capitalista y de contracción y deterioro de variables como producto
interno bruto, empleo, salud, ingresos, bienestar y seguridad social y
educación.
Un aspecto particular —poco comentado por los
analistas y que opera como factor de expulsión de los migrantes— radica
en el plano ideológico. Parte de los mitos y falacias —que, dígase de
paso, motivaron que sectores del electorado norteamericano votaran por
el candidato republicano conservador Donald Trump y que promovió a lo
largo de su campaña electoral— son los siguientes: a) los inmigrantes le
quitan los trabajos a los estadounidenses, b) en virtud de que existe
un número muy limitado de empleos, por lo tanto, un mayor número de
personas inmigrantes traerá consigo mayor competencia que, a la par,
presionará a la baja los salarios, c) los trabajadores indocumentados,
extranjeros, particularmente los mexicanos que constituyen la mayoría,
son viciosos, violadores y criminales y “degradan” la vida pública y
social de los norteamericanos, ch) los sindicatos norteamericanos están
en contra de la inmigración porque “perjudica” a la clase trabajadora
norteamericana y blanca, d) los inmigrantes no pagan impuestos, e) son
una carga para la economía, f) envían remesas a sus países de origen y
“perjudican” a Estados Unidos causando fuertes déficits fiscales, g)
representan un “peligro” porque están invadiendo a este país, Estados
Unidos (Adrián Sotelo, Estados Unidos en un mundo en crisis. Geopolítica de la precariedad y la superexplotación del trabajo, Anthropos-CEIICH, México, 2019, p.17).
Todos estos condicionantes se articulan con las causas anteriores
produciendo un tenebroso cuadro de xenofobia y exclusión social,
hacinamientos, expulsión de poblaciones, injusticias sistémicas y muerte
contra las inermes personas provenientes de los países más pobres de la
región y que en gran parte los son históricamente debido a la
dominación y al saqueo imperialistas.
Difícilmente los gobiernos
involucrados podrán cambiar esta situación en un sentido favorable para
ese ejército global de reserva migrante constituido esencialmente para
servir a las necesidades de la producción de plusvalía y de la
acumulación de capital de Estados Unidos. Más bien, por el contrario,
con su accionar, orientado por los intereses transnacionales, no harán
otra cosa más que modular los conflictos migratorio-fronterizos en la
tónica prioritaria de los intereses de Estados Unidos con la penosa
colaboración mexicana.
Recientemente se realizó una “cumbre”
entre los presidentes mexicano y salvadoreño en la ciudad de Tapachula,
Chiapas, para “analizar” la crisis migratoria y buscar “soluciones”. Lo
que allí se acordó fue la firma de un convenio para impulsar un Plan de
Desarrollo para Centroamérica en el marco del programa “Sembrando Vida.
Plan de Desarrollo para la Migración”, consistente en la “donación” de
30 millones de dólares en una primera etapa, de un total de 100 millones
de dólares, para sembrar 50 mil hectáreas de árboles frutales y
maderables en El Salvador y 200 mil en Chiapas con el objetivo de
“frenar la migración” y “fomentar” el desarrollo de Guatemala, El
Salvador y Honduras.
De esta forma, un tanto panglossiana,
mediante la siembra de arbolitos los mandatarios y sus asesores creen
que se generarán los empleos suficientes —se dice que alrededor de 20
mil que no son nada— para “frenar “ la migración y augurar el
advenimiento de “mejores tiempos“, lo que no ha ocurrido desde la época
de la colonización y de la constitución de las naciones latinoamericanas
y del Caribe como economías dependientes y subdesarrolladas fuertemente
subordinadas y articuladas a los países imperialistas del centro del
capitalismo avanzado.
Mientras tanto, en función de la crisis y
decadencia del capitalismo mundial, continuarán las migraciones y las
expulsiones, particularmente bajo la amenaza trumpiana de deportar a
nuestro país en las próximas semanas o meses a miles de indocumentados
que permanecen en suelo norteamericano, inermes, en una esperanzadora,
pero seguramente inútil y angustiosa espera, para que algún día puedan
legalizar su situación para integrarse al luminoso Topus Huranus del “american dream”.
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