Silvia Ribeiro
La Jornada
Acontrapelo de la
soberanía nacional y alimentaria, el gobierno y el Senado de México
tomaron varias decisiones que empeñan al país. Las concesiones a partir
de la amenaza de Trump de aumentar los aranceles a las importaciones, a
menos que México fuera su guardia fronteriza, mostraron que, contra toda
lógica, las amenazas comerciales del fantoche de presidente de Estados
Unidos funcionan. Aunque fueran basadas en datos falseados y motivadas
por el intento de Trump de mejorar su imagen electoral. Son, además,
ilegales bajo el TLCAN, pero en lugar de apelar a ello México aceptó
convertirse en siervo militar de Estados Unidos para rechazar y reprimir
a miles de mujeres, niños y hombres que huyen de la violencia y pobreza
que Estados Unidos creó en sus países.
México tiene mucho mejores opciones de desarrollo económico, social y
ambiental que una economía basada en grandes empresas exportadoras y
explotadoras. El gobierno tenía además otras salidas a la situación
inmediata. Entre otras, impugnar las amenazas, mantenerse aprovechando
la diferencia cambiaria o establecer aranceles en represalia. Pero el
gobierno optó por la que mejor sirvió a Trump –que se apresuró a tomar
el crédito– y a los grandes empresarios mexicanos y trasnacionales
basados en México, que son quienes detentan la gran mayoría de las
exportaciones.
A renglón seguido de este lamentable episodio, sin tomar en cuenta
los severos impactos negativos del TLCAN para México, el Senado, con
apenas cuatro negativas, aprobó al vapor la ratificación del tratado
renegociado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que
sustituirá al anterior si los congresos de Canadá y Estados Unidos lo
aprueban, porque ellos sí toman tiempo para analizar si les conviene.
El T-MEC conserva todas las desventajas del TLCAN contra México y
agrega nuevos elementos, entre ellos los aspectos de propiedad
intelectual, especialmente en farmacéutica y agricultura, con el fin de
aumentar los privilegios y el dominio de mercado de las empresas
trasnacionales que dominan ambos sectores. Se agregan además secciones
nuevas, como la de biotecnología agrícola, destinada a aumentar y
facilitar la importación de maíz y otros transgénicos a México y
presionar al país a aceptar su siembra y consumo. Obliga también a
México a unirse en un plazo de cuatro años a la versión 1991 de la Unión
de Protección de Obtenciones Vegetales (UPOV 91), la cual criminaliza y
prohíbe a los agricultores replantar de su propia cosecha o
intercambiar semillas registradas y restringe su uso para investigación
pública, aunque esas semillas privatizadas puedan derivar directamente
de semillas nativas o de producción pública.
Es absurdo pensar que sólo porque tenga comercio internacional, un
país se beneficia. En realidad, en todos los tratados de libre comercio
de las últimas tres décadas, especialmente en los tratados entre países
económicamente muy desiguales, quienes se benefician con largura son las
empresas trasnacionales. Los tratados pisotean la soberanía
alimentaria, la soberanía de producción industrial y de servicios,
incluida la educación y salud, al abrir los mercados a la competencia de
los productores nacionales chicos y medianos con megaempresas, en
supuestas condiciones de
igualdad. Proveen además a esas gigantes con reglamentos que les permiten enjuiciar a los propios estados, si se consideran discriminadas o si un Estado, por razones de bien público, ambientales, sociales o culturales, rechaza una inversión que otro sector gubernamental ya hubiera aprobado. Por el TLCAN, México ha debido pagar decenas de millones de dólares en este tipo de juicios a todo tipo de empresas contaminantes, por haberles
arruinadono sus inversiones, sino sus planes de inversión.
Como explica Ana de Ita, para integrarse al TLCAN México transformó
toda su economía, sacrificando la soberanía alimentaria, la economía
campesina, la regulación de mercado, el crecimiento de mercado interno,
el salario y conquistas sociales de los trabajadores, los recursos
naturales y la biodiversidad, apostando a una integración en beneficio
exclusivo de las trasnacionales. (https://tinyurl.com/yyoksfkt)
Todo esto fue ampliamente documentado en el proceso del Tribunal
Permanente de los Pueblos, con cientos de casos presentados sobre los
impactos negativos económicos, ambientales, sociales y de salud
provocados por esa transformación para integrarse en el TLCAN. Tal como
explica Andrés Barreda, México ofreció como ventaja comparativa la
libertad de contaminación del medio ambiente, la falta de regulación y
fiscalización ambiental y de protección de la salud de la gente. (https://tinyurl.com/y2u8dqo2)
El gobierno de Trump nunca tuvo la intención de terminar con el
comercio, que favorece a sus empresas, solamente usó sus bravatas para
aumentar aún más los privilegios de su país y provocar, si le servía
mejor, acuerdos bilaterales. Toda la negociación del T-MEC se hizo bajo
amenaza y en círculos cerrados, sin acceso público a lo que se estaba
negociando. Pese a ello, se presentó como paquete al Senado, que en
tiempo récord y sin análisis de los graves impactos del TLCAN ni de las
consecuencias negativas del T-MEC lo aprobó en armoniosa convergencia
entre todos los partidos. Realmente es de cuarta.
* Investigadora del Grupo ETC
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