Editorial La Jornada
Auna semana de
haber aplazado la decisión, la Organización Mundial de la Salud (OMS)
consideró ayer que existen los elementos para declarar una emergencia
internacional de salud debido al coronavirus que apareció en Wuhan,
China, a finales de diciembre pasado. Aunque el organismo no recomienda
dichas medidas, decenas de aerolíneas, así como el gobierno italiano,
cancelaron o suspendieron sus vuelos de y hacia China para evitar la
propagación del patógeno que, según se calcula, ya ha llegado a una
veintena de naciones y que ayer tuvo en Estados Unidos el primer caso de
contagio a una persona que no haya estado recientemente en la nación
asiática.
Cabe reiterar que la declaratoria de emergencia no implica que el
mundo esté afrontando una catástrofe inminente, sino un llamado a tomar
las medidas preventivas necesarias para evitar que la epidemia se salga
de control.
En respuesta a la declaratoria de la OMS, el Comité Nacional de
Seguridad en Salud llevó a cabo una sesión de emergencia en la cual los
principales funcionarios del sector definieron las acciones que tomará
México para manejar la epidemia. Hasta ayer, todos los casos en los que
sospechó la presencia de la enfermedad (nueve) habían sido descartados,
pero por la velocidad con que se ha extendido el virus las autoridades
de salud dan por descontado que llegará al territorio nacional. En este
sentido, resulta un factor de tranquilidad que la Organización
Panamericana de la Salud reconozca a México la capacidad para
diagnosticar y tratar un virus con las características del presente de
acuerdo con los protocolos establecidos por la OMS. Asimismo, como
señaló el miércoles el subsecretario de Prevención y Promoción de la
Salud, Hugo López-Gatell, la letalidad de la
neumonía de Wuhanse encuentra muy por debajo de otros brotes víricos registrados en este siglo: 2.9 por ciento frente a 20 por ciento del síndrome respiratorio agudo grave y 65 por ciento del síndrome respiratorio de Oriente Medio (SARS y MERS, por sus siglas en inglés).
Por todo lo dicho, queda claro que hasta este punto no existen
motivos para alarmarse, pero sí para permanecer en alerta. Ello implica
distanciarse de las conductas de pánico y de la propagación de rumores
que no sirven a nadie sino a la propia epidemia, tomar precauciones
elementales –como el simple lavado de manos– y permanecer pendientes de
la información oficial divulgada por autoridades nacionales e
internacionales. En suma, para hacer frente de manera exitosa a la
situación se requiere que sociedad y autoridades actúen de manera
responsable en el ámbito de sus competencias.
Una suerte de efecto colateral de la propagación del coronavirus,
ajeno al ámbito de la salud pública, es la zozobra económica que puede
extenderse por el planeta como consecuencia de la brusca contracción de
actividades económicas chinas y de los intercambios comerciales entre la
nación asiática y el resto de la comunidad internacional. Habida cuenta
del tamaño y el peso de la economía de China, una disminución
significativa de su crecimiento afectará obligadamente al resto del
mundo y particularmente a nuestro país, que viene arrastrando desde el
año pasado un escenario de estancamiento. Es pertinente, por ello, que
así como lo ha hecho el de Salud, el gabinete económico tenga en cuenta
las alteraciones imprevistas que pueden presentarse en las finanzas y
los intercambios mundiales a fin de tomar las previsiones para hacerles
frente.
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