Una sociedad enferma lucra, incluso, con las enfermedades
Mientras la salud (o las enfermedades) de los pueblos sean
un negociado de mercachifles en el que estén prendidos como vampiros
muchos laboratorios, universidades, instituciones gubernamentales,
hospitales y médicos... mientras existan personas y pueblos enteros sin
seguridad médica... mientras reinen los hábitos y las manías patológicas
que inoculan las mafias publicitarias en contra de la salud pública...
viviremos una injusticia monstruosa que se ha naturalizado como parte
del decorado miserable de las sociedades divididas en clases. Todos los
días, durante las madrugadas, las filas de personas a las puertas de los
hospitales, en espera de una consulta, padecen listas enromes de
violaciones a los derechos humanos mientras, por ejemplo, la industria
farmacéutica (13 de los 20 más voraces) instalada en Puerto Rico, recibe
beneficios fiscales caimánicos y mueve saludables fortunas en el orden
de 60 000 millones de dólares.
El capitalismo entrena a los médicos, a las enfermeras y a
los trabajadores de la salud como se entrena a un ejército de
mercenarios vendedores de análisis cínicos, estudios diagnósticos,
cirugías, medicamentos y terapias. Las materias y reflexiones
humanísticas, la conciencia social, brillan fulgurosamente por su
ausencia y precariedad. Les uniforman las cabezas con aspiraciones y
sueños burgueses (estereotipados hasta las náuseas) para que exhiban
impúdicamente su lealtad convenenciera a los negocios de dueños de los
laboratorios que ya antes entrenaron a sus jefes. “Pfizer es actualmente
la mayor compañía farmacéutica, y se reporta 45 mil millones de dólares
de rentabilidad. Las empresas multinacionales entre ellas Glaxo Smith
Kline, Merck & CO., Bristol-Myers Squibb, AstraZeneca, Aventis,
Johnson & Johnson, Novartis, Wyeth y Eli Lilly, acapararon el 58,4%
del mercado alrededor de 322 mil millones de dólares en ganancias”.1
Hay que ver los desplantes de prepotencia y petulancia que
pasean muchos jefes de sección, de guardia, de departamento... en cada
clínica, hospital o laboratorio frente a las enfermeras, los estudiantes
y los trabajadores que deben aprender primordialmente a convertir su
humillación en buenas calificaciones, diplomas, nombramientos especiales
o premios... como la asistencia a congresos, la publicación de “papers”
y los regalitos de los laboratorios. No nos asustan, ni silencian, los
medicuchos que se envuelven con enjambres terminológicos y estadísticos
par inmolarse en el reino de la erudición archi-especializada y donde no
sólo no se aceptan las denuncias más obvias sino que éstas son vistas
como desplantes de “mal gusto”. De esos bonzos demagogos, tecnócratas y
burócratas, están repletas las academias y asociaciones de
especialistas... y muchos hospitales. No todos, claro... claro. Pero.
Muchos estudiantes son adiestrados con excelencia “técnica” para
sustentar la servidumbre de clase que justifica el negocito y justifica
también algunas dádivas de la filantropía médica que, con su ética
mesiánica, beneficia a algunos pobres en hospitales para pobres y con
burocracia para pobres.
¿Es esto muy exagerado?
Los médicos, las enfermeras y los trabajadores de la salud
suelen ser amaestrados para que adopten, como suyas y originales, ideas
reaccionarias y conductas mediocres. Su heroicidades se reduce a ser
serviles y mansos con el negocio y llevar al reino de su individualismo
las glorias de las cuentas bancarias y los bienes terrenales. Su
heroicidad tiene por alma mater una vanidad inmisericorde entrenada
diariamente en el campo de concentración a que someten a sus “pacientes”
y a los familiares de ellos. Muchos “doctorcitos” se hacen pagar su
magnanimidad con agradecimientos eternos, y halagos, gracias a
extorsionar a todo mundo con el viejo truco de regatear información,
hablar con tono didáctico y condescendiente, jugar a que el tiempo nunca
les alcanza y sacarse de la manga soluciones milagrosas. Muchas bajo el
método de la escopeta... algún perdigón le pegará a la perdiz. Cuantos
más medicamentos ensayen... mejores regalitos mandarán los laboratorios.
Existe un ranquin internacional de premios en hoteles, líneas aéreas y
merchandising variopinto. Lo aprenden los médicos, las enfermeras y los
trabajadores de la salud desde las primeras lecciones.
Sueñan con infectarnos la vida con saliva de burócratas
serviles a la carnicería neoliberal son “doctores” de inoculados de
epidemia usurera entre los mercados farmacéuticos caldo infecto de la
demagogia neoliberal el peso de la miseria y el crimen, el hambre, el
desempleo, la injusticia galopante. Nosotros lo pagamos. Ellos se
autonombran “doctores” para esconder su prepotencia y suficiencia de
ignorantes funcionales indolentes a la miseria, desnutrición, hospitales
destruidos, escuelas desvencijadas, podredumbre y hediondez a diestra y
siniestra. Depresión, mal humor, desesperanza, hartazgo, tristeza,
melancolía rabia... furia... odio. Cansancio y soledad, trabajadores
humillados. Ancianos victimados con indolencia... enfermos carcomidos
por la burocracia. Los niños miran atónitos el futuro que les heredamos.
Es una Monstruosidad. Vivimos infestados de negligencia. Los más pobres
están más desprotegidos, no están bien alimentados, no pueden ir al
doctor, imposible pagar medicamentos y en general no tienen posibilidad
de atender su salud. No es poca cosa.
Nosotros sabemos que la guerra contra la medicina corrupta
debe ser una guerra contra el capitalismo, también. El negocio de los
laboratorios farmacológicos ha sacado una tajada monstruosa. Y no hemos
visto lo peor. Sabemos que las corporaciones fabricantes de medicamentos
son dueñas de la seguridad de miles o millones de personas. Reina el
cinismo. Sabemos que la crisis sanitaria expresa la irracionalidad
capitalista. Los monopolios imponen sus negocios como si fuesen
políticas de salud e imponen condiciones de mercado para especular con
medicamentos y precios. Son dueños de la salud de millones de seres
humanos.
¿Y el pensamiento ético en materia de salud?
Está claro que la pachanga obscena de comerciar con las
enfermedades, al alcanzar sumas millonarias en cualquier moneda,
requiere gerentes gubernamentales encargados de legalizar la tranza e
idear mecanismos creativos para sacarle más jugo a las víctimas. Por eso
construyen hospitales cuyo sello de clase garantiza un modelo de
consumo perfecto para el nivel de corrupción alcanzado por los
“doctorcitos” y sus compinches. Por ejemplo construyen hospitales para
consumir los mil y un productos que, encarecidos a precio de gobierno,
mejor convengan a las empresas proveedoras; por ejemplo gastarán a manos
llenas los impuestos de los pueblos para congraciarse con empresas
fabricantes de aparatologías y artículos de toda índole, para,
recurrentemente, tapizar la ruta de las entregas con diezmos a granel
para los intermediarios; por ejemplo pondrán salas de espera,
quirófanos, habitaciones, pasillos, oficinas y salas de urgencias... al
servicio de la lógica “fordista” aplicada a la atención médica. Todo
esto tributario de desentenderse rápido de los “pacientes” para que no
engorden los gastos que pudieran amenazar la pachanga de las
corruptelas. Hoy, en la obscenidad extrema del sistema de corrupción
médica, los pacientes son obligados a llevar a los hospitales
sus sábanas, tenedores, agua, vendas y bacinicas... no hay muchos
médicos protestando por eso.
Muchos médicos, y sus compinches, gustan de celebrar
cifras de eficiencia y atención a los pacientes. Se embriagan en
estadísticas exitosas que desbordan gráficas powerpoint, libros,
tratados y enciclopedias. Si cada página editada con guarismos
triunfalistas implicara a una persona atendida con eficiencia... no
habría crisis sanitaria en el mundo. Y la medicina habría dejado de ser
una industria burguesa para ser un derecho socialista inalienable.
En la cúspide del alma mater en los médicos
medicamentalizados (es decir con la mente puesta en ayudar a vender
medicamentos muchos de ellos innecesarios) están los laboratorios
farmacéuticos anudados todos en una red multinacional de inversionistas
que, cómo en todo comercio, rigen sus tareas por las leyes capitalistas
de la oferta y la demanda. ¿Nos sorprendería saber cuántas veces han
inventado epidemias, pandemias y contagios para hacer circular millones
de vacunas, jeringas, pastillas, cremas o ungüentos? La base material
capitalista de esta industria mundial sustenta una cúspide ideológica
-metodológica- vestida de “ciencia” en la que se han protocolizado
operaciones técnicas con operaciones financieras donde los que ganan son
los dueños del negociado. ¿Se ofenderán mucho con este retrato?
¿Es poco filosófico?
No son pocos los médicos que viven de mentir y de
mentirse. Fabrican fantasías y explicaciones desopilantes para ganar la
“confianza” de sus pacientes-clientes. Si hubiese una colección mundial
sobre las fantasías inventadas por muchos médicos sobre el
comportamiento del organismo humano, y su relación con los químicos
prescritos, tendíamos una enciclopedia del horror monumental. La
“filosofía” burguesa de la “industria de salud” ha producido durante su
historia un monstruo insaciable enredado con las más deplorables
anécdotas de corrupción e impunidad. Lo que menos les importa es la
erradicación de las enfermedades porque tal cosa disminuye los ingresos
farmacéuticos. No importa que muchos de los productos “médicos” (de
quirófanos, farmacias, hotelería hospitalaria y toda la parafernalia) no
tengan eficacia probada... lo importante es cubrir las metas mensuales
en materia de ventas y cobros. Es esa su “filosofía” y punto.
Su “filosofía” no se compromete con una lucha efectiva
contra las enfermedades que agobian a los trabajadores, lo que importa
son las regalías y el secuestro de las patentes para gozar de
exclusividad en el usufructo de una enfermedad y más si se vuelve
epidemia. Sin importar (hay casos de infamias insondables) cuán tóxicas
sean para las personas las medicinas, las operaciones o los
tratamientos, ni sus consecuencias colaterales, las enfermedades
asociadas ni la muerte (que el capitalismo también ha convertido en
negocio)
Su “filosofía” también consiste en invertir millonadas,
para esconder bajo el tapete, los planes de negocios relativos a la
investigación que ellos llaman “científica”. No es el bien social lo que
determina inversiones ni lo que determina las políticas sanitarias...
es descarnadamente, la búsqueda de beneficios financieros privados para
un puñado de monopolios alcahueteados por los gobiernos serviles. Si
para eso hay que manipular y falsificar datos, si para eso hay que
publicar revistas, organizar congresos y entregar “premios nobel”... no
se detendrá una industria tan pesada. No tendrá pruritos metodológicos o
morales, una industria deshonesta que se disfraza con la palabra
Ciencia para esconder su “filosofía” de los negocios.
La lista de ligerezas y errores con que se maneja la
fabricación industrial de medicamentos es enorme. Hay denuncias y
debates que generalmente se esconden porque afean el panorama. La
industria farmacéutica tiene controles sobre la inmensa mayoría de
publicaciones especializadas y las revistas de divulgación científica.
La industria farmacéutica gasta fortunas en publicidad y en regalos para
sus médicos favoritos. Se trata de una dictadura del negocio
farmacéutico.
Los médicos son la tercera causa de muerte en los EE.UU.: causan 250.000 muertes por año.2 No todos, claro, no todos.
¿Está todo tan mal?
Contamos con Cuba, por ejemplo. Algunas tareas
indispensables para superar las patologías generadas por la industria
médico-farmacéutica del capitalismo deberían pasar a estas horas por la
expropiación, sin pago, y bajo control obrero, de todo el negociado
obsceno que hoy deambula impunemente por el mundo. No hay alternativas.
El capitalismo es un delito3 y una maquinaria infernal de producir
crisis ecológica, enfermedad y muerte. A estas horas es preciso
reformular todas nuestras concepciones teórico-metodológicas en materia
de salud y de políticas socialistas de salud. Aprovechar los mejores
logros, los que son realmente útiles y liberarlos de las garras del
capitalismo. Reformular nuestras ideas y preconcepciones sobre el
organismo humano sus interdependencias con la naturaleza toda, su
desarrollo y su situación actual.
Reformular la investigación científica y los principios
mismos de la actividad médica adaptados a la realidad concreta y las
urgencias de esta etapa. Transformar los modelos de enseñanza y la
educación médica en todos sus niveles. A estas horas es inexcusable
garantizar la salud y los servicios en condiciones que permitan
soberanía política en políticas concretas, democracia médica
revolucionaria, erradicación del rezago médico y de las enfermedades de
la pobreza. Prevención socialista y planificación, educación y la
cultura de la salud, empleo digno para los trabajadores de la seguridad
social... afincar una Filosofía socialista de la salud que privilegie la
vida digna como un derecho concreto e inalienable. Vincular el problema
de la salud con la preservación de los ecosistemas. Garantizar
condiciones materiales de existencia, justas y democráticas. Los más
avanzados descubrimientos de la medicina no pueden ser propiedad privada
de un puñado de capitalistas. El movimiento obrero debe exigir su
nacionalización inmediata al lado de la nacionalización de los grandes
bancos, los latifundios y los monopolios que someten nuestras vidas a la
dictadura del Capital. Sólo una economía socialista planificada
racionalmente podrá desarrollar la riqueza de los conocimientos en
materia de salud para ponerlos realmente al servicio de la humanidad y
su desarrollo. Eso será realmente curativo.
1 http://www.militante.org/medicinas-laboratorios-monopolios-y-nuestra-salud
2 http://www.bibliotecapleyades.net/ciencia/ciencia_industryweapons02.htm
3 Antonio Salamanca http://www.aporrea.org/ideologia/a97634.html
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