Estos bienvenidos aires de sonidos diversos han ocurrido, sobre todo, en los ciclos de jazz y de música de cámara que la UNAM promueve en sus distintas sedes de conciertos, y en días recientes ocurrió la interesante coincidencia de un muy buen instrumentista en ambas vertientes: el trompetista estadunidense John Urness, quien por estos tiempos ocupa el atril de primera trompeta en la coherente y disciplinada Orquesta Sinfónica del Estado de México.
En la primera de sus dos presentaciones (12 de febrero, Anfiteatro Simón Bolívar), Urness se enfrentó a una de las criaturas más temibles del repertorio, la formidable y complicadísima Toot suite para trompeta y trío de jazz de Claude Bolling, con la colaboración de Edison Quintana en piano, Valeria Thierry en contrabajo y Darío Hadrian Osorio en batería. Cabe aclarar que si bien la suite sí contiene numerosos elementos de jazz, también está habitada por diversas referencias a otros géneros y estilos, particularmente a cierta música de salón muy en boga en el tránsito entre los siglos XIX y XX.
Los seis movimientos de la Toot suite presentan retos técnicos individuales de alto nivel, y en su conjunto, la ejecución integral de la obra (que se ha realizado en contadas ocasiones en México) es una auténtica tour de force. La interpretación de John Urness a la suite de Bolling, no exenta de un par de pasajes conflictivos, tuvo como virtud principal su cuidado y atención al estilo de cada movimiento y, sobre todo, la habilidad para resolver con credibilidad lo que a mi juicio es el mayor reto de la pieza: el tener que tocarla en cinco trompetas de diferentes tesituras y afinaciones, con todos los obstáculos mecánicos, de afinación y de embocadura que ello implica. Particularmente encomiable, en este sentido, la buena transición lograda por Urness de la trompeta piccolo al flugelhorn, y de regreso a la trompeta piccolo, para los últimos tres movimientos de la Toot suite, un malabarismo instrumental nada fácil de realizar.
En su segundo recital (20 de febrero, Sala Carlos Chávez), John Urness estuvo acompañado por Catherine Barrow en el violín y Wojciech Nycz en el piano, para un programa ciertamente atractivo y muy bien logrado. En la Leyenda, de Georges Enesco (tocada en una trompeta de válvulas rotatorias con un bello timbre), destacó sobre todo la estabilidad y color de las numerosas notas graves solicitadas por el compositor. El Trío de Eric Ewazen (compositor estadunidense especialistas en la escritura para metales) es una pieza de aliento neoclásico influida claramente por la música de Aaron Copland. Sólida ejecución de la obra entera, con logros particulares de coherencia y energía en su brillante y vital cuarto movimiento. El momento culminante de este recital de John Urness y sus colaboradores fue una redonda y bien equilibrada interpretación (en estreno absoluto) de su propio arreglo a esa joya camerística que es el Trío Op. 40 de Johannes Brahms redactado originalmente para corno, y transcrito por el trompetista para el flugelhorn de cuatro pistones, ideal por su timbre para comunicar la bucólica calidez de esta notable música.
Urness, bien secundado por Barrow y Nycz, fue elástico y fluido en los movimientos lentos del Trío Op. 40, trazando con buen sentido de la continuidad los nobles arcos melódicos de Brahms. En los movimientos segundo y cuarto (Scherzo y Allegro), tocó con un controlado impulso motor y una apreciable precisión rítmica, manteniendo siempre el sonido de su flugelhorn más cercano al espíritu del corno que al de la trompeta. Un buen recital, con una dotación poco usual, un programa atractivo, y ejecuciones sólidas.
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