Ya salió el peine. Uno de los proveedores de armas a los carteles mexicanos es el gobierno de Estados Unidos. Gran regalo para Calderón, ¿lo habrá podido utilizar en su reunión con Obama?
Ahora resulta que tuvo que morir un agente del gobierno estadounidense para que nos enteremos que la Agencia de Control del Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego (ATF, por sus siglas en inglés) cerraron tratos con vendedores de armas con licencia para que colaboraran como informadores y ofrecieran arsenales a los contrabandistas. Se suponía que llevaban un control del paso de armas y que usarían la información para desmantelar a las redes de criminales. Pero muy grave es enterarnos que mantienen operaciones secretas y encubiertas de las que el gobierno mexicano no tiene la menor referencia.
Hasta aquí la cosa tiene un tufo de albañal, que se empeora si suponemos que esos agentes no son ángeles del bien, que pueden tener tentaciones y que pueden deslumbrarse con el dinero y aprovechar la oportunidad; no se por qué escribiendo esto, me viene a la mente una asociación con los casi mil millones de dólares –o más- que se perdieron en Irak y Afganistán, especialmente porque se manejaban en efectivo y sin muchos controles y a río revuelto personajes corruptos se llenan los bolsillos de dinero del que no hay que dar cuentas, como por ejemplo operativos de tráfico de armas en una “zona de guerra” como México.
Si somos suspicaces y no podemos no serlo, debemos pensar que en los miles de armas que la ATF pasó a México sin avisarle al gobierno mexicano, es muy posible que alguna negociación haya salido mal. ¿Qué tal entonces si el atentado contra los agentes del ATF fue el resultado de una operación malograda?, porque hasta ahora los criminales sin chapa oficial han demostrado tener muy poca tolerancia para el juego sucio y que se cobran las afrentas con mucha sangre.
Pero no solamente el gobierno mexicano fue excluido formalmente de esta operación y la pobre señora Napolitano que esta encargada de la seguridad interna de Estados Unidos dice no haberse enterado. De poco sirve una funcionaria incapaz de manejar los aspectos centrales de la seguridad bi-nacional si bajo sus narices se inunda de armas al país que ella le reclama porque murió un agente que actuaba de manera encubierta en una operación ilegal.
Me adelanto y sostengo que no se le puede pedir legalidad a funcionarios cuya moralidad rebasa los límites del Estado de Derecho y que someten a la Razón de Estado a sus intereses particulares. Esto se complica porque sus gobiernos tienen una larga historia de pisoteo de las naciones con las que mantienen relaciones de amistad, pienso en el Irán-contra, múltiples golpes de estado, secuestro de ciudadanos de países amigos –como el caso Alvarez Machaín- y para que seguir con el rosario de casos. El caso es que la mezcla de políticas de sometimiento y actitudes personales egoístas solamente anuncia situaciones desastrosas aunque se escude en temores artificiales.
Me tocó ver a cinco agentes de seguridad en el aeropuerto de Austin que no hacían nada. Una hablaba con la gente, charla insulsa, otro traía un aparato para medir algo, especialmente en las bebidas, dentro del área estéril y tres solamente veían. Tal vez los funcionarios de la señora Napolitano se dedican a tantas cosas inútiles, que no alcanzan a ver las verdaderas amenazas a la seguridad porque actúan enfrente de ellos, o ¿será que duermen con el enemigo y no terminan de darse cuenta?
En el terreno de la suspicacia no deja de sorprender la rapidez en la captura del culpable del asesinato del agente Zapata y del arma. Con las decenas de miles de asesinatos que hay en México con los que nunca se encuentra ningún culpable, con las quejas de abuso del ejército y las policías que nunca se actúa contra ellos, ahora resulta que solamente unos días después del asesinato nos presentan a dos culpables. Aquí hay varias hipótesis:
1. Los detenidos se encontraron culpables con la vieja tecnología de investigación policíaca mexicana: tortura.
2. Encontraron unos chivos expiatorios para entregárselos a Estados Unidos, especialmente porque exigieron que se actuara con efectividad, ya encontraran el resquicio legal para sacarlos rápido de la cárcel.
3. Los policías o quién haya encontrado a los asesinos no son del todo inocentes y sabían muy bien a donde buscar.
4. Todos los anteriores.
No hay duda que cuando quieren la policía puede ser muy eficiente. Pero tampoco parece haber duda que en ciertas circunstancias alguien les exige cuentas y ellos las dan y que mejor si es el Tío Sam que parece haberse enojado. ¿Resuelve esto algo los grandes problemas que nos aqueja? No, pero no se trata de eso.
Ahora resulta que tuvo que morir un agente del gobierno estadounidense para que nos enteremos que la Agencia de Control del Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego (ATF, por sus siglas en inglés) cerraron tratos con vendedores de armas con licencia para que colaboraran como informadores y ofrecieran arsenales a los contrabandistas. Se suponía que llevaban un control del paso de armas y que usarían la información para desmantelar a las redes de criminales. Pero muy grave es enterarnos que mantienen operaciones secretas y encubiertas de las que el gobierno mexicano no tiene la menor referencia.
Hasta aquí la cosa tiene un tufo de albañal, que se empeora si suponemos que esos agentes no son ángeles del bien, que pueden tener tentaciones y que pueden deslumbrarse con el dinero y aprovechar la oportunidad; no se por qué escribiendo esto, me viene a la mente una asociación con los casi mil millones de dólares –o más- que se perdieron en Irak y Afganistán, especialmente porque se manejaban en efectivo y sin muchos controles y a río revuelto personajes corruptos se llenan los bolsillos de dinero del que no hay que dar cuentas, como por ejemplo operativos de tráfico de armas en una “zona de guerra” como México.
Si somos suspicaces y no podemos no serlo, debemos pensar que en los miles de armas que la ATF pasó a México sin avisarle al gobierno mexicano, es muy posible que alguna negociación haya salido mal. ¿Qué tal entonces si el atentado contra los agentes del ATF fue el resultado de una operación malograda?, porque hasta ahora los criminales sin chapa oficial han demostrado tener muy poca tolerancia para el juego sucio y que se cobran las afrentas con mucha sangre.
Pero no solamente el gobierno mexicano fue excluido formalmente de esta operación y la pobre señora Napolitano que esta encargada de la seguridad interna de Estados Unidos dice no haberse enterado. De poco sirve una funcionaria incapaz de manejar los aspectos centrales de la seguridad bi-nacional si bajo sus narices se inunda de armas al país que ella le reclama porque murió un agente que actuaba de manera encubierta en una operación ilegal.
Me adelanto y sostengo que no se le puede pedir legalidad a funcionarios cuya moralidad rebasa los límites del Estado de Derecho y que someten a la Razón de Estado a sus intereses particulares. Esto se complica porque sus gobiernos tienen una larga historia de pisoteo de las naciones con las que mantienen relaciones de amistad, pienso en el Irán-contra, múltiples golpes de estado, secuestro de ciudadanos de países amigos –como el caso Alvarez Machaín- y para que seguir con el rosario de casos. El caso es que la mezcla de políticas de sometimiento y actitudes personales egoístas solamente anuncia situaciones desastrosas aunque se escude en temores artificiales.
Me tocó ver a cinco agentes de seguridad en el aeropuerto de Austin que no hacían nada. Una hablaba con la gente, charla insulsa, otro traía un aparato para medir algo, especialmente en las bebidas, dentro del área estéril y tres solamente veían. Tal vez los funcionarios de la señora Napolitano se dedican a tantas cosas inútiles, que no alcanzan a ver las verdaderas amenazas a la seguridad porque actúan enfrente de ellos, o ¿será que duermen con el enemigo y no terminan de darse cuenta?
En el terreno de la suspicacia no deja de sorprender la rapidez en la captura del culpable del asesinato del agente Zapata y del arma. Con las decenas de miles de asesinatos que hay en México con los que nunca se encuentra ningún culpable, con las quejas de abuso del ejército y las policías que nunca se actúa contra ellos, ahora resulta que solamente unos días después del asesinato nos presentan a dos culpables. Aquí hay varias hipótesis:
1. Los detenidos se encontraron culpables con la vieja tecnología de investigación policíaca mexicana: tortura.
2. Encontraron unos chivos expiatorios para entregárselos a Estados Unidos, especialmente porque exigieron que se actuara con efectividad, ya encontraran el resquicio legal para sacarlos rápido de la cárcel.
3. Los policías o quién haya encontrado a los asesinos no son del todo inocentes y sabían muy bien a donde buscar.
4. Todos los anteriores.
No hay duda que cuando quieren la policía puede ser muy eficiente. Pero tampoco parece haber duda que en ciertas circunstancias alguien les exige cuentas y ellos las dan y que mejor si es el Tío Sam que parece haberse enojado. ¿Resuelve esto algo los grandes problemas que nos aqueja? No, pero no se trata de eso.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario