Rosario Ibarra
Hace poco, apenas el pasado día 5, se llevó a cabo el Encuentro Continental de Mujeres Indígenas en Hueyapan, Morelos. Fui invitada, pero compromisos ineludibles contraídos con anterioridad me hacían imposible el asistir. Decidí entonces enviar un saludo que a continuación transcribo.
Me dirijo a las mujeres indígenas, nobles y valientes hermanas que llegan desde pueblos y comunidades lejanas de esta América a la que llaman Latina y a la que yo prefiero nombrar como el poeta que fue y ha sido la más alta cumbre lírica de esta tierra. Él la llamó la América fragante. Ustedes, hermanas, llegan hasta Hueyapan, a compartir las experiencias de lucha de sus vidas, reunidas bajo el verdor de los árboles, portando el estandarte verde de la esperanza reivindicadora de años y años de exigir una justicia que no llega; mujeres que anhelan que esta dolorida patria grande cambie, que sea “suave”, como la llamó otro poeta; que la miseria y el hambre no sean los eternos visitantes de sus hogares; que las enfermedades y el crimen no sieguen las vidas de los suyos. Que en este trozo del continente que es nuestra patria, el Ejército (pueblo uniformado) no sea el verdugo de los pobres, que siga siendo el pueblo hermano de aquellos que lucharon en 1910, al lado de los que anhelaban el bienestar para todos, pero que fueron traicionados por los ancestros de los ruines que hoy se sienten los dueños de esta tierra y que secuestran, torturan y desaparecen a seres humanos a los que encierran en cárceles clandestinas de campos militares y bases navales en desacato perverso y descarado de las leyes.
Mujeres, hermanas indígenas, que con su afán de lucha, me hacen recordar las enseñanzas de mis padres, su ejemplo que han sido como las cariátides que me han sostenido en mi dolor y en mi tristeza; que son mi energía para luchar, mi decisión de ser solidaria con todos los que sufren penas gemelas de la mía, o distintas, pero que provienen del autoritarismo, de la corrupción, de la impunidad y que se cobijan con la simulación y la hipocresía de los malos gobiernos. Mujeres que forman parte de este pueblo mexicano que nos apoyó, este noble abnegado y generoso pueblo, ha sido siempre la fuerza que ha sostenido a este país, a pesar de haber sufrido los desmanes de los malos gobiernos. Siento y pienso, lo imagino como un enorme ejército de fuertes columnas que han soportado el enorme peso de un país que no se derrumba por su estoicismo, por su valor y, repito, por su enorme bondad.
Quiero expresarles mi solidaridad a tantas mujeres indígenas que sufren violencia, como Inés Fernández Ortega y Valentina Rosendo Cantú, mujeres del pueblo Me’phaa, del estado de Guerrero, México, quienes fueron violadas y torturadas por efectivos militares en el año 2002 y que actualmente siguen sufriendo agresiones y amenazas de quienes las ofendieron, junto con sus familias y las organizaciones que las han acompañado. Nos indigna la falta de respuesta por parte del gobierno mexicano.
Por más de ocho años Inés y Valentina han sostenido una incansable lucha por alcanzar la justicia, la cual recientemente rindió uno de sus más importantes frutos. La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) dictó dos sentencias condenando al Estado mexicano por su responsabilidad de haber violado los derechos humanos de ambas mujeres y, posteriormente, por haber negado su acceso a la justicia. Sin embargo, hasta el día de hoy el Estado mexicano no ha mostrado voluntad alguna para dar cumplimiento a las sentencias e implementar las medidas necesarias para evitar que los actos de amenazas y hostigamiento continúen. Lo vivido por Inés y Valentina muestra la recurrencia en México de tan graves problemas.
Sin embargo, la perseverancia y valentía de estas dos mujeres ha puesto en evidencia la indignante situación del manejo de los derechos humanos en México. Con su lucha, también han mostrado la inconveniencia del fuero militar contra el cual hemos luchado durante tantos años. Desafortunadamente las mujeres indígenas en este país sufren como se ha dicho, una acentuada discriminación por género, origen y pobreza.
Por lo anteriormente dicho las mujeres, madres, esposas, hijas, hermanas del Comité Eureka (de familiares de desaparecidos) saludamos este Encuentro Continental de Mujeres Indígenas como un espacio en donde del intercambio de ideas y experiencias surgirá no solamente la claridad necesaria para la defensa y el respeto de sus derechos ciudadanos de mujeres indígenas sino argumentos y fuerza para aportar a la lucha la exigencia de justicia e igualdad para todas las mujeres.
Dirigente del Comité ¡Eureka!
Me dirijo a las mujeres indígenas, nobles y valientes hermanas que llegan desde pueblos y comunidades lejanas de esta América a la que llaman Latina y a la que yo prefiero nombrar como el poeta que fue y ha sido la más alta cumbre lírica de esta tierra. Él la llamó la América fragante. Ustedes, hermanas, llegan hasta Hueyapan, a compartir las experiencias de lucha de sus vidas, reunidas bajo el verdor de los árboles, portando el estandarte verde de la esperanza reivindicadora de años y años de exigir una justicia que no llega; mujeres que anhelan que esta dolorida patria grande cambie, que sea “suave”, como la llamó otro poeta; que la miseria y el hambre no sean los eternos visitantes de sus hogares; que las enfermedades y el crimen no sieguen las vidas de los suyos. Que en este trozo del continente que es nuestra patria, el Ejército (pueblo uniformado) no sea el verdugo de los pobres, que siga siendo el pueblo hermano de aquellos que lucharon en 1910, al lado de los que anhelaban el bienestar para todos, pero que fueron traicionados por los ancestros de los ruines que hoy se sienten los dueños de esta tierra y que secuestran, torturan y desaparecen a seres humanos a los que encierran en cárceles clandestinas de campos militares y bases navales en desacato perverso y descarado de las leyes.
Mujeres, hermanas indígenas, que con su afán de lucha, me hacen recordar las enseñanzas de mis padres, su ejemplo que han sido como las cariátides que me han sostenido en mi dolor y en mi tristeza; que son mi energía para luchar, mi decisión de ser solidaria con todos los que sufren penas gemelas de la mía, o distintas, pero que provienen del autoritarismo, de la corrupción, de la impunidad y que se cobijan con la simulación y la hipocresía de los malos gobiernos. Mujeres que forman parte de este pueblo mexicano que nos apoyó, este noble abnegado y generoso pueblo, ha sido siempre la fuerza que ha sostenido a este país, a pesar de haber sufrido los desmanes de los malos gobiernos. Siento y pienso, lo imagino como un enorme ejército de fuertes columnas que han soportado el enorme peso de un país que no se derrumba por su estoicismo, por su valor y, repito, por su enorme bondad.
Quiero expresarles mi solidaridad a tantas mujeres indígenas que sufren violencia, como Inés Fernández Ortega y Valentina Rosendo Cantú, mujeres del pueblo Me’phaa, del estado de Guerrero, México, quienes fueron violadas y torturadas por efectivos militares en el año 2002 y que actualmente siguen sufriendo agresiones y amenazas de quienes las ofendieron, junto con sus familias y las organizaciones que las han acompañado. Nos indigna la falta de respuesta por parte del gobierno mexicano.
Por más de ocho años Inés y Valentina han sostenido una incansable lucha por alcanzar la justicia, la cual recientemente rindió uno de sus más importantes frutos. La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) dictó dos sentencias condenando al Estado mexicano por su responsabilidad de haber violado los derechos humanos de ambas mujeres y, posteriormente, por haber negado su acceso a la justicia. Sin embargo, hasta el día de hoy el Estado mexicano no ha mostrado voluntad alguna para dar cumplimiento a las sentencias e implementar las medidas necesarias para evitar que los actos de amenazas y hostigamiento continúen. Lo vivido por Inés y Valentina muestra la recurrencia en México de tan graves problemas.
Sin embargo, la perseverancia y valentía de estas dos mujeres ha puesto en evidencia la indignante situación del manejo de los derechos humanos en México. Con su lucha, también han mostrado la inconveniencia del fuero militar contra el cual hemos luchado durante tantos años. Desafortunadamente las mujeres indígenas en este país sufren como se ha dicho, una acentuada discriminación por género, origen y pobreza.
Por lo anteriormente dicho las mujeres, madres, esposas, hijas, hermanas del Comité Eureka (de familiares de desaparecidos) saludamos este Encuentro Continental de Mujeres Indígenas como un espacio en donde del intercambio de ideas y experiencias surgirá no solamente la claridad necesaria para la defensa y el respeto de sus derechos ciudadanos de mujeres indígenas sino argumentos y fuerza para aportar a la lucha la exigencia de justicia e igualdad para todas las mujeres.
Dirigente del Comité ¡Eureka!
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