Elida Aponte Sánchez
Si existe una palabra que acarrea múltiples emociones, reacciones y expresiones es: Feminismo. Quienes no saben lo que es, son los primeros y las primeras en denostarlo y promover su destrucción, extendiendo la censura e infamación a quienes hemos hecho del mismo nuestra filosofía y acción militante. La ignorancia es audaz, dice un adagio.
El Feminismo es un pensamiento científico, explicativo y transformador de la sociedad. Es una revolución, tal vez, la mayor revolución de los tiempos modernos. Una extraña revolución en la que no se ha derramado una gota de sangre, al menos de sangre ajena, sin embargo, como bien lo señalan Almeida y Gallizo “es la revolución que más cosas ha hecho cambiar en la vida cotidiana de la gente, y sobre todo, la que ha producido cambios más irreversibles”.
La revolución feminista es y ha sido la respuesta de las mujeres al poder patriarcal, sin olvidar que las mujeres han impulsado otras revoluciones desde la era cristiana, además de la propia y, regularmente, han salido de ellas con las manos vacías. El reclamo que durante siglos ha motivado esa lucha de las mujeres y que caracteriza al feminismo, es la igualdad. La igualdad que es también el derecho de derechos, ha nutrido la teoría, o mejor dicho, las teorías que han inspirado la revolución feminista y los movimientos de las mujeres, en general. Por lo que podemos decir que el feminismo es la doctrina de la igualdad de los derechos para las mujeres, basada en la teoría de la igualdad de los sexos. Sin olvidar que la igualdad se encuentra indisolublemente unida a otros derechos, como la libertad, por ejemplo, porque, como bien lo expresa el artículo 19 de la Constitución, los derechos humanos son indivisibles, irrenunciables e interdependientes en su ejercicio.
El Feminismo no es una lucha contra los hombres. Es una lucha, como ya quedó dicho, contra un enemigo: el Patriarcado. Ese enemigo, que lo es no sólo de las mujeres sino de toda la humanidad, pone el control de la sociedad en manos masculinas. El patriarcado es una cultura, un sistema, una civilización, un orden económico, un orden político, un orden jurídico, un orden religioso, un orden científico, etc. Pero, sobre todo, el patriarcado es un PODER. Un poder que se manifiesta en todos los lugares, instituciones, personas, hábitos, culturas, religiones, ideologías, incluso, al interior del alma de muchas mujeres. Y ello es así porque el patriarcado socializa bajo sus roles y jerarquía de género tanto a los hombres como a las mujeres. ¿Por qué el patriarcado ha logrado sostenerse durante siglos, gozando aún de muy buena salud?. Porque siempre ha contado con dos ejércitos: un ejército de primera línea, que son los hombres, socializados como hermanos (frater), quienes siempre se atribuirán el poder que, consideran, les pertenece sólo por ser tales. Y un segundo ejército, integrado por las mujeres, obligadas a reproducir y sostener materialmente al primero, socializadas como enemigas para servir al interés y al deseo masculino. Es por ello que se explica, mas hoy no se justifica, la conducta de mujeres que se comportan como hombres honorarios. Viene a mi mente aquella obra titulada El Emilio, de Rousseau, rémora de la filosofía del siglo V antes de Cristo, en la cual se recogen las afirmaciones de Aristóteles y otros autores griegos, al considerar que el único fin o destino de la mujer es hacer feliz al hombre.
El Feminismo promueve la Sororidad. Sororidad viene del latín Soror, sororis, hermana, e-idad, relativo a, calidad de. Si la fraternidad es el pacto entre los hombres por el que se reconocen interlocutores y sujetos políticos y por el cual se excluye a las mujeres; la sororidad es el pacto entre las mujeres por el que se reconocen hermanas, siendo una dimensión ética, política y práctica del feminismo contemporáneo.
Dra. Elida Aponte Sánchez
Experta Doctorada en Estudios de las Mujeres
mercedesa9@gmail.com
Si existe una palabra que acarrea múltiples emociones, reacciones y expresiones es: Feminismo. Quienes no saben lo que es, son los primeros y las primeras en denostarlo y promover su destrucción, extendiendo la censura e infamación a quienes hemos hecho del mismo nuestra filosofía y acción militante. La ignorancia es audaz, dice un adagio.
El Feminismo es un pensamiento científico, explicativo y transformador de la sociedad. Es una revolución, tal vez, la mayor revolución de los tiempos modernos. Una extraña revolución en la que no se ha derramado una gota de sangre, al menos de sangre ajena, sin embargo, como bien lo señalan Almeida y Gallizo “es la revolución que más cosas ha hecho cambiar en la vida cotidiana de la gente, y sobre todo, la que ha producido cambios más irreversibles”.
La revolución feminista es y ha sido la respuesta de las mujeres al poder patriarcal, sin olvidar que las mujeres han impulsado otras revoluciones desde la era cristiana, además de la propia y, regularmente, han salido de ellas con las manos vacías. El reclamo que durante siglos ha motivado esa lucha de las mujeres y que caracteriza al feminismo, es la igualdad. La igualdad que es también el derecho de derechos, ha nutrido la teoría, o mejor dicho, las teorías que han inspirado la revolución feminista y los movimientos de las mujeres, en general. Por lo que podemos decir que el feminismo es la doctrina de la igualdad de los derechos para las mujeres, basada en la teoría de la igualdad de los sexos. Sin olvidar que la igualdad se encuentra indisolublemente unida a otros derechos, como la libertad, por ejemplo, porque, como bien lo expresa el artículo 19 de la Constitución, los derechos humanos son indivisibles, irrenunciables e interdependientes en su ejercicio.
El Feminismo no es una lucha contra los hombres. Es una lucha, como ya quedó dicho, contra un enemigo: el Patriarcado. Ese enemigo, que lo es no sólo de las mujeres sino de toda la humanidad, pone el control de la sociedad en manos masculinas. El patriarcado es una cultura, un sistema, una civilización, un orden económico, un orden político, un orden jurídico, un orden religioso, un orden científico, etc. Pero, sobre todo, el patriarcado es un PODER. Un poder que se manifiesta en todos los lugares, instituciones, personas, hábitos, culturas, religiones, ideologías, incluso, al interior del alma de muchas mujeres. Y ello es así porque el patriarcado socializa bajo sus roles y jerarquía de género tanto a los hombres como a las mujeres. ¿Por qué el patriarcado ha logrado sostenerse durante siglos, gozando aún de muy buena salud?. Porque siempre ha contado con dos ejércitos: un ejército de primera línea, que son los hombres, socializados como hermanos (frater), quienes siempre se atribuirán el poder que, consideran, les pertenece sólo por ser tales. Y un segundo ejército, integrado por las mujeres, obligadas a reproducir y sostener materialmente al primero, socializadas como enemigas para servir al interés y al deseo masculino. Es por ello que se explica, mas hoy no se justifica, la conducta de mujeres que se comportan como hombres honorarios. Viene a mi mente aquella obra titulada El Emilio, de Rousseau, rémora de la filosofía del siglo V antes de Cristo, en la cual se recogen las afirmaciones de Aristóteles y otros autores griegos, al considerar que el único fin o destino de la mujer es hacer feliz al hombre.
El Feminismo promueve la Sororidad. Sororidad viene del latín Soror, sororis, hermana, e-idad, relativo a, calidad de. Si la fraternidad es el pacto entre los hombres por el que se reconocen interlocutores y sujetos políticos y por el cual se excluye a las mujeres; la sororidad es el pacto entre las mujeres por el que se reconocen hermanas, siendo una dimensión ética, política y práctica del feminismo contemporáneo.
Dra. Elida Aponte Sánchez
Experta Doctorada en Estudios de las Mujeres
mercedesa9@gmail.com
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