OPINIÓN
Por Leticia Burgos Ochoa*
Sonora, 2 ago 11 (CIMAC).- Ayer platicaba con Daniela, una joven de la Red, y me decía que su padre ya no la quería en casa, o buscaba trabajo o buscaba donde irse. Me comentaba que cuando por fin encontró trabajo en ACOSA (empresa trasnacional de Autocircuitos en Sonora) a los seis meses la despidieron.
Daniela es en realidad un caso de miles de mujeres que afrontan la calle de la manera más brutal. Sin más ni más las desocupan y para colmo en casa la situación se torna más difícil cuando el sostén depende de una o dos personas, como es el caso de Daniela.
En Sonora el desempleo se mantiene por arriba de la media nacional: 5.6 por ciento según el reporte de junio del Inegi. Entre mujeres y hombres la diferencia es un punto porcentual, es decir, que el desempleo les pega mucho más a las mujeres.
Lo que nos dicen las cifras es parte de la realidad pues resulta que es mucho más grave. Las mujeres que llegan a emplearse son las primeras en quedar en la calle.
La mayoría de los empleos para ellas está en el sector de los servicios y del comercio, donde se presenta la mayor movilidad; en el mejor de los casos con cobertura médica, pero sin adecuados servicios de guarderías, ni horarios accesibles a sus necesidades.
La mayoría de los empleos femeninos son temporales, sin seguridad social, ni prestaciones y sin condiciones adecuadas para su permanencia, pero la situación se agrava cuando a igual trabajo que el hombre a la mujer se le paga menos.
Según el reporte de Inegi, entre las mujeres desempleadas las menores de 19 años son las más afectadas y así como Daniela, de seguro enfrentan la calle con más violencia. Las jóvenes y los jóvenes hoy en día no sólo enfrentan la violencia laboral sino también la violencia familiar y la comunitaria.
El dato sólo habla de la población de 14 años o más que pasa por una contratación y el registro de la Seguridad Social, pero resulta que la realidad es mucho más cruel.
Más allá de la ocupación del padre y cada vez más de la madre, hijos e hijas jóvenes y niños han tenido que buscar empleo para sortear las necesidades básicas de su educación y diversión, e incluso para aportar en su hogar y así garantizar su permanencia en el seno familiar .
El escenario del empleo no es nada alentador para todos, pero en especial para las mujeres y jóvenes resulta más alarmante. Se suma la carencia de una organización y de una defensa genuina de ellas como mujeres trabajadoras. La violencia laboral se encadena con otras formas de violencia propiciando que más mujeres enfrenten la calle con crueldad.
Daniela se preguntará qué haré ahora sin trabajo y sin hogar. Eso de “más mujeres a la calle” genera mayores retos en lo individual, en lo familiar y en lo social. Pero sobre todo es un gran reto para los gobiernos que tienen la tarea de hacer valer su palabra con hechos y no sólo con dichos.
*Ex legisladora federal e integrante de la Red Feminista Sonorense.
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