8/04/2011

Sicilia o el poder del discurso



Lorenzo Meyer
4 Ago. 11

·La lucha por la legitimidad

En los últimos cuatro lustros, dos son los discursos políticos que han tenido un gran impacto en México e incluso fuera, por su capacidad de condensar los agravios de una parte significativa de la sociedad: el de los rebeldes que formaron el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el que hoy está construyendo el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD). El diagnóstico y el memorial de agravios formulados por el EZLN y el MPJD despiertan el interés y solidaridad de muchos -y el odio de algunos- porque contrastan de manera radical con la forma y el contenido del discurso gastado, irrelevante y sin credibilidad, de quienes gobiernan al país: políticos, empresarios, diplomáticos extranjeros o dirigentes religiosos.

El discurso del EZLN de los 1990 estuvo acompañado del uso de las armas, aunque éstas fueron pocas y nunca decisivas (para auténtico reto armado al gobierno, el de los ejércitos del narcotráfico). El verdadero daño al salinismo y al régimen priista lo causaron las palabras y acciones simbólicas de los insurgentes. Desde el gabinete de Zedillo alguien se mofó del EZLN calificándolo de "guerrilla de internet", sin entender que justamente ahí residía su inteligencia y auténtica fuerza, en los argumentos éticos, sociales e históricos con que desnudó la pobreza y falsedad del discurso tecnocrático neoliberal -ese que se autodenominó "liberalismo social" para traducir y hacer aceptable su dureza y su sumisión al "consenso de Washington".

Nadie, desde las alturas del gobierno, partidos, gran empresa o de las otras arenas de lo establecido, pudo rebatir con eficacia las acusaciones de los rebeldes indígenas chiapanecos.

Desde el inicio el EZLN eligió el campo y llevó la iniciativa de la discusión con que enfrentó al gobierno: el agravio centenario de las comunidades originales de México. Con su famoso documento en torno "¿De qué nos van a perdonar? ¿De no morirnos de hambre? ¿De no callarnos en nuestra miseria?..." del 18 de enero de 1994, el neozapatismo puso de su lado a una parte importante de la sociedad mexicana e internacional, y el gobierno de los tecnócratas no pudo usar a fondo su superioridad armada para aplastarlos. Hace tiempo que el EZLN fue aislado por un cerco político-militar y ha dejado de estar en el centro de la discusión política mexicana, pero sobrevive, no se le puede destruir, y lo que aún le sostiene es la fuerza de su discurso.

A diferencia del EZLN, el vigor del MPJD no reside, ni simbólicamente, en rebeldía y fuerza militar. Al contrario, su eficacia radica en una crítica a fondo de las armas, tanto las del crimen organizado como las gubernamentales; las primeras por brutalmente criminales y las segundas por instancias de lo mismo y, encima, ineficaces.

La robustez del MPJD proviene de su decisión y capacidad de dar voz a un hartazgo generalizado -el ya famoso "estamos hasta la madre"- por una violencia criminal y gubernamental sin sentido, en ascenso y donde las víctimas -criminales, policías, militares e inocentes- ya suman 50 mil en poco menos de cinco años.

La pluma del poeta que organizó y está al frente del MPJD, Javier Sicilia, juega hoy el mismo papel que la del subcomandante Marcos jugó para el EZLN. Las dos se mojan en la tinta de un pensamiento religioso que tras 500 años tiene indudables resonancias en México. En los hechos, la palabra del subcomandante estaba avalada por su compromiso a fondo con las causas de los indígenas chiapanecos, la de Sicilia por el horror y sinsentido del asesinato de un hijo y de todas las muertes que ha causado y sigue causando la "Guerra de Calderón".

·El rey desnudo

Tres son los discursos fundamentales de Sicilia: el dado el 8 de mayo en el Zócalo de la Ciudad de México y los dos con que abrió las reuniones de Chapultepec, la primera con Felipe Calderón el 23 de junio y, la segunda, con los representantes del Poder Legislativo el 28 de julio. Las ideas formuladas por Sicilia y que resuenan, que tienen eco entre un buen número de mexicanos, son muchas pero se pueden resumir en una muy general y fundamental: el contenido del ejercicio del poder en México está tan alejado de los intereses del grueso del pueblo mexicano que resulta ilegítimo y dañino.

En el Zócalo de la Ciudad de México, Sicilia puso y exigió que las víctimas dejaran de ser los números de los partes gubernamentales y se les devolvieran sus nombres, su individualidad y se aquilatara el significado de cada una de esas muertes. Muertes producto de una guerra absurda, llevada a cabo por una estructura gubernamental profundamente corrompida, no representativa y que en cada uno de sus niveles mantiene ligas con el mundo criminal que dice combatir.

El encuentro, en junio, del MPJD con Felipe Calderón y parte de su gabinete resultó histórico, sin precedentes. Ahí Javier Sicilia le dijo de frente, literalmente en su cara, al Poder Ejecutivo, que, en carácter de tal, estaba obligado a pedir perdón a la nación en general y a las víctimas de la violencia en particular, de una guerra "entre ustedes [los gobernantes] y los narcotraficantes" pero "que no es nuestra". Esa guerra fue declarada sin antes haber hecho "una profunda reforma política y un saneamiento de las instituciones", instituciones podridas, y por tanto el resultado significa una injusticia a una sociedad que está pagando un precio muy alto por la irresponsabilidad de una clase política que ha dado prioridad a la seguridad de las instituciones y no a la seguridad humana, todo lo cual ha desembocado en una emergencia nacional.

En la última reunión de Chapultepec, del MPJD con la cúpula del Congreso el 28 de julio, el documento con que Sicilia abrió la reunión subrayó la no representatividad de nuestra democracia representativa. Y ésa no es una "verdad poética" sino una verdad dura que avalan las encuestas: los llamados "representantes populares", senadores y diputados, se encuentran hasta el fondo de las valoraciones hechas por los ciudadanos mexicanos (véase la encuesta de Consulta Mitofsky de junio, 2011).

A los legisladores, Javier Sicilia les echó en cara actuar a veces bajo el supuesto de que "los ciudadanos somos idiotas" y les acusó de estar atentos no a "los ritmos y latidos del corazón de la patria" sino a sus privilegios e "intereses partidocráticos y mezquinos" y pretender, "junto con los criminales y los otros poderes fácticos, secuestrar las aspiraciones democráticas y la esperanza de bienestar de la Nación". También acusó al Congreso de ser corresponsable de las 50 mil muertes, 10 mil desapariciones, 120 mil personas desplazadas y la inseguridad de millones que ha causado la guerra ilegal contra el narcotráfico, ilegal porque el Ejecutivo tomó la decisión de llevarla a cabo sin pedir la autorización del Congreso y, una vez tomada esa decisión, los legisladores no han hecho nada para impedirla, para detener el mal. Tampoco están haciendo lo que deben para remediar el daño hecho. Por todo eso, ellos, como legisladores en falta, están obligados a pedir públicamente perdón y, además, a actuar en esos campos muy concretos que el MPJD ha venido exigiendo para hacer justicia a las víctimas -mexicanas y centroamericanas-, recomponer las instituciones, abrir horizontes genuinamente esperanzadores para los jóvenes y, en fin, empezar a darle a la actividad política, especialmente frente a las elecciones del año próximo, la dignidad, legitimidad y utilidad perdidas desde hace ya mucho tiempo. De no ser ese el caso, en 2012 tendremos "un gobierno ignominioso que volverá a administrar el desafío del crimen organizado y repartirá el territorio del país entre poderes fácticos, empleados políticos, cárteles y fuerza militar". Aquí el término clave es "volver", lo que implica que persistirá la terrible definición del México de hoy.

·Colofón

Las verdades expresadas por Javier Sicilia en sus tres discursos no están realmente dirigidas a los poderosos, sino al ciudadano. No son, desde luego, todas las verdades que conforman al México de hoy, pero todas ellas son verdades rotundas que tienen valor por sí mismas y porque, además, son formuladas desde una dimensión que no busca hacer política en el sentido innoble que ese término tiene entre nosotros. Claro que se trata de un fenómeno político, pero en el mejor sentido del término y que sólo se ve de tarde en tarde: como un esfuerzo por transformar una tragedia nacional en una energía que no busca puestos sino forjar una conciencia colectiva capaz de imponer la dignidad ciudadana frente a un poder que históricamente ha hecho todo por negársela.

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