Ricardo Raphael
El ambiente moral no mejora en nuestro país. Traemos una crisis grave, mezcla de desconfianza, frustración y desesperanza. Siendo la inseguridad y la delincuencia los temas que más nos preocupan, no creemos que el Estado sirva para resolver los grandes problemas.En México son mayoría quienes consideran que da igual un gobierno democrático o uno autoritario, y también quienes justifican no pagar impuestos.
Predomina la percepción de incumplimiento con la ley y las obligaciones, al tiempo que asumimos nuestra pronunciada tendencia a discriminar. Entre admirados y enojados, coincidimos en que los más ricos son los personajes más impunes y compartimos la idea de que la corrupción representa una herida crónica para nuestra democracia.Varias de estas conclusiones las conocemos de tiempo atrás. Cuanta encuesta de valores se hace en el país arroja una y otra vez los mismos resultados. Con todo, vale la pena revisar nuestra crisis moral a la luz de lo que está ocurriendo en otras regiones, concretamente en Latinoamérica, donde aparentemente encontramos afinidad.Para este propósito el informe 2011 del Latinobarómetro merece atenderse porque, a partir de la comparación, se afina la toma de conciencia sobre el lugar donde nuestra sociedad se encuentra en relación a los 18 países que forman parte del subcontinente.Quizá lo que más incomoda sobre esta radiografía anual es que, de nuevo, México aparece en la parte baja de la tabla. No importa de qué asunto se trate, una y otra vez la mediocridad gana sobre cualquier atributo.Cuando nos preguntan cuán democrático es el país, en promedio otorgamos 5.9 sobre 10. Abajo nuestro sólo están paraguayos, guatemaltecos, bolivianos y hondureños. Y si bien 53% de los mexicanos no estaríamos dispuestos a aceptar un gobierno militar, esta cifra contrasta con los niveles de rechazo que la misma pregunta despierta en Costa Rica (90%) o Chile (73%).En la lista total de países nos encontramos, junto con Paraguay y Guatemala, entre las sociedades más favorables hacia el gobierno castrense.Si se nos pregunta sobre la preferencia entre autoritarismo y democracia 36% se confiesa indiferente; es decir, que coincide con la expresión: "¡da lo mismo!" Si a esta cifra se suma 14% de mexicanos que prefieren explícitamente tener un gobierno autoritario, resulta que cerca de 52% de la población tendería a aceptar una reducción importante del régimen de libertades.Tal vez parte de la explicación provenga de la desconfianza que, entre mexicanos, se tiene sobre las actuales autoridades. Sólo 31% cree que el Estado sirve para atender los asuntos prioritarios de la sociedad. Peor que México sólo Honduras, República Dominicana y Guatemala.Pero la desconfianza en el Estado no está aislada, igual sentimiento traemos respecto a nuestros semejantes. Sólo 19% de los mexicanos cree que sus connacionales cumplen con la ley (en este tema, peor que nosotros sólo están Bolivia y Perú).En la pregunta "¿Cuánto cumplen los mexicanos con sus obligaciones?", sólo 28% responde afirmativamente. De los países considerados, México se halla en este rubro en el lugar 16. Entre todos los sectores sociales, los más ricos son apreciados como los más desobligados.Paradójicamente los mexicanos somos quienes más justificamos la evasión fiscal. En efecto, la legitimidad social que tiene no pagar impuestos es amplia. Luego viene la resignación respecto al Estado. "¿Cree que el Estado ha hecho algo por usted?" Sólo 37% responde afirmativamente; en contraste, más de 60% cree que el gobierno no tiene los medios para cambiar la realidad.En particular, los mexicanos no guardamos gran expectativa sobre la capacidad del Estado para enfrentar el asunto que más nos inquieta: la delincuencia y la inseguridad. Cerca de 40% afirmamos que este es el tema que merece principal atención, pero la gran mayoría estaría convencido de que el Estado es incompetente para atender tal demanda. Probablemente de esta circunstancia derive la creciente tolerancia hacia el autoritarismo y, eventualmente, hacia el gobierno militar.Es lugar común entre los economistas afirmar que la insatisfacción con la democracia mexicana se debe al pobre desempeño de nuestra economía. El Latinobarómetro desestima esta explicación. Al parecer, crecimiento económico y compromiso moral con los valores democráticos no corren tan estrechamente como se supondría. En todo caso, entre latinoamericanos la percepción que tengan los ciudadanos sobre la eficacia y la cercanía del poder resultan más influyentes.Twitter: @ricardomraphael
*(Analista político)
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