El interés tiene pies, y en política los intereses son los que cuentan y así como unen separan.
Los Montiel, los Del Mazo, los Peña y los Nieto, en su mayoría de Atlacomulco, tienen nexos de parentesco, y Enrique es su delfín, destacadamente de Alfredo del Mazo González y de Arturo Montiel. Fue criado con esmero para ser gobernador y, de ser posible, Presidente. Arturo Montiel lo ungió para sucederlo en el gobierno del estado; la Universidad Panamericana, del Opus Dei, lo formó como abogado; y el PRI lo hizo miembro desde 1984, cuando tenía 18 años de edad. Por el distrito con cabecera en Atlacomulco fue diputado local y de ahí pasó a candidato para gobernar su estado. Una carrera política, como se ve, de segunda clase, opaca y poco prometedora, pero con parientes muy poderosos en la entidad.
Se dirá que Alfredo del Mazo ya se había retirado de la política desde 1997 cuando perdió sus posibilidades de ser jefe de Gobierno del Dsitrito Federal, pero su red de relaciones en el interior de su estado las ha mantenido. El caso de Arturo Montiel fue diferente: tuvo rivalidad con Roberto Madrazo antes de terminar su periodo de gobierno, pero fue apoyado por políticos relevantes (varios ex gobernadores) para competir en el PRI por la candidatura a la Presidencia. Al grupo en apoyo de Montiel se le llamó Tucom (todos unidos contra Madrazo), pero el presidente del partido y aspirante a candidato presidencial sacó al mexiquense sus trapitos sucios al sol y lo quemó. Peña Nieto, ya como gobernador, le cubrió las espaldas a su pariente y, como ocurre en México, el político quedó libre de cargos de corrupción y de enriquecimiento ilícito.
Como gobernador, ganó fama y reconocimiento, aunque tuvo tropiezos que le restaron popularidad, como el caso Atenco (el de los floristas, no el del aeropuerto) y el de la niña Paulette. Sin embargo, ganó prestigio entre las elites empresariales por demostrar firmeza
ante los movimientos sociales al margen de las instituciones y por defender a los amigos de su primo, alcalde de Huixquilucan (los padres de Paulette). Se afirma que tiene buena relación con la Iglesia católica del estado, especialmente con Onésimo Cepeda, cuya diócesis (según Wikipedia) es la más poblada del mundo. Quizá la influencia que debe tener este obispo en el Vaticano sirvió para que la Iglesia declarara inexistente el matrimonio de Angélica Rivera con José Alberto Castro y así casarse con Peña Nieto (no lo sé).
Por Angélica Rivera o razones semejantes, Televisa es uno de los medios de difusión de la imagen de Peña Nieto y su matrimonio con La Gaviota le ha dado más popularidad. En un país donde millones de mexicanos viven las fantasías de las telenovelas no es difícil ver a la pareja como un cuento de hadas hecho realidad. La percepción mata a la realidad, y más ahora que ésta no ofrece nada o casi nada positivo a la mayoría de la población.
No pocos grandes empresarios, señaladamente los del estado de México (que son de los más importantes del país), apoyan a su ex gobernador. Y como las encuestas lo revelan como el mejor posicionado, la mayoría de los gobernadores priístas también lo apoyan. En la reciente ceremonia de los dos gobernadores, Peña Nieto y Eruviel Ávila, se vio el poder económico y político de los asistentes. Los toluqueños nunca habían visto tantos helicópteros llevando a invitados. Ahí estaba el dinero y el poder de empresarios y del priísmo renacido gracias al desprestigio que se han ganado el PAN y Calderón, y también al desprestigio que los perredistas han mostrado en sus marrullerías internas y como gobernantes.
Peña Nieto es un joven que aprendió a ser político como gobernador. No es bueno en los discursos, sin un guión sus disertaciones se caen, y tiene ademanes muy estudiados, seguramente ideados por un buen fabricante de imagen. Ideológicamente, tiene muy poco que ver con el partido de sus abuelos. En lo único que se parece a los viejos priístas es en la prepotencia y la vanidad de creer que las pueden de todas todas sin hacer concesiones a los demás, salvo a los más poderosos. Está por un menor intervencionismo del Estado en la economía y las privatizaciones, incluida Pemex. Es un tecnócrata neoliberal, muy del tipo de Salinas de Gortari (quien sin duda lo asesora).
Peña Nieto es más bien un hombre de derecha, por añadidura, autoritario y muy ambicioso. Pertenece a la nueva camada de priístas menores de 50 años, medio juniores y medio yuppies, pragmáticos y buenos negociadores en corto con quien les convenga independientemente de ideologías, siempre que les sirvan para escalar posiciones en sus metas de poder.
Por más que analizo su carrera no encuentro elementos relevantes para explicarme la popularidad que le atribuyen casas encuestadoras. Se dice que su notoriedad se debe a los apoyos que recibe de los medios, principalmente electrónicos, y estoy por aceptarlo como hipótesis… pues no veo otra.
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