Carolina Escobar Sarti
El titular de la primera plana de este mismo periódico, fechado 28 de octubre de 2011, decía: “Pago de pensiones alienta femicidios”. Desde allí, el sospechómetro se encendió y al leer la nota completa en páginas posteriores, la confirmación fue absoluta; la culpa de los femicidios la tienen las mismas mujeres, ahora por requerir la pensión alimenticia para sus hijos e hijas. Había escuchado necedades como que a las mujeres las mataban por bonitas, por usar ropa provocativa, o por atreverse a levantarle la voz al marido borracho
cuando sabían que era mejor quedarse calladas, pero esto rebasó toda expectativa de lo “esperable”.
No dudo que sea el dinero un motivo para que muchos hombres maten a sus esposas, pero el planteamiento no fue el adecuado. Empezar una nota diciendo que “La exigencia del pago de pensión alimenticia es la causa principal por la que los hombres han tratado de matar a sus excónyuges”, es una respuesta muy simple a un problema tremendamente complejo y termina indirectamente culpabilizando de nuevo a las mujeres y pone sobre ellas la mirada. Lo plantearé de otra manera: si tanta pena tienen esos señores por la pensión, ¿por qué no, por ejemplo, se suicidan ellos en vez de matar a la madre de sus hijos e hijas? Mejor aún sería, que antes hubieran comprado un seguro para ayudar a pagar la educación y la salud de quienes habrían de sobrevivirles.
Este tipo de enunciados nos hacen caer en una trampa de la lógica formal, porque entonces pareciera que los femicidios se detendrían o bajarían significativamente si no se exigiera el pago de pensiones y responsabilidades paternas. A partir de esta afirmación y si fuera relativamente cierta, lo que correspondería entonces sería que, en tanto está identificado el móvil, se ubica al responsable. Pero frente a esto cabe preguntarse ¿Ellos están al menos presos? ¿Cuántos procesos legales están en curso? ¿Cuáles han sido las penas?
Es, definitivamente, una afirmación falsa, pues el móvil de los femicidios es diverso, si entendemos el móvil como el factor desencadenante de esta acción. No dudo que haya hombres tan violentos que sean capaces de matar para evadir sus responsabilidades y castigar a las mujeres por exigir sus derechos y los de sus hijos e hijas, como ya lo mencionara antes. Pero reducir a esta situación la causa de los femicidios me parece que es limitar la comprensión de este grave problema que tiene que ver con la construcción secular de las relaciones de poder en la familia y la sociedad.
Cuando leo este tipo de titulares hago una analogía con el hecho de que muchas veces se dice “ese niño es hijo de madre soltera”, pero nunca he escuchado que se diga: “ese patojo es el hijo de un padre irresponsable”. A mí la victimización no me apetece en nada, pero reconozco que hay personas opresoras y oprimidas por doquier; para ellas traigo aquí a Evelyn Cunningham cuando dijo que las mujeres son el único colectivo oprimido de nuestra sociedad que convive en asociación íntima con sus propios opresores.
El titular de la primera plana de este mismo periódico, fechado 28 de octubre de 2011, decía: “Pago de pensiones alienta femicidios”. Desde allí, el sospechómetro se encendió y al leer la nota completa en páginas posteriores, la confirmación fue absoluta; la culpa de los femicidios la tienen las mismas mujeres, ahora por requerir la pensión alimenticia para sus hijos e hijas. Había escuchado necedades como que a las mujeres las mataban por bonitas, por usar ropa provocativa, o por atreverse a levantarle la voz al marido borracho
cuando sabían que era mejor quedarse calladas, pero esto rebasó toda expectativa de lo “esperable”.
No dudo que sea el dinero un motivo para que muchos hombres maten a sus esposas, pero el planteamiento no fue el adecuado. Empezar una nota diciendo que “La exigencia del pago de pensión alimenticia es la causa principal por la que los hombres han tratado de matar a sus excónyuges”, es una respuesta muy simple a un problema tremendamente complejo y termina indirectamente culpabilizando de nuevo a las mujeres y pone sobre ellas la mirada. Lo plantearé de otra manera: si tanta pena tienen esos señores por la pensión, ¿por qué no, por ejemplo, se suicidan ellos en vez de matar a la madre de sus hijos e hijas? Mejor aún sería, que antes hubieran comprado un seguro para ayudar a pagar la educación y la salud de quienes habrían de sobrevivirles.
Este tipo de enunciados nos hacen caer en una trampa de la lógica formal, porque entonces pareciera que los femicidios se detendrían o bajarían significativamente si no se exigiera el pago de pensiones y responsabilidades paternas. A partir de esta afirmación y si fuera relativamente cierta, lo que correspondería entonces sería que, en tanto está identificado el móvil, se ubica al responsable. Pero frente a esto cabe preguntarse ¿Ellos están al menos presos? ¿Cuántos procesos legales están en curso? ¿Cuáles han sido las penas?
Es, definitivamente, una afirmación falsa, pues el móvil de los femicidios es diverso, si entendemos el móvil como el factor desencadenante de esta acción. No dudo que haya hombres tan violentos que sean capaces de matar para evadir sus responsabilidades y castigar a las mujeres por exigir sus derechos y los de sus hijos e hijas, como ya lo mencionara antes. Pero reducir a esta situación la causa de los femicidios me parece que es limitar la comprensión de este grave problema que tiene que ver con la construcción secular de las relaciones de poder en la familia y la sociedad.
Cuando leo este tipo de titulares hago una analogía con el hecho de que muchas veces se dice “ese niño es hijo de madre soltera”, pero nunca he escuchado que se diga: “ese patojo es el hijo de un padre irresponsable”. A mí la victimización no me apetece en nada, pero reconozco que hay personas opresoras y oprimidas por doquier; para ellas traigo aquí a Evelyn Cunningham cuando dijo que las mujeres son el único colectivo oprimido de nuestra sociedad que convive en asociación íntima con sus propios opresores.
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