CAMPAÑA PERIODISTAS DE MESOAMÉRICA A FAVOR DE LOS DERECHOS SEXUALES Y REPRODUCTIVOS
Ley en Sonora le prohíbe abortar
Por Silvia Núñez Esquer, corresponsal
Hermosillo, 4 nov 11 (CIMAC).- Para Elizabeth Madrid Ramírez, estudiante de 23 años de la licenciatura en Trabajo Social, el ejercicio responsable de la sexualidad no fue suficiente para que fuera gozosa.
La maternidad la asaltó intempestivamente, toda vez que a pesar de que utilizó anticonceptivos, en tres ocasiones resultó embarazada por fallas en tres métodos distintos.
Elizabeth tiene una hija de dos años que procreó mientras tomaba anticonceptivos orales; otro hijo de un año, concebido pese a que tenía puesto el dispositivo intrauterino (DIU), y aunque utilizó el anticonceptivo inyectado Perlutal ahora lleva un embarazo de tres meses.
Cuando Elizabeth se casó hace tres años, en su horizonte no se vislumbraba la maternidad, pues ella deseaba seguir estudiando y no se imaginaba como madre, sino cuando terminara su carrera y tuviera un trabajo estable.
Para no salir embarazada, la ahora madre fue con una ginecóloga al Hospital Integral de la Mujer del Estado de Sonora, HIMES, para que le recomendara un anticonceptivo adecuado para su caso. Ese medicamento le cayó mal, pero siguió tomándolo pues su objetivo firme era no tener hijos. Aún así, el embarazo se dio.
De pronto la preocupación por no embarazarse viró hacia la angustia de que el producto viniera con algún defecto por seguir tomando las pastillas, sin embargo, nueve meses después tuvo una niña sana.
Aceptar que sería madre le costó mucho trabajo a Elizabeth; fue hasta el final del embarazo y a punto de dar a luz que aceptó que tendría un hijo, pues siempre estuvo deprimida sin entusiasmarse por el embarazo.
Cuando parió a su primera hija buscó que le suministraran otro anticonceptivo. Pidió que le hicieran la salpingoclasia, pero le dijeron que por su edad -21 años en ese entonces- no podían operarla. Fue así que una ginecóloga le colocó el DIU en el HIMES, después de nacer su hija.
Tal como se lo indicaron, se checó el dispositivo a los tres meses. Sólo una vez lo revisaron pues se embarazó antes del segundo trimestre. Al nacer su segundo bebé salió también el DIU.
FRUSTRACIÓN
Para Elizabeth la experiencia frustrante no ha sido fácil. Su no planeada primera hija tenía sólo tres meses cuando se enteró que estaba de nuevo embarazada. No paraba de llorar, pues sus planes de vida estaban completamente deshechos.
Con una gran depresión, pues creía que esa sería la única hija que tendría, por segunda vez perdía la oportunidad de ingresar a la universidad, ya que en ambas ocasiones pasó el examen de admisión, pero paría al inicio de semestre por lo que dejaba de ir a clases debido a la cuarentena y el cuidado del recién nacido.
A Elizabeth no la consuelan las explicaciones de los médicos para responder por estas fallas. Todos los métodos tienen un riesgo pues son 99 por ciento efectivos, fue la excusa del primero. Y sobre el DIU simplemente le dijeron “es que eres muy fértil”.
También le señalaron que tenía que cuidarse en diciembre porque era “su mes fértil”, pues las dos ocasiones se embarazó en ese mes.
A pesar de haberles informado que era presa constante de la depresión y que no cesaba su llanto, no le ofrecieron apoyo psicológico y se lo negaron cuando lo solicitó.
El médico del ISSSTESON, institución donde ella se atendió del segundo y tercer embarazos, le dijo que como ella era fumadora y había dejado el hábito durante el embarazo, pues a eso se debía la depresión. Le recomendó que se fumara un cigarro durante la semana, y que así se le iba a quitar la tristeza, lo cual ella no hizo.
Pero Elizabeth sabe que su estado de ánimo se debía a la desilusión que le causó una maternidad tan brusca, que llegó tan de golpe, impuesta por las fallas en los anticonceptivos. Por eso ahora reflexiona que si hubiera podido, habría interrumpido la gestación.
FALLAS DEL SISTEMA
Más adelante, una tercera vez el embarazo asaltó su vida cuando buscó un anticonceptivo acorde con sus necesidades. Por recomendación de un tercer ginecólogo, también del ISSSTESON, empezó a utilizar anticonceptivo hormonal inyectado. El médico le dijo que ese era un método “un poco más seguro”.
Con sorpresa mayúscula como si fuera una mala broma, la vida le trajo la noticia de que estaba embarazada por tercera ocasión cuando su segundo hijo contaba con apenas siete meses de edad, y la primera poco menos de dos años.
Perlutal fue el medicamento que cuidadosamente acudía a inyectarse sin los resultados esperados. Cada mes, a los siete días después de la menstruación era la indicación. Pero Elizabeth tendrá su tercer hijo dentro de siete meses.
Con mucho cansancio por el cuidado de dos pequeños de dos y un año de edad, y deprimida por un embarazo todavía no procesado, es el resumen de su estado anímico. Aún así, le niegan atención psicológica pues no lo consideran importante.
Al dar a luz a su segundo hijo de nuevo pidió la esterilización, pero se la negaron una vez más por la edad. “Trataron de confundirme los médicos, diciéndome que me iba a volver muy achacosa, pero no me quisieron operar. Como que me hicieron menos”, narra enojada.
“Antes de las 12 semanas no es nada… es un cigoto… no es nada”, expresa mientras opina sobre la posibilidad de interrumpir el embarazo en forma legal. “Si estuviera permitido yo me hubiera ido por esa opción. Como está prohibido abortar, pues lo tengo que tener”, lamenta.
En tres años le cambió la vida aceleradamente, modificaron sus planes, se le vinieron abajo, precisa. Cambió su forma de ver la vida, pues de pronto en lugar de responsabilizarse por ella, ahora tiene que responder por casi tres personas más.
Considera que los médicos que aseguran que no habrá embarazo utilizando anticonceptivos deberían de responder. También los que niegan la decisión de operarse para no seguir teniendo hijos.
Como lección, Elizabeth expresa que las mujeres deben de luchar por sus derechos, por su libertad. No tenemos derecho a decidir, concluye.
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