Por Sara Lovera
Periodista desde hace 40 años, fundadora de Comunicación e Información de la Mujer AC(CIMAC), fue directora del suplemento Doble Jornada, y actualmente es corresponsal de Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y del Caribe(SEMlac) en México; integrante del Consejo del Instituto de las Mujeres del Distrito Federal; conduce y codirige Mujeres en Movimiento y participa en la Mesa Periodistas de Capital 21, el canal por internet de la Ciudad de México. Es editorialista de Antena Radio, MujeresNet, Cuadernos Feministas, y Proceso digital. En 2005 fue nominada al Premio Nobel de la Paz.
El Día Mundial del Cáncer de Mama es el 19 de octubre. La muerte anticipada de mujeres productivas es un flagelo nacional, la muerte por cáncer de mama se suma a este despropósito.
Hoy, resulta inofensiva la idea de la promoción mundial para tomar conciencia del problema. Lo que urgen son decisiones de Estado, suficientes y previsoras.
Según información oficial la situación es apremiante y muy elocuente. Más de cuatro mil mujeres mueren por esta enfermedad cada año. Una cada dos horas, 13 diarias. No obstante, sabemos que esto forma parte de la simulación oficial.
Para prevenir hay que informar, empero el 90 por ciento de los casos se detectan tardíamente. Y para detectar un posible cáncer de mama se requieren mastógrafos, pero resulta que son insuficientes: sólo operan en el sistema nacional de salud (IMSS, SSA e ISSSTE) 472 de estos aparatos.
El 78 por ciento de los mastógrafos de la Secretaría de Salud están ubicados en clínicas de especialización y se usan, primordialmente, para el diagnóstico y no para tamizaje. El 20 por ciento de estos aparatos se utilizan en doble turno y se hacen solamente cuatro mastografías por día. Eso se traduce en un enorme rezago y muchas mujeres desconocen que padecen este mal, encima no está clara la política oficial que busca que sean las mujeres las que se hagan cargo de detectar el riesgo.
Además, en nuestro país únicamente 112 médicos radiólogos se han especializado en mama. Es decir, un médico por cada 267 mil 857 mujeres que por sus edades están en mayor riesgo frente al cáncer de mama y requieren de exámenes preventivos.
Es una obligación del Estado atender esta enfermedad que hoy constituye la primera causa de muerte en mujeres de entre 30 y 54 años de edad.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) cada 30 segundos, en algún lugar del mundo, se diagnostica un cáncer de mama. Esta afección está considerada como una grave amenaza para la salud de las mujeres en edad reproductiva. Lo que urge es darse cuenta de la gravedad del problema de salud pública y hacerse cargo de que se trata de una prioridad para el sistema de salud.
No sabemos en México qué sucede. Los datos reales escasean, hay opacidad sistemática para conocer qué se hace, cuánto se invierte y qué programas de prevención eficaces existen.
A partir de 2007, la población sin seguridad social tiene derecho a tratamiento de cáncer de mama, a través del famoso Seguro Popular; sin embargo, las investigaciones y los datos estadísticos revelan que los servicios escasean y la detección temprana, a la que se llama en el Día Mundial de lucha contra el cáncer de mama, es muy limitada. Por ejemplo, sólo el 22 por ciento de las mujeres de 40 a 69 años logran el servicio de una mastografía.
Es claro que hoy el cáncer de mama es una grave amenaza para la salud de las mujeres a nivel mundial y constituye una prioridad no reconocida en los países de ingresos medios. Ya vimos que en México, cada dos horas muere una mujer debido a este tipo de tumores.
Se trata de una emergencia nacional que no puede obviarse. No obstante, el argumento sistemático de las autoridades es la falta de recursos, lo que nos hace pensar que se trata de una forma adicional de discriminación femenina y las muertes por este padecimiento podrían considerarse una forma de feminicidio de Estado, como sucede con la mortalidad materna y el rezago en la atención del cáncer cérvico-uterino. Además de que efectivamente las muertes feminicidas quedan impunes en más del 90 por ciento.
Según investigaciones recientes, las opciones terapéuticas para el cáncer de mama tienen costos muy elevados, por lo que una promoción responsable y sin demagogia debía dar información amplia, efectiva y con una cobertura en todo el país.
Un cálculo científico señala que el costo de la enfermedad en etapas avanzadas es muy alto, al no existir programas de tamizaje. Sí éstos se hicieran, el ahorro sería de 284 millones de pesos.
Esta labor la están haciendo organizaciones sociales y civiles, con recursos nacionales y extranjeros, como es el caso de la fundación Susan G. Komen; existe en México el grupo RETO y algunas otras iniciativas que tratan de hacer conciencia en las mujeres para que ellas mismas, mediante la autoexploración, logren detectar anomalías en sus senos, ante la falta de un Estado responsable.
Lo cierto es que las autoridades, como en otros casos, están renunciando a su obligación. Y las mujeres desconocen su derecho y no exigen la atención, que por norma y ley, debe otorgarles el sistema de salud y evitar muertes de mujeres por falta de prevención.
Es urgente saber que se amplió y aumentó la normatividad y la legislación relativa al control del cáncer de mama a través de una Norma Oficial Mexicana. Las autoridades establecieron criterios rigurosos para vigilar los servicios de salud públicos y privados en la prevención, diagnóstico, tratamiento, control y vigilancia de la enfermedad.
Hasta ahora el sistema de salud promueve la detección temprana, con folletitos dirigidos a las mujeres, promoviendo la autoexploración, tal como lo hacen las asociaciones civiles, sin hacerse cargo del examen clínico y la mamografía.
Una mínima investigación muestra la escasez de mastógrafos y medicamentos. Muchas entidades de la República no tienen programas y se fomenta el desconocimiento.
Si como se piensa, las directrices del marco jurídico son importantes para ofrecer un marco normativo que abarca a todo el sector salud, esto no garantiza los recursos ni la aplicación de la norma, por lo que la cobertura está muy lejos de ser la adecuada.
Uno de los gravísimos problemas de los sistemas de seguridad social y del Seguro Popular son los tiempos de espera para las mujeres que acuden a los exámenes y a los tratamientos. A veces se trata de semanas y meses para la primera consulta. Cuando el examen llega, el cáncer de mama, tal vez, ya se desarrolló y es causa de muerte. Además, escasean los medicamentos y se traslada el costo a las usuarias. Tema recurrente en todo el sistema de salud es la corrupción, no obstante los discursos, las promesas y las palabras que escuchamos cada 19 de octubre.
La población debe saber que a principios de 2007, el tratamiento del cáncer de mama, incluidos servicios diagnósticos y medicamentos, se incorporó al Fondo para la Protección contra Gastos Catastróficos del Seguro Popular.
Eso significa que cualquier mujer diagnosticada con cáncer de mama a partir de dicha fecha, al margen de su situación de ingreso y empleo, tiene derecho de recibir atención médica integral con fondos públicos. Pero el problema es acceder al diagnóstico temprano debido a los insuficientes mastógrafos.
Uno de los principales temas en México, igual que en otros lugares, es el mejoramiento y la ampliación del tamizaje encaminado a promover la detección temprana. Los datos disponibles sugieren que sólo entre cinco y 10 por ciento de los casos en México se detecta en las fases iniciales de la enfermedad (localizada en la mama), en comparación con el 50 por ciento que se detecta en Estados Unidos. Tenemos que decir que por ahora sólo el 6.5 por ciento de las personas que padecen cáncer de mama pueden salvarse. Las demás no.
Las autoridades saben que las tasas de mortalidad por cáncer de mama en México han tenido un aumento notorio en las últimas cinco décadas. Entre 1955 y 1960, a partir de la disposición de los primeros datos confiables, la tasa era de dos a cuatro muertes por cien mil mujeres. A la mitad de la década de los noventa se elevó de manera sostenida entre adultas de todas las edades hasta alcanzar una cifra cercana a nueve por cada cien mil. Es decir, hace 20 años que se conoce la situación que conduce a esta irracionalidad de muertes prematuras.
Desde 2006, se sabía que el cáncer de mama era la segunda causa de muerte en mujeres de 30 a 54 años, sin embargo los programas no cuentan con suficientes recursos. Las preguntas son muchas y tenemos que hacerlas para contribuir a parar esta otra forma de vivir la desgracia y la muerte, que en México, se asume sin reparo por esta causa y por la violencia institucional que sentó sus reales sin protesta social.
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