Como
día tristísimo para la historia del sindicalismo mexicano quedará el
pasado viernes 28 de septiembre, cuando se ratificó la poca importancia
que, en México, tienen las y los trabajadores, y la abrumadora fuerza
política de los mal llamados líderes obreros. Con la firma al calce del
PAN y el PRI, salieron expulsados de la iniciativa de reforma laboral,
presentada por el presidente de la república, el voto directo y secreto
para elegir dirigentes sindicales, la obligación para las
organizaciones de someterse regularmente a auditorías externas, así
como la de hacer públicos los contratos y los reglamentos internos.
Con
una retórica torcidísima se dijo que, de celebrar estas reformas, se
atentaría contra la autonomía sindical. ¡Ahora resulta que para un
trabajador la posibilidad de elegir democráticamente a su líder, el
derecho a exigirle cuentas o a conocer el reglamento interno de la
organización son factores que atentan contra la autonomía sindical!
Dan
ganas de levantar el brazo y proferir una majadería cuando se escuchan
argumentos tan cínicos en tribuna. Justo lo que se eliminó es aquello
que hoy resta libertad al trabajador y, en consecuencia, disminuye la
autonomía de su organización.
Mientras
en México no exista el voto directo y secreto dentro de los sindicatos,
mientras los líderes puedan hacer con las cuotas y el patrimonio de las
organizaciones obreras lo que se les venga en gana, mientras el
trabajador no esté facultado para exigir cuentas, las organizaciones
obreras del país serán débiles para defender a sus agremiados. Ocurrirá
lo que sucede de tiempo atrás: serán concesiones privadas al servicio
de unos cuantos liderazgos y patrimonio abundante para sus respectivos
amigos y familiares.
La
falta de democracia y transparencia en el mundo del trabajo mexicano es
precisamente lo que impide la autonomía de los sindicatos y no lo
contrario. La autonomía sindical no tendrá lugar mientras unos cuantos
privilegiados puedan secuestrar a las organizaciones de trabajadores.
Ninguno de los diputados que con su voto apoyó la eliminación de las
cláusulas democráticas ignora esta circunstancia; saben que con su
actuación mantuvieron un statu quo donde los obreros seguirán siendo
moneda de cambio en favor de quienes, a sus costillas, se hacen de
bienes, impunidad y canonjías.
Y,
sin embargo, los legisladores decidieron apoyar la perpetuación del
arreglo mafioso. No importa que éste sea depredador y una de las
principales razones de la precariedad en los empleos mexicanos. No
importa que tales líderes sean, en parte, responsables de los salarios
que no crecen, de las prestaciones que desaparecen, de las plazas que
no se multiplican, de que ocho de cada 10 jóvenes en edad de trabajar
no estén protegidos por un sindicato real.
¿Cómo
se explicará su oficio un diputado después de ratificar el despojo de
los derechos que, en el país, habrían de proteger a los más
vulnerables? No alcanzo a imaginar cuán sedada se necesita tener la
conciencia para seguir concurriendo a la Cámara de Diputados después de
haber endosado tan oprobioso cheque en blanco en favor de los
millonarios dirigentes sindicales.
La
desigualdad en el país no sólo es económica. La más grave es la
desigualdad de trato: aquella que impide a las y los mexicanos mirarse
como iguales, ser tratados de manera similar por la ley o ser
reconocidos como semejantes por parte del Estado. El nepotismo y los
privilegios son los síntomas más evidentes de tal desigualdad, lo mismo
que la discriminación y la expropiación de la autonomía que se practica
en contra de las personas.
En
el mundo del trabajo esa desigualdad de trato está avalada por la ley y
las instituciones; y el pasado viernes 28 también por la recién
estrenada legislatura. Cada uno de los diputados que con su voto
aplaudieron la desigualdad de trato en el mundo laboral se merecen un
monumento donde las y los trabajadores del país vayan a depositar sus
miserias cotidianas.
En
breve sabremos si los recién estrenados senadores colocarán también su
voto del lado del autoritarismo y la opacidad o, milagrosamente, ahí
las y los mexicanos serán mirados con mayor respeto que en la Cámara
Baja. Me temo que PAN y PRI habrán de actuar de manera similar en el
Senado y, sin embargo, dejo encendida una vela antes de volver a
levantar el brazo y proferir una grosería.
Analista político
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