Escrito por Autor Invitado
por Juan Pablo Proal
“Hay
mujeres que por temor a la soledad se aferran a un mal amor y prefieren
romper lazos familiares antes que terminar con ese hombre que sólo las
está utilizando”: Rocío Sánchez Azuara.
Alfredo llevaba cuatro horas ensayando
lo mismo: él es un buen hombre enamorado de una mujer que lo engaña con
otros dos. No repasaba el guión de una telenovela o una obra de teatro,
sino de una aparición en el programa Cosas de la Vida, transmitido por
Televisión Azteca.
Una semana antes del ensayo, Alfredo
leyó en la sección de avisos clasificados del periódico El Universal:
“Vacantes para extra de televisión”. Presa del desempleo, este joven de
32 años no dudó en tomar la oportunidad.
Llegó a
una pequeña oficina ubicada cerca de las instalaciones del Museo del
Chopo, por la estación Buenavista. Las paredes estaban tapizadas de
carteles de estrellas de la televisión. Los empleados de la agencia le
tomaron sus datos generales, le pidieron un par de fotografías y le
avisaron que la oferta consistía en aparecer en el programa conducido
por Rocío Sánchez Azuara a cambio de mil 200 pesos.
Alfredo no era la única persona en esa
oficina, había cuando menos unas treinta más haciendo fila para dejar
sus datos. Los aspirantes provenían de una amplia variedad de niveles
sociodemográficos: amas de casa, cuarentones, estudiantes de
preparatoria… Todos con una característica en común: urgidos de dinero.
“Dejé mis datos y me dijeron: nosotros
te marcamos, yo pensé que no me iban a marcar”, me cuenta Alfredo
Esparza. Contrario a sus expectativas, días después recibió una
llamada. Un empleado de la agencia le avisó que debía presentarse al
día siguiente nuevamente en las mismas oficinas.
Llegó a las nueve de la mañana, como le
pidieron. Junto con él, un hombre trajeado de aproximadamente cincuenta
años y un joven de no más de veinte fueron convocados para competir por
el papel. Les entregaron dos páginas a manera de guión. Venía una
síntesis muy escueta del caso: una mujer se fue a vivir con su pareja a
Cancún durante seis meses, pero el hombre la dejó botada y en venganza
la chica anduvo con su mejor amigo; al regresar a México, sin un
quinto, ella se aprovechó de un tercero, un trabajador bien
intencionado que la llenaba de atenciones. Alfredo rivalizaba por
representar este último papel.
Ninguno de los tres aspirantes era
siquiera algo parecido a un buen actor. Es más, ni siquiera uno
promedio, pero Alfredo fue el que menos errores cometió, así que
resultó elegido. Después lo trasladaron a las instalaciones de
Televisión Azteca, junto con el resto de los protagonistas de esa
historia. Ensayaron por horas hasta que después de la comida llegó
Rocío Sánchez Azuara con una advertencia: “La vamos a pasar muy bien,
nada más no se salgan del guión”.
Mientras iniciaba el programa, Alfredo
platicó con sus compañeros. Descubrió que muchos se dedican a ser
protagonistas y extras de talk shows con regularidad. Hay varias
tarifas, por aparecer en las “crestomatías” e historias programadas la
paga es de 600 pesos y por un principal mil 200. Algunos están
fascinados con sus participaciones, al grado tal que después las ven de
nuevo en las reuniones familiares.
Mientras se sorprendía con este mundo,
este joven egresado de Comercio Exterior escuchó el llamado de uno de
los miembros de la producción. Le avisó que se preparara, pues pronto
saldría al escenario.
Alfredo no se tomó en serio su papel.
Disfrutaba más la experiencia de ventilar en público su falsa privada
que mantener la esperanza de recibir los mil 200 pesos que le
prometieron. Cumplió con rigor el guión. Durante los cortes
comerciales, la conductora se acercaba a los panelistas para
tranquilizarlos y recordarles que era indispensable que se apegaran al
papel, pues de lo contrario no recibirían su paga.
El show continuó: en pleno programa la
falsa infiel fue descubierta por los tres hombres a los que
supuestamente engañaba. Incluso la psicóloga que regularmente habla en
el programa les dio consejos a los simulados afectados de cómo superar
la crisis.
Sólo que, al final, Alfredo cometió un
error: se salió del guión. Como ocurrencia, mencionó al aire que si
bien se sentía despechado, encontró una nueva oportunidad en la vida e
invitó a salir a uno de sus compañeros del panel, sugiriendo que
finalmente había aceptado su hasta entonces oculta homosexualidad. La
conductora fijó sus dos inmensos ojos iracundos en él. Cuando concluyó
su participación, le dijo al oído: al final tú y yo tenemos que hablar.
De regreso a los camerinos, los
compañeros de Alfredo le lanzaron miradas desaprobatorias, como
indicándole que había truncado su carrera como actor de talk shows.
Finalmente, Sánchez Azuara habló cara a cara con él. Le reiteró que
rompió el contrato que antes del show firmaron, en el que se
comprometía a respetar el guión y después le notificó que no recibiría
su paga.
Cerca de las once de la noche la
camioneta que llevó a Alfredo hasta Televisión Azteca lo regresó a las
oficinas de Buenavista. En el camino se enteró que no ha sido el único
panelista que no recibió su paga, pues lo mismo ocurre con los
imprevistos actores que sucumben ante el pánico escénico.
¿Quién es tu suegra
para impedirte a ti que te salgas de tu casa?, ¿cómo te van a tener ahí
como verdugo?: Rocío Sánchez Azuara.
Cosas de la vida es uno de los
programas con más audiencia en la televisión mexicana. De acuerdo con
el portal especializado “Raitings México”, es el más visto del canal
13, con 11.3 puntos de raiting (indicador del 20 de noviembre de 2012).
La conductora del programa, Rocío
Sánchez Azuara, se presenta ante el público como un ejemplo de mujer:
trabajadora, buena esposa, profesional, impecable. Juega el papel de
consejera moral de la vida privada de los panelistas, a quienes juzga
severa y superficialmente.
En lugar de proponer un debate plural
sobre los fenómenos sociales, se insta a los participantes a
confrontarse. La presentadora da consejos morales a los hogares
mexicanos, sugiriendo qué está bien y qué no.
Tal vez sea evidente que el programa es
una farsa. Los panelistas generalmente son pésimos actores: ríen cuando
tienen que llorar, toman con ligereza reveladoras noticias de su vida y
no esconden su nerviosismo. Sin embargo, los testimonios que transmite
este show se presentan ante el auditorio como verídicos, sin aclarar
que en realidad se trata de pura ficción.
Los más atentos espectadores de este
programa han subido a la red social Youtube ejemplos de testimonios
falsos: actores que han participado en programas con diferentes casos o
incluso en la competencia, con Laura Bozzo. Esta última locutora ha
sido acusada en numerosas ocasiones de comprar testimonios y de montar
regularmente farsas en su programa.
Cosas de la vida apareció por primera
vez en la televisión mexicana en 1999. Desde esa fecha, los talk shows
ocupan lugares privilegiados en el raiting. Tanto en Televisión Azteca
como en Televisa han pasado ofertas de similar estampa: Martha Susana,
Ella es Niurka, Laura en América y Hasta en las Mejores Familias.
Lejos de ser un asunto frívolo, el
papel de “consejeras morales” de Rocío Sánchez Azuara y Laura Bozzo,
las conductoras de los talk shows más vistos en México, plantea
reflexiones que no deberían tomarse a al ligera: es reprobable que las
televisoras lucren con la miseria y necesidad de los desempleados
mexicanos, exhibiéndolos, ridiculizándolos y juzgándolos ante millones
de hogares a cambio de una paga mísera.
Es alarmante que conductoras que
claramente carecen de la preparación académica apropiada para estos
casos se erijan como consejeras y psicólogas de la sociedad mexicana. Y
peor todavía que se les permita presentarse como programas con
testimonios reales cuando sobra evidencia de que se basan
primordialmente en el timo y el montaje.
Contacto: www.juanpabloproal.com
Twitter: @juanpabloproal
No hay comentarios.:
Publicar un comentario