Causa discriminación y pérdida de cultura y lenguas originarias
Por: Marta Sigarán, corresponsal
Cimacnoticias | San Salvador.- Años de esfuerzo y trabajo en el campo se vuelven inservibles en mi búsqueda de empleo en la ciudad, nadie valora mi fuerza y mi capacidad de conocer la tierra, comenta Luz, una mujer indígena que vivió hasta la edad de 30 en el campo, pero tras la caída de la agricultura en El Salvador decidió emigrar a la ciudad en busca de empleo para mantener a sus tres hijos.
Luz pertenece a una de las pocas comunidades indígenas que aún preservan sus costumbres en el país en el municipio de Izalco. Comenta que ella ha visto cómo desaparecen los rasgos culturales que las caracterizan, que sus hijos ya no quieren usar vestuarios que los identifiquen como indígenas, porque sufren discriminación y que le duele ver cómo se pierde todo día con día incluyendo su lengua.
La migración ha sido un fenómeno que ha atacado a las comunidades indígenas salvadoreñas, iniciando en la posguerra pero continuando hasta la actualidad debido, según Luz, a la crisis que sufre el agro salvadoreño y a los altos costos de la vida en el país.
Su hijo mayor decidió irse a Estados Unidos, ya tiene ocho años sin verlo, no conoce a su primer nieto y sostiene que ella sabe que morirá sin verlos.
Se ha evidenciado que los pueblos indígenas salvadoreños son pobres entre los pobres del país. Según el documento “Perfil de los pueblos indígenas de El Salvador”, 38.3 por ciento de las y los indígenas se calificó en extrema pobreza; 61.1 por ciento, en la línea de pobreza, y sólo 0.6 por ciento calificó con cobertura de sus condiciones básicas de vida.
Lo que más le duele a Luz es cómo el papel de liderazgo y fuerza de las indígenas y campesinas salvadoreñas se ha invisibilizado. “Yo sé cortar caña, sembrar maíz, frijoles, no he necesitado de nadie para alimentar a mis hijos; soy una mujer fuerte”, sin embargo al llegar a la capital muchos trabajos me rechazaban por ser mujer, sólo me ofrecían trabajos en casas, no quiero decir que esos sean fáciles pero son muy mal pagados.
“A la mujer en la ciudad se le ve cómo débil, necesitada, cuando recién llegué la gente me trataba mal, me decían “la indita”, según ellos de cariño me regalaban comida y me veían con cara de lástima, inscribí a mis hijos en la escuela y la menor no quería ir, se burlaban de su forma de hablar, fue muy difícil la integración de ellos en la ciudad, pero era necesario”, dice Luz
Según el director nacional de Pueblos Indígenas y Diversidad Cultural de la Secretaría de Cultura, Gustavo Pineda, existen estudios genéticos que confirman que del total de la población salvadoreña, el 95 por ciento posee ascendencia indígena, y que sólo 5 por ciento tiene raíces europeas o africanas. No obstante, esta identidad indígena ha sido históricamente invisibilizada o negada.
Las difíciles condiciones de vida de los pueblos indígenas se vieron acentuadas por los acontecimientos sociopolíticos de 1932, cuando murieron unos 25 mil campesinos a manos de las fuerzas militares, encabezadas en ese entonces por el presidente Maximiliano Hernández Martínez. Por miedo, los sobrevivientes decidieron invisibilizar sus rasgos culturales.
Las sucesivas migraciones de población indígena a otros países, la guerra civil que le siguió en 1980, la influencia de religiones importadas y tradicionalistas, violaciones a los derechos, el desamparo y la explotación, así como el despojo de las tierras que no les permite mantener su nivel de vida y especialmente su identidad cultural, han contribuido al proceso de invisibilidad de la identidad nacional como pueblos originarios.
Las mujeres indígenas no nos podemos dejar vencer, concluye Luz, aunque no se nos valore y se nos discrimine, nuestra identidad está en nuestra sangre y nuestra fuerza y nuestros valores no se nos pueden quitar aunque vivamos en el campo, en la ciudad o en Estados Unidos; debemos sentirnos orgullosos de nuestras raíces, advierte.
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