10/02/2013

Madres sin querer


OPINIÓN
   CRISTAL DE ROCA

CIMACFoto: César Martínez López
Por: Cecilia Lavalle*
Cimacnoticias | México, DF.-

Imagine a una mujer embarazada. Ahora imagine que tiene entre 15 y 19 años. Piense en todos los problemas a los que debe enfrentarse. Piense en su futuro. Ahora multiplíquelo por 16 millones.

El pasado jueves 26 de septiembre se conmemoró el Día Mundial de Prevención del Embarazo No Planificado en Adolescentes.
Inició en 2003 como una campaña educativa en Uruguay. Hoy medio mundo conmemora este día.

Se pretende crear conciencia entre jóvenes, padres y madres de familia, instituciones y gobiernos. Se busca difundir los datos duros. Se aspira a implementar políticas públicas y rediseñar las que no han funcionado.

Y es que, a estas alturas, el embarazo en adolescentes es ya considerado un problema de salud pública. No es para menos.
Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), cada año dan a luz 16 millones de adolescentes en el mundo, de las cuales 90 por ciento vive en países en desarrollo.

En América Latina (AL) y el Caribe se registra la segunda tasa de embarazos más alta de adolescentes en el mundo. En promedio, 38 por ciento de las mujeres de la región presentan gestaciones antes de cumplir los 20 años de edad.

En México, datos oficiales muestran que mientras 21 por ciento de los embarazos acontece en menores de 20 años, en países desarrollados sólo ocurre en un 4 por ciento. En países africanos 50 por ciento. ¿Qué pasa?

Pasan varias cosas que, unidas, generan un desastre mayúsculo.
Para empezar, con la venia o sin la venia de las religiones, de los padres, de las madres y de quien usted guste y mande, en AL y el Caribe alrededor de 50 por ciento de las y los adolescentes menores de 17 años son sexualmente activos.

Para seguir, se calcula que 65 por ciento de las y los adolescentes en esta región no usaron protección anticonceptiva en su primera relación sexual.

Y en ese escenario, incluya grandes zonas donde la educación sexual es nula o escasa y, a menudo, está cargada de tabúes religiosos. Añada escaso o nulo entrenamiento para utilizar anticonceptivos. Difícil acceso a ellos por razones económicas o de otra índole.

Agregue desigualdad entre mujeres y hombres, y mínimo empoderamiento de las adolescentes para no aceptar relaciones sexuales si no lo desean, o para utilizar un condón femenino o negarse a relaciones sexuales si su compañero no utiliza un condón.

Licue todo eso y añada una limitada acción gubernamental. ¿Resultado? En México, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, uno de cada seis nacimientos sucede en mujeres de entre 15 y 19 años.

Además de los evidentes riesgos en la salud física y emocional de la madre, a menudo se enfrentan a la interrupción de sus estudios, la dificultad para conseguir un empleo con salario digno y, en consecuencia, las oportunidades de bienestar para ella y su bebé se reducen al mínimo y amenazan con perpetuarse en la siguiente generación.

Por eso, entre otras estrategias, la Organización Mundial de la Salud sugiere: posibilitar el acceso y reducir el costo de anticonceptivos para adolescentes, invitar a los varones a cuestionar las normas y prácticas de género, y apoyar el empoderamiento de las adolescentes.

La próxima vez que escuchemos que la educación sexual es un asunto que atañe sólo a la familia, pensemos en las 16 millones de adolescentes que en este momento crían a un bebé.

Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com.

*Periodista y feminista en Quintana Roo, México, integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.

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