Manuel Bartlett
Desde la Presidencia sometida a EU e impulsada por la corrupción de las élites prianistas, se fraguó la regresión histórica más profunda desde 1917: la reforma de los artículos 25, 27 y 28 constitucionales, obsequiando el regreso de las petroleras anglosajonas, a explotar el petróleo en nuestro territorio y a las empresas eléctricas extranjeras que ante su desinterés por electrificar todo el territorio, el sector fue nacionalizado. Se desnacionaliza así la explotación del petróleo y la industria petrolera íntegra y el servicio eléctrico, despojando al Estado de su exclusividad para garantizar los intereses nacionales, abandonando la energía a intereses privados. No se privatizan Pemex ni CFE, engaño grotesco, sólo se transforman en “empresas productivas”, enanizando a las dos mayores empresas nacionales, cuyo estatuto será cuasi privado, exigencia norteamericana, para asegurarle “competencia” a sus empresas imperiales, que mediante licencias y toda clase de contratos, según convenga a estos poderes extranjeros, se apoderarán de nuestra estructura energética para extraer enormes beneficios económicos y ejercer una espantosa hegemonía para, contrario al argumento de que EU será autosuficiente en petróleo, garantizar aquí en México, la seguridad energética de EU.
Esta amputación de decisiones políticas fundamentales, se construye con el impulso a Peña Nieto, gobernador “hankista” a la Presidencia, comprando la elección, con recursos de la oligarquía, quedando a su servicio. La asociación con las televisoras, determinante para fabricar una “imagen triunfadora”, atrajo al PRI ávido de regreso, maquinaria ya desideologizada, reproductora de gobernadores a imagen del peñismo. Se adhiere el PAN en alianza gobernante desde el salinismo. Los gobernadores apoyan en comparsa, con su dependencia en el presupuesto concentrado en Presidencia.
Esta maquinaria con una mayoría parlamentaria hechiza, impuso su reforma contraria a la mayoría de la nación. Peña, sabiéndolo, mintió, negó la privatización, disimuló con dolo, aun después de haberse desnudado su compromiso ante el G8: “reformar la Constitución para garantizarle sus inversiones”. Su iniciativa, falsificación histórica, disfrazada, negando privatizaciones, afirmando garantizar la propiedad del petróleo, la rectoría del Estado, en un alud demagógico que la manipulación televisiva difundió como futuro promisorio. Todos estos argumentos se exhibieron falsos, bajo la presión del PAN, impulsor de los contratos que exigían las transnacionales. No se debatió, se engañó a todos. El dictamen presentado a comisiones del Senado integró las iniciativas del PAN y del PRI, más 22 transitorios dictados por las propias transnacionales. El dictamen elaborado fuera de comisiones, con 300 páginas, fue entregado con sólo unas horas antes para su discusión. Si bien los opositores lograron exhibir el entreguismo y falacias del dictamen, vía el Canal del Congreso, el PRIAN escamoteó el debate, imponiendo su mayoría para ir eliminando sin refutar argumentos contrarios, las ilegalidades serán exhibidas detalladamente. En la Cámara de Diputados, Beltrones aprovechó la toma de tribuna para dispensar todo trámite e imponer esa mayoría amurallada, despreciando a la crítica, a la nación. La aprobación en las legislaturas de los estados fue escandalosa, efectivamente “sin precedentes” violó todo reglamento; habiéndose recibido en las entidades, la minuta de 300 páginas, por internet, se fue aprobando en minutos, sin posibilidad de lectura, bajo la protección policiaca, aplastando a la oposición.
Con todos los recursos del Estado, se violó el derecho de las minorías parlamentarias, la libertad de expresión, para imponer ilegítimamente el compromiso antinacional de Peña Nieto. Ninguna mayoría puede violar la ley que la sostiene, pierde legitimidad y deviene facción autoritaria. La población burlada reaccionará indignada. Victoria pírrica.
Senador de la República
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