Editorial La Jornada
De
acuerdo con cifras reportadas ayer por la Comisión Nacional Bancaria y
de Valores (CNBV), el monto de los créditos bancarios no pagados
ascendió a 102 mil 145 millones de pesos en diciembre pasado, un
incremento de 46.6 por ciento en comparación con la cantidad registrada
en 2012, lo que coloca a la cartera vencida en su máximo nivel en una
década. Otras cifras difundidas recientemente por la Comisión Nacional
para la Protección y Defensa de Usuarios de Servicios Financieros
(Condusef) revelan que uno de cada nueve créditos otorgados por los
bancos del país está en moratoria de pagos, circunstancia atribuida por
ese organismo a
un problema de insuficiencia de ingresos o de sobrendeudamiento para la economía de muchas familias.
La aparente contradicción entre el crecimiento sostenido de la cartera vencida y el aumento exorbitante en las ganancias de los bancos en el país tiene como factor explicativo la persistencia de malas prácticas de los segundos, como queda de manifiesto con la aplicación por la Condusef de 256 multas por 32 millones de pesos a siete instituciones financieras en el país debido a diversas irregularidades, muchas de ellas relacionadas con la emisión desenfrenada de tarjetas de crédito.
En efecto, el sobrendeudamiento personal y familiar aludido por las autoridades en la materia está motivado principalmente por la irresponsabilidad de las propias instituciones financieras que, en su afán frenético de obtener ganancias económicas, han incurrido en prácticas como la colocación desmedida de plásticos, los cuales privilegian el endeudamiento de los usuarios por sobre el financiamiento de las actividades productivas y tienden a incrementar los niveles de morosidad y, por ende, la inestabilidad y riesgo financiero. A la postre, los costos de esa irresponsabilidad son transferidos a los propios usuarios a través de tasas de interés leoninas y de comisiones exorbitantes, rubros que explican en buena medida los márgenes de utilidad de los bancos y las dificultades crecientes de los deudores para mantenerse al día en sus pagos.
Con
estas consideraciones en mente, es claro que la corrección de los
vicios y las conductas depredadoras de la banca en el país no pasa por
la aplicación de correctivos como las multas mencionadas, mucho menos
cuando éstas representan una ínfima parte de los márgenes de utilidad
obtenidos por las instituciones financieras. Se requiere, en cambio, de
la aplicación de medidas de control y regulación oficial de esas
instituciones que, hoy por hoy, tienen en México un mercado de rapiña,
mucho más ventajoso que en sus entornos de origen, y que es alentado
por la actitud omisa de las propias autoridades.
La fe ciega de los gobiernos neoliberales en los principios de
La fe ciega de los gobiernos neoliberales en los principios de
autorregulacióny
libre competenciapuede resultar muy costosa para las economías nacionales, como quedó demostrado con el colapso del sistema financiero estadunidense y con la crisis económica que se vive en diversos países europeos. Si no se modifica en forma sustancial el marco legal que ha permitido las distorsiones enunciadas en el sistema financiero mexicano, y si no se adoptan medidas de asistencia y protección a los usuarios de los servicios financieros –particularmente a los deudores–, se corre el riesgo de que el país asista a un nuevo quebranto económico severo.
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