I
Durante
la Edad Media europea, la escolástica medieval (codificada por Santo
Tomás de Aquino), funcionó como el núcleo de la ideología dominante. Las
formas económicas y políticas del feudalismo, encontraban en ella,
justificación y elogio. En la actualidad, ya avanzando en el siglo XXI,
tales funciones las ha pasado a cumplir la ideología económica
neoclásica (popularmente conocida como “neoliberalismo”). El capitalismo
contemporáneo, monopólico, imperial y financiero, se afirma en ella
para justificar su irrestricta dominación. Este corpus ideológico posee
múltiples aristas. Una de ellas, especialmente popular, es la noción de
“capital humano”.
¿Qué se entiende por “capital humano”? La
referencia inmediata es a la calificación de la fuerza de trabajo. O
sea, años de estudios formales y de experiencia laboral, los que se
traducen en eficiencia laboral, en “saber hacer las cosas”. Luego, como
consecuencia, en mayores ingresos para la fuerza de trabajo más
calificada. O sea, entre el nivel de los salarios (ingresos) y nivel de
educación, se daría una fuerte correlación. Lo cual, en principio, se
podría aceptar. Pero emerge la pregunta: ¿por qué hablar de “capital
humano” y no de “calificación de la fuerza de trabajo”?
En
esto, observamos una falacia mayor que para nada es inocente. Es decir,
existe una deformación conceptual políticamente determinada. Por un lado
se diluye la noción de capital y de capitalistas. Se busca extraerle su
asociación indisoluble con el fenómeno de la explotación. Por el otro,
se habla de “capitalistas” que sólo viven de su trabajo. Deformar y
edulcorar las realidades, tal es la función propia de las ideologías.
Las inconsistencias de esta ideologización son múltiples. Podemos
mencionar algunas.
Si tenemos doctorados y muchos años de
experiencia, ¿Somos entonces capitalistas mayores? La pirueta neoclásica
es brutal y se apoya en una noción peculiar y del todo falaz de lo que
es el capital. Baste indicar: los capitalistas (empresarios
propietarios) si no trabajan, siguen ganando millones. El que dispone de
“capital humano”, si no trabaja, nada gana. Segundo: para los
neoclásicos el valor del capital es igual a los ingresos futuros
actualizados por la tasa de interés. Descontando las antiguas críticas
de Sraffa, Robinson, Garegnani y otros a esta noción, (el razonamiento
circular que maneja la teoría neoclásica del capital) podemos recordar
que las empresas capitalistas se pueden vender y comprar. Se paga su
“valor actual o de mercado” y con ello el nuevo dueño puede acceder a
futuras ganancias. En el caso del capital humano también se predica: su
valor representa la actualización de los ingresos salariales futuros
esperados. Pero, ¿se pueden comprar y vender a los portadores de tal
capital? Esto sería lo propio de una sociedad esclavista. Tres: el
rendimiento de manejar uno u otro tipo de capital parece brutalmente
dispar. Un joven ya con doctorado, en sus primeros contratos de trabajo,
recibe un salario en el orden de los 10-12 mil. ¿Cuánto recibe un
junior? Este, que usualmente es un “nini”, hijo de políticos,
empresarios o ambas cosas a la vez, recibe “apoyos de papi”: “mesadas”
suculentas, cuenta bancaria, auto último modelo, equipos electrónicos y
celulares sofisticados, ropa muy chic, viajes a Miami o Europa. O para
irse con chavas onda televisa a los antros de moda. Incluso para
violarlas y luego exhibirse por internet.
En suma se trata de fenómenos radicalmente diferentes y, por lo mismo, aplicarles la misma denominación, implica una real grosería conceptual.
Estas formulaciones sobre el “capital humano”, tan de moda en la
academia (que es una academia que vive de modas) y en la vida política,
en la revista Forbes (edición mexicana, Marzo/Abril de 2016), se
presenta un listado de 36 empresarios, considerados los mayores
millonarios del país. Además de las exorbitantes cifras que constituyen
su riqueza, se presentan los niveles educativos alcanzados por dichos
empresarios; algo así como la “formación de capital humano” con la que
cuentan.
Según se muestra en el cuadro 1, ninguno de estos
grandes empresarios cuenta con doctorado. Cuatro de ellos, han realizado
estudios de maestría; en dos se especifica en que institución se
realizaron dichos estudios, pero no se indica en qué especialidad se
obtuvo tal grado; en los otros dos sólo se dice que realizaron tales
estudios sin indicar dónde y en qué. Estos “maestros” representan el 11%
de los empresarios del listado que gozan de dicho “título de nobleza”.
Su participación en la riqueza total de los millonarios gira en torno al
7.4%, valuada en 10,218 millones de dólares. Luego, tenemos casi un 53%
de grandes empresarios que realizaron estudios de licenciatura (se
considera aquí a los ingenieros), aunque la información disponible no
permite verificar tal afirmación, pues en muchos casos sólo se indica el
nombre de alguna universidad. Este grupo de “licenciados” tiene una
participación del 68.0% en la riqueza total de los millonarios. Si
dejamos fuera al ingeniero Carlos Slim, que cuenta con una riqueza
valuada en 50,000 MDD (36.1% del total), el resto de los “licenciados”
logran concentrar un 31.8% de la riqueza total de los millonarios. Por
último, tenemos un 36.1% (más de un tercio) que no cuenta con formación
universitaria. A pesar de esta desnudez, concentran cerca de 25% de la
riqueza total de los millonarios, o sea, 34,081 millones de dólares (de
ahora en adelante MDD)..
Los cuatro
“maestros” concentran una riqueza de 10,218 MDD, lo cual implica una
riqueza media de 2,555 MDD. Mientras que la riqueza media de los
licenciados sería de 4,950 MDD. Es decir, aproximadamente el doble
(1.94) de la riqueza media de los que tienen un nivel educativo más
alto. Incluso, los ricos sin estudios son más ricos que aquellos que “se
quemaron las pestañas” cursando un posgrado: manejan una riqueza media
de 2,622 MDD. Pero incluso, si comparamos la riqueza de Carlos Slim con
la riqueza media de los licenciados, vemos que la del ingeniero Slim es
¡10 veces mayor! ¿Cómo se explica que una “formación de capital humano”
similar (mismo nivel educativo) genere rendimientos tan desiguales? Por
el lado de la “experiencia gerencial” no existen grandes diferencias.
Obviamente, la teoría del “capital humano” para nada opera en estos
respectos. Lo que sí funciona es la teoría del capital a la Marx. Más
precisamente, del capital monopolista. Valga agregar: en el caso de los
grandes capitalistas mexicanos, el peso de las fortunas heredadas es
bastante elevado, 38.1%. Si se deja fuera a Slim, la fortuna heredada
llega a un 60%. A la vez, el logro de riquezas por “vías non sanctas”
(trampas, robos, privilegios ilegales, etc.) es, muy probablemente
(examine el lector, vg,. los “papeles de Panamá”), el principal
mecanismo que se usa en el medio empresarial para agrandar el patrimonio
familiar.
En suma, el camino a las grandes fortunas, para nada pasa por el llamado “capital humano”.
Cuadro 1. Nivel educativo y riqueza de los millonarios mexicanos en 2016 (*)
Porcentajes en paréntesis
Nivel de educación** | No. Empresarios | Riqueza*** ($US) | |
(1) | Doctorado | 0 (0%) | 0 (0%) |
(2) | Maestría | 4 (11.1%) | 10,218 (7.4%) |
(3) | (1) + (2) | 4 (11.1%) | 10,218 (7.4%) |
(4) | Licenciatura | 19 (52.8%) | 94,047 (68.0%) |
(5) | (3) + (4) | 23 (63.9%) | 104,265 (75.4%) |
(6) | Sin estudios | 13 (36.1%) | 34,081 (24.6%) |
TOTAL | 36 (100%) | 138,346 (100%) |
(*)
Estimado a partir de datos presentados en revista Forbes Marzo-Abril
2016; (**) Según Forbes; (***) Cifras redondeadas en millones de
dólares.
Cuadro 2. Origen de la riqueza de los millonarios mexicanos en 2016 (*)
Porcentajes en paréntesis
Origen de la riqueza** | No. empresarios | Riqueza ($US)** sin Slim |
Heredada | 19 | 52,699 (38.1%) 59.7 % |
Autogenerada | 16 | 35,647 (25.8%) 40.3% |
Carlos Slim (Autogenerada) | 1 | 50,000 (36.1%) ----- |
Total | 36 | 138,346 (100%) 88,346 (100%) |
(*)
Estimado a partir de datos presentados en revista Forbes Marzo-Abril
2016; (**) Según Forbes; (***) Cifras redondeadas en millones dólares.
II
La noción de capital humano no se ajusta con las realidades, es
mentirosa y sólo sirve como mecanismo de dominación ideológica. Es
decir, para “meterles el dedo en la boca” a los de abajo, a los
asalariados y no asalariados que viven en el mundo de la pobreza y
exclusión. Los economistas serios (y honrados) no la deberían manejar. Y
no confundir con el fenómeno de la calificación de la fuerza de
trabajo. El cual, sí es importante.
¿De qué depende la calificación de la fuerza de trabajo?
Una respuesta ingenua y que es casi tautológica indica: como resulta de
los años de estudio formal y de la experiencia acumulada en el trabajo,
la calificación depende del esfuerzo educativo que realiza el país:
número y calidad de las escuelas, nivel del profesorado, equipamiento
físico, etc. Lo cual, se mide con cargo a diversos indicadores: tasa de
alfabetización, años medios de escolaridad, porciento del gasto en
educación sobre el PIB, etc. En estos planteos hay un punto básico que
se suele olvidar o manejar con gran superficialidad: ¿para qué la
educación? ¿Para qué calificar la fuerza de trabajo?
La respuesta debiera ser clara: la gente se califica y se prepara en función de las exigencias que le plantea la estructura ocupacional vigente en el país.
En los tiempos previos al capitalismo industrial o más atrás (vg. en la
época del feudalismo) el grueso del empleo (85% o más) se localizaba en
la agricultura. Aquí, la tecnificación de los procesos de producción
era muy baja y el entrenamiento de la fuerza de trabajo se realizaba en
el seno de la familia campesina. La educación formal, no eclesiástica y
relativamente masiva empieza sólo a partir de la difusión de la
revolución industrial. En Francia, vg., esto sucede a partir de
Napoleón, que fuera gran impulsor de la educación pública. Este fenómeno
va estrechamente asociado al crecimiento de la ocupación industrial y
al mayor peso de las grandes urbes. El tema es apasionante pero una nota
breve no permite discutirlo. Nos basta aludir al fenómeno y mencionar
el punto básico: en la relación educación versus estructura ocupacional,
es ésta la que funciona como variable independiente. Las diversas
ocupaciones ´plantean tales o cuales exigencias de calificación. Y el
sistema educacional (el formal en especial), debe responder a tales
exigencias. A veces, la respuesta se atrasa y genera problemas. Lo que
no sucede es que la variable educación pase a regular el cambio en la
estructura ocupacional.
También se debe indicar: la estructura
ocupacional es el reflejo del nivel y tipo de funcionamiento con que
opera la economía. Si se quiere, del tipo de “patrón de acumulación” que
en ella domina.
En México, desde 1982 a la fecha impera el
patrón de acumulación neoliberal. Su funcionamiento se ha tipificado por
bajísimos ritmos de crecimiento y por una muy regresiva distribución
del ingreso. La capacidad de absorción ocupacional del sistema es
prácticamente nula. En la actualidad (inicios del 2016), el sector
capitalista apenas si ocupa a alrededor de un tercio de la población
ocupada. Y en el llamado sector informal se refugia un 60% de ocupación
total.
¿Qué actividades tipifican a la informalidad? Aquí,
tenemos a vendedores ambulantes, franeleros, maleantes, “mil usos”,
buhoneros, prostitutas, cafiches, narcos, etc. De suyo se comprende que
para este tipo de actividades, el nivel de calificación formal que se
necesita es mínimo. Nos encontramos, en consecuencia, con una estructura
ocupacional que exige no más, sino menos educación formal.
En
México, el sistema de educación formal, con todas sus deficiencias, no
ha dejado de expandirse y en relación al desempeño de otros países con
un nivel de desarrollo parecido, no presenta grandes diferencias
cuantitativas. De hecho, un examen cuidadoso de la información
disponible apunta a un sobrante del llamado “capital humano”. Y no a
partir de un sistema educativo con eficiencia alemana (o coreana). El
punto es otro: la presencia de un tipo de economía, de corte neoliberal,
que plantea exigencias mínimas de calificación.
Valga agregar:
en México, si a la educación formal le pedimos generar racionalidad,
saber y capacidad para resolver problemas (el “know-how” americano), es
fácil percibir que el sistema encuentra un enemigo inmenso: lo que
genera el clima social y moral imperante en el país.
El clima
social y moral imperante puede reforzar a diluir lo que forja el sistema
escolar. En el México de hoy, el impacto es disolvente. Cuando el
alumno sale de la escuela, ¿qué encuentra en las calles, en el mismo
hogar? ¿Qué ve y escucha en los canales de Televisa, en sus telenovelas,
en sus programas deportivos, de chismes y espectáculos? Lo que estos
medios vemos es un mecanismo de embrutecimiento e irracionalidad que es
masivo y tremendamente eficaz.
En la escuela, el alumno puede
aprender que dos por dos es igual a cuatro. En la calle, verá que para
empresarios, políticos, narcos y lúmpenes, dos multiplicado por dos
puede resultar en millones y millones. Es decir, trampas y robos alteran
las reglas de la aritmética más elemental. En la escuela le podrán
enseñar las bondades de la Constitución, en la calle darse cuenta que es
sólo una farsa que nadie respeta.
Lo que el ser humano hace y
sabe en su vida, depende sólo parcialmente del impacto del sistema de
educación formal. La clave radica en lo que exige el medio social en que
la persona nace y luego trabaja. Si este medio es avanzado, “tira” a la
educación formal y esta termina por acomodarse. Pero un sistema
educativo avanzado (suponiendo, con candor, que pudiera emerger) no es
capaz de doblegar al medio social. En otras palabras, una educación
moderna supone la presencia de un país moderno. De donde, una conclusión
quizá obvia: si se quiere una educación muy avanzada se debe tener una
economía de alto nivel, con una fuerte base industrial y con una
estructura ocupacional que exija altos niveles de calificación.
También podemos deducir: los que piden una reforma educativa avanzada,
antes que nada deberían pugnar por un país muy diferente al actual.
Pero, ¿se les puede pedir esto a los de arriba y a sus teólogos del
ITAM? ¿No es como pedirles el suicidio?
Juan Salazar Vázquez es estudiante de posgrado UNAM. José C. Valenzuela Feijóo pertenece al Departamento de economía UAM-I.
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