Expertas analizan componente de género en la crisis brasileña
Mujeres
saludan entusiasmadas a Dilma Rousseff, en el Palacio de Planalto, sede
de la Presidencia, en Brasilia, durante un encuentro el 19 de abril, en
que defensoras de la mandataria brasileña le manifestaron su respaldo,
tras el comienzo del proceso de destitución en su contra |
La primera presidenta de este país sudamericano, Dilma Rousseff, ahora
amenazada de inhabilitación por el Parlamento, frustró las esperanzas de
que una mujer al frente del gobierno promovería un empoderamiento de la
población femenina, especialmente en la política.
Eso y la discriminación por su protagonismo en un mundo netamente
masculino, como lo es la política brasileña, no son determinantes de su
eventual destitución, pero sí contribuyeron al deterioro de su gestión,
iniciada en 2011 y renovada por la reelección en 2014.
“Las explosiones nerviosas de la presidenta”, fue el titular del
artículo con el que la revista Isto É describió las supuestas reacciones
de una mujer “histérica” ante la cercanía de que el Senado la someta a
juicio político, lo que derivaría en su destitución definitiva dentro de
seis meses.
Ataques machistas en la prensa, redes sociales y calcomanías pegadas en
vehículos “ayudaron a desgastar su imagen y representatividad política”,
acusó Joluzia Batista, asesora del Centro Feminista de Estudios y
Asesoría, entrevistada por IPS sobre el componente de género en la
crisis institucional por la que atraviesa el gigante sudamericano.
“Hay un sesgo de misoginia en parte del discurso en contra del gobierno
de Rousseff, especialmente del segmento religioso sectario”, que tiene
líderes en el Congreso Nacional, señaló Sonia Correa, codirectora del
Observatorio de Sexualidad y Política.
Los ataques sexistas que enfrentan las mujeres en la vida política no
parten sólo de sus adversarios, “ocurren también dentro de los
partidos”, advirtió Fátima Pacheco Jordão, experta en análisis de
opinión pública.
“DESASTRE” EN DERECHOS REPRODUCTIVOS
En el gobierno, Dilma Rousseff “nombró muchas ministras, difundiendo la
idea de que las mujeres también pueden ejercer el poder”, y reforzó el
combate a la violencia de género, perfeccionando la legislación,
recordó.
Pero respecto a los derechos reproductivos “fue un desastre, sofocó el
debate sobre la autonomía de las mujeres sobre su cuerpo, la
planificación familiar y el aborto”, ignorando compromisos asumidos por
Brasil en las conferencias de la ONU de los años 90, lamentó Jordão. “En
el balance de su gobierno, quedó un déficit en políticas públicas para
mujeres”, acentuó.
“Como primera presidenta de Brasil tuvo un impacto simbólico importante
en América Latina, pero confirmó que una mujer en el poder no asegura
políticas progresistas ni compromiso con la igualdad de género”,
sentenció en tanto Correa.
Su discurso contra la violencia y la pobreza “no fue acompañado de un
esfuerzo para alterar las relaciones de género. No avanzó en la oferta
de guarderías ni en derechos sexuales y reproductivos, precondiciones
para una participación plena de las mujeres en la esfera pública”,
sostuvo.
Mientras, Brasil presenta una escasa presencia femenina en su Parlamento
y en la política en general. Es de sólo 10 por ciento en la Cámara de
Diputados, que decidió el pasado 17 de abril abrir un proceso de
destitución de Rousseff. Ahora previsiblemente ratificará la medida el
Senado, que en ese caso será el órgano que realice el juicio político a
la mandataria y decidirá su inhabilitación o no.
De las 51 diputadas, 29 votaron a favor del proceso, es decir 56.9 por
ciento, una proporción insuficiente para aprobar el juicio. Pero de los
513 diputados y diputadas, los opositores alcanzaron 71.5 por ciento de
los votos, superando el 66.7 por ciento necesario para aprobar el
segundo juicio a un presidente en la historia de Brasil.
El primer proceso de destitución tuvo lugar en 1992 contra el ex presidente Fernando Collor, electo en 1989.
Para trabar o incluso retroceder en demandas feministas, como la
despenalización del aborto, fueron decisivos los compromisos firmados
por Rousseff con las diferentes iglesias, especialmente con las nuevas
sectas evangélicas, en las que predomina un “dogmatismo religioso”,
según Sonia Correa.
Los evangélicos cuentan con una gran bancada en el Congreso Nacional,
que comprende al presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, de
fuerte actuación en iniciativas legislativas que restringen los
derechos femeninos, y en el proceso de inhabilitación de Rousseff.
Las restricciones al aborto que pretenden imponer esos religiosos, como
la exigencia de comprobación médica de estupro para que se permita la
interrupción legal del embarazo, “son sólo un pretexto para impulsar un
proyecto político” de ampliación del poder de las iglesias, evaluó
Correa.
“Fue un gran error estratégico (del gobierno) alargar el campo de
alianzas políticas a esas religiones, además de no democratizar las
comunicaciones sociales”, opinó Joluzia Batista, destacando que los
evangélicos controlan numerosas emisoras de radio y televisión.
El discurso conservador ganó fuerza y misoginia en la Cámara de
Diputados, cuando Marco Feliciano, de confesión evangélica, presidió la
Comisión de Derechos Humanos, observó.
RIESGO DE RETROCESOS
El temor de las feministas es que la posible destitución de Rousseff
favorezca nuevos retrocesos en los derechos de las mujeres,
especialmente en salud reproductiva y en política.
Pero Fátima Pacheco Jordão relativiza el riesgo. El fracaso de la
primera presidenta “no se debió al hecho de ser mujer o a factores
relacionados, y el futuro dependerá de los movimientos sociales que
ganan más importancia ante la crisis y la esterilización de los
partidos”, dijo.
Correa, por su parte, prevé algún aprovechamiento político e ideológico
por los conservadores, “enemigos de la participación política de las
mujeres”, aunque tengan sus líderes femeninas. Pero su gran temor es una
“regresión” de la presencia femenina en el mercado de trabajo.
El demógrafo Eustáquio Diniz Alves, profesor de la Escuela Nacional de
Ciencias Estadísticas, constató la reversión de la tendencia desde 2013.
Por más de 60 años a partir de 1950, “las mujeres constituyeron la
fuerza renovadora del mercado de trabajo brasileño”, destacó.
La población económicamente activa femenina se multiplicó 16 veces de
1950 a 2010, mientras que la masculina creció 3.6 veces. Además las
mujeres estudiaron más que los hombres, alcanzando escolaridad más
elevada.
Pero los datos de empleo, de acuerdo con el Instituto Brasileño de
Geografía y Estadística, en las seis principales regiones metropolitanas
de la nación sudamericana indican que la crisis económica afectó
gravemente a las mujeres.
Su tasa de ocupación aumentó de 40 por ciento en 2003 a 48 por ciento en
2012, representando 7.9 millones y 11.2 millones de mujeres ocupadas,
respectivamente. A partir de entonces se invierte la tendencia. En enero
de 2016, la tasa volvió a 43 por ciento y eran 10.6 millones las
mujeres empleadas.
“La caída empezó antes de la recesión económica” a partir de 2014,
apuntó Alves. Ello porque mujeres y jóvenes son los primeros despedidos
al desacelerar la actividad.
Esa regresión es muy grave porque “sólo una buena colocación en el
mercado de trabajo proporciona autonomía y empoderamiento a las mujeres
que ya presentan mayor escolaridad”, explicó. Es “raro que ocurra cuando
una mujer preside el país”, acotó.
Además significa que se desaprovecha el llamado “bono demográfico”, la
mayor proporción de personas en edad activa que de niñas, niños y
personas adultas mayores. “Desarrollarse y obtener el bienestar social
exige aprovechar ese bono, como lo han hecho todos los países
desarrollados”, alertó Alves.
*Este artículo fue publicado originalmente por la agencia internacional de noticias IPS.
Foto: Roberto Stuckert Filho/PR
Por: Mario Osava*
Cimacnoticias/IPS | Río de Janeiro, Bra.-
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