Pedro Echeverría V.
1. Pienso que el poder y la idea poder es el origen y la causa de
todos los males contra la humanidad. Desde la aparición de ésta apareció
el poder de los más fuertes, de los más ambiciosos, hasta de los más
viejos y experimentados. Fuerza y experiencia construyeron poder. Esta
idea de poder y dominación se trasladó de padres a hijos en el hogar, el
trabajo, la iglesia, la escuela. ¿Por qué no la igualdad, la
solidaridad, el compañerismo, la ayuda mutua? Porque apareció de
inmediato la propiedad privada que dijo: “esto el mío y con mi fuerza y
mis armas también lo tuyo será mío”. Así nación la lucha de clases que
por milenios ha estado vigente y no desaparecerá mientras no se logre la
igualdad.
2. Han pasado milenios y todos continuamos con los genes del poder
que para extirparlos debemos gritar a diario: “muera el poder” y luchar
contra él que llevamos en nuestra sangre y cerebro. El individualismo
capitalista nos enseñó a decir: “mis hijos, mi propiedades, mis padres,
mis alumnos, mis sacrificios, mis propiedades” y esa manera de hablar
corresponde a la manera de pensar. ¿Qué pasaba antes de la aparición de
propiedad privada cuando no se identificaban parejas de hombres y
mujeres y los niños no tenían propiedad y los productos del trabajo
tenían que dividirse entre todos? Obviamente eran los hijos, los
hogares, los hombres y mujeres que trabajaban, la comunidad.
3. Pero aparecieron los “hijos de la chingada” (como diría Octavio
Paz) que fueron poco a poco acumulando armas, riquezas, esclavos y gran
propiedad, que dedicaron su tiempo a inventar medios para dominan a los
demás. Al pueblo lo único que le interesó de manera ingenua es que los
dejen trabajar y vivir en paz, pero olvidó que mientras sus enemigos
esclavistas, señores feudales y capitalistas –apoyados en sus gobiernos y
ejércitos- tengan fuerza se dedicarán a explotarlos, esquilmarlos y
someterlos, no habrá paz. Ellos han sido por milenios el poder y
nosotros –por tontos- los que sostiene ese poder. Hay que enterrar ese
poder para siempre como condición para que nazca la sociedad de la
igualdad total.
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