La Jornada
Es para muchos claro
que la corrupción es, si no el mayor, uno de los principales y más
antiguos problemas que sufre nuestro país. En el informe de
Latinobarómetro 2016 se posiciona a la corrupción como el tercer lugar
de los problemas principales de esta nación, de acuerdo con las y los
mexicanos.
Aunque hay materias, principalmente en derechos humanos, en las que
hemos dado pasos favorables y de trascendencia, en asuntos de
corrupción, a pesar de las reformas, no se han logrado cambios
significativos.
En el estudio mencionado se muestra que uno de cada cuatro
entrevistados en México tiene conocimiento de al menos un acto de esa
índole dentro del año previo a su entrevista.
La corrupción no solamente es un problema para la opinión pública
mexicana, existen datos duros que muestran a este país como uno de los
que enfrentan más descomposición.
Según el Foro Económico Mundial, México ocupa la decimotercera
posición de las naciones más corruptas del mundo y el primero excluyendo
a las naciones menos industrializadas.
Para solucionarlo, el primer punto que debemos tener claro es que la
corrupción no debe ser tolerada, cuestión que suena natural; sin
embargo, no es universalmente aceptada, pues, co- mo muestra el informe
mencionado, 36 por ciento de las y los mexicanos está de acuerdo en
pagar el precio de la corrupción si se resuelven otros problemas
nacionales.
Por lo anterior, se debe abordar esa práctica desde una aproximación
ética, la cual es la rama filosófica que estudia la moral y la manera de
juzgar la conducta humana.
En otras palabras, estudia el bien y el mal, lo correcto y lo
incorrecto de las nuestras conductas. Por lo tanto, la actuación
pública, como conducta huma- na, puede ser sujeta al juicio de valor
ético, cuando se realiza o se aparta del actuar de los valores positivos
cultivados en una sociedad.
La corrupción es un fenómeno social que no es solamente propio de los
gobierno o de los servidores públicos, sino que, por desgracia, también
afecta al sector privado de la sociedad. Como sabemos, cuando hay un
servidor público deshonesto suele haber un empresario u otro particular
cómplice.
Las experiencias de gobierno nos demuestran que el fenómeno de
la corrupción forma parte del ideario colectivo, del hábito social del
mexicano, construido sobre la base de antivalores muy arraigados, por
distintas razones, incluso históricas.
La verdad incómoda podría ser que en México no existe en sí una clase
política corrupta, sino una sociedad con esa condición representada en
su clase política.
Como los servidores públicos suelen provenir del mismo contexto
social se repiten antivalores como el de la corrupción. En nuestro
actual sistema político-económico se ha dado un gran valor al dinero y
su concentración en muy pocas manos, por lo que se explica que se
utilicen medios antiéticos para llegar a él, pero estas y otras posibles
explicaciones no justifican la corrupción.
Lo que requerimos es un cambio social en nuestro sistema de valores, tanto en la esfera pública como en la privada.
Debemos tener claro que la corrupción es un problema que nos afecta a todos y no es justificable aun si
solucionaotros dificultades, sino que es una de las principales causas de otros conflictos, entre ellos la inseguridad y el mal funcionamiento de los servicios públicos, entre muchos otros.
Las y los ciudadanos debemos tener la cultura cívica de denunciar el
tráfico de influencias, el soborno, el peculado, el uso de bienes
públicos para fines privados y las demás modalidades de las que se
reviste la corrupción de los servidores públicos. Sin embargo es más
importante, como miembros de la ciudadanía mexicana, que incluye a las y
los servidores públicos, tener una cultura cívica y no participar, en
manera alguna, en el problema sistemático de la corrupción.
Flor de loto: Ciudadanos necios que acusáis a su clase política sin razón, sin ver q
ue
sois la ocasión de lo mismo que culpáis. Si con ansia sin igual
fomentáis su corrupción, ¿por qué queréis que obren bien, si los
incitáis al mal?
*Magistrado presidente del Tribunal Electoral de la Ciudad de México
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