Con el telón
de fondo de la crisis legislativa por la división de la bancada panista y
los forcejeos en torno a la designación del titular de la fiscalía
general, figura que sustituirá a la Procuraduría General de la República
(PGR), el representante en México de la Oficina del Alto Comisionado de
las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Jan Jarab, así como el
presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Luis Raúl
González Pérez, señalaron la necesidad de una normativa que asegure la
autonomía y la independencia del próximo responsable de la procuración
de justicia en el país. El primero dijo que antes de la designación del
funcionario correspondiente debe llevarse a cabo una reforma
constitucional en ese sentido, en tanto que el ombudsman nacional afirmó que el fiscal no debe estar subordinado a intereses particulares o coyunturas políticas.
Por su parte, el Comité de Participación Ciudadana (CPC) del Sistema
Nacional Anticorrupción se manifestó por buscar consenso para el
nombramiento de un procurador de transición, a fin de dar tiempo a la
necesaria redefinición constitucional sobre la fiscalía general de la
República y sobre el perfil de quien habrá de ser su titular.
Es un hecho público que la idoneidad del actual procurador para ocupar el cargo de fiscal general de la República ha sido duramente cuestionada por múltiples actores y grupos sociales, y ha provocado el encono entre diputados y senadores de diversos partidos políticos, señalaron los cinco integrantes del organismo en una carta dirigida al presidente Enrique Peña Nieto.
Más allá de la indudable necesidad de superar el
empantanamiento en el Congreso de la Unión provocado por el
empecinamiento del oficialismo en otorgar al actual procurador, Raúl
Cervantes Andrade, un llamado
pase automáticode la
procuraduría
a la Fiscalía, y de asegurar su permanencia en el cargo durante los
próximos nueve años, lo que ha sido visto por la mayor parte de la
oposición, así como por organizaciones no gubernamentales y círculos
empresariales y académicos como un intento de Peña Nieto de colocar en
el cargo a una suerte de
guardaespaldas transexenal.
Tal apreciación parte del hecho de que el actual responsable de la
PGR pertenece al círculo cercano del titular del Ejecutivo federal y es
un activo militante priísta. Por lo demás, el paso de Raúl Cervantes por
ese organismo no se ha traducido en una mejora perceptible de los
vicios institucionales ni en una superación de las inercias que le han
impedido cumplir con su mandato constitucional; el caso más claro es el
inmovilisimo de la PGR ante la atrocidad perpetrada en Iguala el 26 de
septiembre de 2014 en contra de estudiantes normalistas de Ayotzinapa,
un hecho que sigue causando la indignación social y cuyo esclarecimiento
ha sido obstaculizado en forma regular en los casi tres años
transcurridos desde entonces.
En suma, el país necesita con urgencia una institución con
credibilidad para hacerse cargo de la procuración de justicia y de un
funcionario probadamente independiente –sin filiación partidista, de
preferencia–, autónomo y capaz para encabezarla, y esas características
son clamor y demanda social que no deben ser ignorados.
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