Como se sabe por
Homero, Casandra había sido condenada a predecir correctamente todo lo
que sucedería pero sin ser jamás creída. Los troyanos, por lo tanto, en
vez de atesorar sus predicciones y de tomar las medidas necesarias para
contrarrestar las más funestas, consideraban a Casandra un pájaro de mal
agüero, una delirante perturbadora.
En México no han faltado los que en varias ocasiones calificaron de
delirantesmis artículos, como uno que, pocos meses antes de las elecciones estadunidenses, preveía –junto a un reducido puñado de otros analistas– el triunfo de Trump y su bárbaro gobierno de multimillonarios votados por obreros, o el último que se pregunta, mencionando varios posibles desastres, en qué contexto mundial se prepara México a entrar en pleno periodo electoral para las elecciones presidenciales de 2018 si éstas llegasen a hacerse.
Los doctores Pangloss de hoy, para quienes todo funciona
perfectamente en el mejor de los mundos posibles, son incapaces de
estudiar una situación compleja y las interacciones posibles o probables
entre diversos fenómenos y por eso no pueden analizar nada. Su
irracionalidad es tal que recurren a horóscopos, adivinos y gurúes y,
para ellos, una astrónoma de primer orden es simplemente una astróloga.
Como siempre, en vísperas de grandes transformaciones
histórico-sociales, las clases dominantes gobiernan mediante mediocres e
ignorantes.
María Antonieta, con su frivolidad y superficialidad abrumadora y sus berrinches, y Luis XVI, ajeno a todo salvo a su hobby de cerrajero, o la zarina y su corte de creyentes en Rasputin y su Zar imbécil,
comprobaron este fenómeno en el pasado. Hoy lo hacen los varios Renzi,
la May y otros Macrones que remplazan a estadistas, también
reaccionarios pero de otra talla, como De Gasperi, Churchill o De
Gaulle. Incluso en nuestro continente, los Peña Nieto y Macri visten los
ropajes demasiado grandes para ellos de los Juárez o incluso Perón y
viven dentro de la burbuja creada por sus cortesanos. Como dicen los
creyentes
Dios ciega a los que quiere perder.
Para desgracia de los que consideran delirante revelar las tendencias
actuales en el curso del desastre ambiental y del caos político
mundial, los hechos confirman de inmediato los análisis acertados.
El huracán Harvey, después del Katrina que asolara Luisiana, puso de
rodillas a Texas, costó hasta ahora 116 mil millones de millones de
dólares y demostró así, por si fuese necesario, el carácter criminal de
la política de Trump, que niega el cambio climático global pero sufre y
sufrirá cada vez más sus consecuencias pues se niega a reducir la
emisión de gases con efecto invernadero. Moody’s, por su parte, no
demoró en hacer sentir la voz
de los mercadosante la posibilidad de que López Obrador gane las elecciones de 2018, si éstas se realizasen.
Bastaban dos dedos de frente para saber que todas las muestras de
moderación dadas a Estados Unidos, al capital financiero y a sus agentes
de la oligarquía mexicana no iban a servir para nada pues las clases
dominantes ven a AMLO como un advenedizo, un sapo de otro pozo, y
consideran peligroso cualquier apoyo de masas a cualquier político
latinoamericano. Protestar ahora contra la injerencia de Moody’s en la
vida política mexicana no basta: el candidato discriminado debería
convocar de inmediato a manifestaciones masivas de repudio aunque
desgraciadamente no lo hará pues ha optado por la política del bicho
bolita, que se hace lo más pequeño posible y se esconde en un rincón
esperando pasar desapercibido para que no lo pisen o que no se lo coman.
¿Por qué no consulta a sus bases sobre cómo reaccionar?
Eso nos lleva al problema de la democracia en los organismos
de masa. Los sindicatos franceses o los argentinos, temerosos y
burocratizados, negocian todo lo que pueden con los representantes
estatales de su enemigo de clase para no llegar a conflictos que podrían
llevar a que los dirigentes sindicales pierdan sus privilegios. En vez
de recurrir a la democracia sindical y de informarse mediante asambleas
de delegados y de todo el personal de las empresas, encargan encuestas
como si vendiesen jabones. Lo mismo hace López Obrador con su partido,
en el que la base no es consultada ni decide nada y se entera de lo
resuelto –¿por cuántos dirigentes?– leyendo los diarios.
Si antes de una posible pelea en la cual se necesitarán hacer participar todas las
fuerzas
y las capacidades uno desarma a su ejército y le venda los ojos para
demostrar una disposición pacifista, está diciendo que se dará por
vencido casi sin lucha.
Hay una clara relación entre la participación de las bases de los
organismos de masa, las posibilidades de victoria y la democracia
sindical o partidaria. Si se quiere realmente enfrentar una amenaza o un
problema y cambiar la relación de fuerzas para poder cambiar la
sociedad, es necesario promover la participación de las grandes masas y
su creatividad tanto en Cuba, China, México o Argentina como en los
partidos de izquierda y en los sindicatos.
La lucha real no se librará en las urnas. Se hace, por el contrario,
en la movilización y educación cotidiana de la mayoría de la población
escuchando sus problemas y luchando por solucionarlos; se hace
explicando claramente quién y qué es el enemigo. El eventual apoyo de
los votos es sólo un subproducto de esa actividad.
No delira quien analiza cuáles son las fuerzas en presencia y qué se
puede prever. Delira en cambio quien cree poder prescindir del análisis
de todas las fuerzas en presencia y del contexto mundial en que se
verifica cada conflicto. A las Casandras actuales que, armadas con un
método y con una preparación especializada, previenen sobre lo que podrá
suceder no hay que denostarlas sino que hay que escucharlas verificando
si sus análisis son o no correctos.
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