Jazz
Saliendo apenas del aeropuerto, en
medio de la ola de calor más intensa de años pasados, el verano matinal
de Hermosillo se nos estampó en el rostro, y de inmediato nos
refugiamos en la camioneta de Josué Barrera. Amablemente, el coordinador
de literatura del Instituto Sonorense de Cultura nos dijo que que no,
que
ahorita está tranquilo, que nos esperáramos a la una o dos de la tarde.
Pero mi subconsciente y yo estábamos realmente emocionados con esta
visita del 16 de agosto a tierras yaquis, pues además de que Sonora era
de los pocos estados donde aún no se había presentado el Atlas del jazz en México, por fin iba a poder saludar en persona a los grandes músicos de la localidad.
Sabía que seguramente ahí estarían el trompetista Cheché Ávila
y el flautista Óscar Mayoral, pues el primero estaba programado para
tocar esa noche con su cuarteto, el segundo aparecería como músico
invitado y como comentarista del Atlas, en el cual Óscar participa con un buen testimonio. Pero además, días antes me enteraba de que Luis Mario Rivera iba a tocar con Cheché y eso aumentaba las expectativas.
Luis Mario fue todo un personaje del jazz en Ciudad de México durante
cuatro o cinco años; tocaba la batería con los grandes protagonistas
(Iraida Noriega, Agustín Bernal, Mark Aanderud, Diego Maroto, Israel
Cupich, Francisco Lelo) y escribía la columna
Un poco de jazzen Excélsior. Hasta que en 2008 decidió probar suerte en Nueva York. Desde allá siguió enviando sus textos al periódico y empezó a tocar en pequeños bares, pero las crisis y los etcéteras lo hicieron regresar a su natal Hermosillo en 2009, y ahí estuvo como director de Radio Sonora durante seis años. Hoy en día es el dirigente del Partido Verde en aquel estado y prácticamente se ha retirado de la música.
Pero regresando al viaje y a los deseos, quería yo saludar también a
maestros, como el célebre Kennedy Noriega –de los mejores saxofonistas
que ha parido este país–, al pianista (y trompetista) Rodolfo Chino
Medina y al pianista (y percusionista) David Norzagaray. Pero, bueno,
el primero no bajó de Puerto Peñasco, donde vive desde hace varios años,
y el segundo sencillamente no apareció.
A quien sí tuve el placer de saludar fue al joven maestro Norzagaray,
quien además de sus labores jazzísticas, en años pasados ha estado al
frente del grupo Libro Abierto, en un muy interesante proyecto de música
norteña y literatura. David se sumerge en ilustres letras de todos los
aromas, desde Cervantes y Sor Juana hasta Süskind y Neruda, y así ha ido
construyendo temas como El corrido de un asesino o Veinte poemas de amor y una canción anorteñada.
Por fortuna, los 45 grados que se habían reportado tres días
antes de mi llegada a Hermosillo no aparecieron ni de los lejos el
miércoles 16, así que con una bondadosa temperatura que no rebasó los 41
(…), a eso de las siete estábamos llegando al Parque La Ruina para una
entrevista televisiva con Yadira Cota. El Cuarteto de Cheché Ávila ya probaba sonido en el escenario al aire libre, pero al ver las cámaras decidieron descansar un rato.
Empezaba a caer la noche y sólo seis o siete sillas estaban ocupadas;
las otras 150 (143) se ignoraban entre sí, en medio del sopor de la
tarde. Se encendieron las lámparas de apoyo para la entrevista; me
pidieron que ocultara mi coca lait; platicamos un buen
rato y cuando se apagaron las luces, como por arte de magia, pudimos
ver que el foro se había llenado (casi) en su totalidad.
No obstante, la mayor sorpresa de este viaje me la llevé cuando vi
que Mario Welfo Álvarez, director general del Instituto Sonorense de
Cultura, subía al escenario para dar la bienvenida y para hablar de la
actividad. Y es que esto casi nunca sucede. De hecho, en el periplo del Atlas
por todo el país, sólo en otras dos ocasiones un alto funcionario de la
cultura en México ha asistido a las presentaciones. No todos tienen ni
la voluntad ni la sensibilidad suficientes para estos trotes. A todos
nos dio gusto, por supuesto.
El doctor Manuel Santillana leyó un estupendo texto sobre sus
impresiones del libro; Óscar Mayoral, flautista, improvisó con soltura
sobre el mismo tema y después se fue a palomear con el
cuarteto. Yo y mi subconsciente quisimos sentarnos a escuchar el
concierto, pero todo el tiempo estuvimos rodeados por la amable
imposición de periodistas y melómanos… sólo de vez en vez podíamos
percibir la excelente factura del grupo y los ecos de grandes clásicos
como Milestones, Straight no Chaser o Stella by Starlight. Era lamentable, pero la gente seguía llegando.
Salud.
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