Pedro Miguel
No hay manera de no
verlo: abajo, arriba y en medio de la pirámide social proliferan las
adhesiones a la causa que representan Andrés Manuel López Obrador y el
partido Morena. El fenómeno trasciende el ámbito tradicional de las
izquierdas, las organizaciones populares y los movimientos sociales y se
extiende al empresariado e incluso a las filas panistas y priístas. El
hartazgo por la impunidad, la corrupción, la inseguridad y la torpeza de
las camarillas neoliberales que han copado la Presidencia desde hace
tres décadas ha empezado por fin a manifestarse en un proyecto de
recambio político viable y real.
Así como sectores radicales han decidido postergar sus peticiones
maximalistas en aras de superar el desastre actual –que es
particularmente nocivo y peligroso para las causas de los de abajo y sus
militantes–, muchas figuras políticas y económicas que hasta ahora
habían permanecido con el régimen caen en la cuenta de que éste puede
causar, en caso de que lograra perpetuarse, nuevas y más dolorosas
catástrofes. Profesionistas honestos que han permanecido toda su vida en
el conservadurismo político se deciden a participar en, o cuando menos a
simpatizar con, una propuesta simple y clara de acabar con la
corrupción y la impunidad y recuperar el Estado como árbitro de los
conflictos sociales y no como un agudizador de ellos.
La guerra sucia desatada en 2006 por la presidencia prianista
de Vicente Fox en contra del tabasqueño dejó a parte de la ciudadanía
con una intoxicación permanente y difícilmente curable. Una cuarta parte
de los electores seguirá repitiendo que AMLO ocultó los gastos de los
segundos pisos, que incendió pozos petroleros en Tabasco, que tiene una
mansión secreta en Las Lomas y otras fantasías publicitarias de la
fábrica de Salinas, Sola, Calderón, Fernández de Cevallos y compañía.
Ese sector sigue comprando y consumiendo con entusiasmo las nuevas
mentiras, de las cuales la más grotesca es que el presidente nacional de
Morena se apresta a conducir a México por la misma senda que Venezuela.
El hecho de que el propio Peña Nieto haya ido tan lejos como para
repetir esa sandez en una entrevista denota, simplemente, la
desesperación del declarante ante el naufragio irremediable de su
presidencia.
Más allá de ese sector, es decir, para dos tercios o tres cuartas
partes de los ciudadanos, sin embargo, la campaña de intoxicación ya no
surte efectos apreciables. La coherencia del lopezobradorismo y de su
principal dirigente es hoy una referencia inevitable para la mayoría de
una población que ha visto repetidas y aumentadas las raterías, las
indecencias y la insensibilidad de los políticos prianistas y de sus agregados recientes o antiguos: el Verde, el Panal, lo que queda del PRD y otros grupos menores.
Ante el crecimiento del Acuerdo Político de Unidad por la
Prosperidad del Pueblo y el Renacimiento de México, el PRI continúa su
declive en medio de un descuartizadero interno que no por discreto es
menos atroz, en tanto que la conformación del frente amplio promovido
por las corrientes hegemónicas del perredismo y un ala del panismo como
última tabla de salvación del régimen neoliberal y corrupto amenaza con
causar más divisiones internas en ambas formaciones.
En estas circunstancias, los personeros del régimen preparan desde
ahora el magno fraude con el que esperan manterse aferrados al poder
tras las elecciones presidenciales del año entrante. Si les funcionó en
1988, en 2006, en 2012 y en 2017 en el Edomex, ¿por qué no habría de
funcionarles en 2018?
Sí, podría funcionarles si las verdaderas oposiciones –la política y
las de las causas sociales– no son capaces de conducir la ira y el
hartazgo hacia una sublevación electoral masiva que haga inoperantes e
insuficientes los intentos de torcer una vez más la voluntad popular.
Por eso es necesario visualizar los comicios presidenciales del año
próximo como un referendo sobre la permanencia del régimen neoliberal en
el que los votos por la fórmula de Morena sean otras tantas voces por
el no. A juzgar por el vuelco manifiesto que está teniendo lugar en el ánimo nacional, esta hazaña es posible.
El país necesita, por encima de cualquier otra urgencia, quitarse de
encima al grupo de logreros que lo ha saqueado, ensangrentado,
traicionado, engañado y humillado durante 30 años. Si ese objetivo se
logra, se establecerá un tiempo y un espacio propicios para que cada
sector luche por sus demandas específicas sin temor a la represión, al
fraude y a la cooptación. Pero lo primero es lo primero.
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