Por Luciano Campos Garza
En En el nombre de mi hija (Au nom de ma fille, 2016) un
hombre enfrenta, en solitario, al monstruo burocrático de la justicia
para hacer que el presunto asesino de su hija pague por el crimen.
Basada en un hecho real, la cinta francesa compacta la lucha de André
(Daniel Auteuil) a lo largo de casi 30 años, en un largo peregrinar
entre países de Europa, para echarle el guante al sospechoso, en una
cacería legal que es tan intensa como frustrante.
El drama de escasa duración parece una cinta hecha para la
televisión, aunque su intensidad la convierte en un producto del cine
mundial, con una fiel recreación de épocas y un soberbio duelo de
actuaciones entre el triángulo formado por André, su exesposa Dany
(Marie-Josée Croze) y el amante de ésta, Dieter (Sebastian Koch), un
misterioso médico de conducta ambigua y señalado presunto responsable.
El director Vincent Garenq optó por hacer un drama vertiginoso, con
saltos rapidísimos entre el tiempo y los países. Los momentos del drama
van en los setenta, luego se ocupan de los ochenta en múltiples etapas,
pasan por los noventa, hasta aterrizar en el nuevo siglo.
El pobre André queda destrozado por la pérdida. Sin embargo, su
inicial búsqueda inocente por la verdad se va transformando en un
accionar detectivesco, al conocer detalles de la autopsia,
circunstancias de la muerte y otros hechos que lo mueven a dudar de la
transparencia de la versión que le ha sido ofrecida para saciar su
curiosidad obsesiva.
¿Hasta dónde debe llegar un hombre para conseguir que la ley se
cumpla? El padre afligido va más allá de los límites que establece la
cordura y renuncia absolutamente a todo para conseguir que el caso no se
estanque. Se enfrenta, incluso, con enredos diplomáticos, debido a que
algunos países se resisten a involucrarse en pesquisas judiciales para
no afectar sus buenas relaciones. Parece que se cierne sobre él una
conjura entre jueces y magistrados para negarle acceso a la justicia.
Hay una mirada compasiva hacia el padre inquebrantable, mostrándolo
como una víctima no sólo de la legalidad, sino de personas cercanas en
las que debió confiar. Pero también se le muestra como un sabueso
temerario, que no repara en atropellar a las personas que le rodean para
conseguir el objetivo y de involucrarse en macabras diligencias
forenses para comprobar conjeturas.
Todo es tensión aquí. Astutamente, el guión presenta un inicio
engañoso, que mueve la historia a un lejano flaskback, que hace suponer
un desenlace de la historia que, gratamente, se desvía hacia el final,
para mostrar una revelación reparadora.
En el nombre de mi hija es un relato corto, muy
doloroso, pero irresistible, que muestra los resultados que puede
arrojar la obstinación de un padre asaeteado en el corazón.
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