El candidato de la coalición Todos por México, José Antonio
Meade, no sale del sótano, mientras que el canciller Luis Videgaray
–otrora poderoso “cerebro” del gobierno de Enrique Peña Nieto– se
eclipsa ante severos reveses, como la salida de la dirigencia priista de
su aliado Enrique Ochoa Reza y el rotundo fracaso como interlocutor de
Donald Trump. Sin embargo, el controvertido canciller pretende jugar su
última y poderosa carta en la sucesión presidencial: el conocimiento de
los secretos financieros de sus adversarios y exaliados en este sexenio.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Considerado el “cerebro” del gabinete de
Enrique Peña Nieto, sobreviviente de sus errores y ambiciosas apuestas
–como operar la visita de Donald Trump a Los Pinos en agosto de 2016–,
el canciller Luis Videgaray Caso vive el ocaso de su influencia a un
ritmo tan vertiginoso como fue su ascenso político.
En menos de un mes, dos eventos eclipsaron la estrella política y
diplomática de Videgaray: el 2 de mayo su protegido Enrique Ochoa Reza
dejó la dirigencia nacional del PRI y el pasado viernes 1 el gobierno de
Donald Trump desvaneció cualquier posibilidad de firmar el Tratado de
Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) antes de los comicios del 1
de julio, al declarar una guerra de aranceles del aluminio y el acero
contra México, Canadá y la Unión Europea.
Tras el arribo del exgobernador de Guerrero René Juárez Cisneros a la
dirigencia nacional del PRI, Videgaray “no aguantó la presión por las
listas” de las candidaturas plurinominales al Senado y a la Cámara de
Diputados, afirmó Emilio Gamboa Patrón, líder de los senadores del PRI.
Cuando estuvo al frente de ese partido, Ochoa excluyó a la mayoría de
los senadores priistas que buscaron un cargo de elección popular
plurinominal después de haber apoyado y haberse disciplinado ante las 11
reformas estructurales del gobierno de Peña Nieto, impulsadas por
Videgaray.
Debido a la influencia de Videgaray y a la mala operación de Ochoa,
varios integrantes del gabinete peñanietista que buscaron una senaduría
plurinominal, entre ellos Gerardo Ruiz Esparza, titular de la Secretaría
de Comunicaciones y Transportes (SCT); Rosario Robles Berlanga, de la
Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), y José
Calzada, exgobernador de Querétaro, fueron vetados.
Calzada, también extitular de la Secretaría de Agricultura,
Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) y actual
líder del Movimiento Territorial del PRI, incluso confrontó a Videgaray
por su posición negociadora ante Trump.
Los reacomodos
La semana pasada, en entrevista con Milenio TV, la exsecretaria de
Desarrollo Social y ahora titular de la Sedatu admitió que las
acusaciones en su contra provienen “de quien no quiso que llegara al
Senado para defender las reformas del presidente Peña Nieto”.
Ella mantuvo una guerra soterrada contra Videgaray durante buena
parte del gobierno. Se le consideró una aliada de Miguel Ángel Osorio
Chong, principal adversario del exsecretario de Hacienda en la búsqueda
de la nominación presidencial.
Y aun cuando Ruiz Esparza, Robles y Calzada no fueron los únicos
excluidos en “las listas” del PRI, quedó clara la falta de experiencia
de Ochoa, así como su enfrentamiento con otros actores y factores de
poder dentro del PRI, a pesar del apoyo de Videgaray, quien quiso
manejar la campaña de José Antonio Meade y las relaciones diplomáticas y
comerciales con Estados Unidos de manera simultánea.
Videgaray impulsó como integrantes del “cuarto de guerra” de Meade a
Alejandra Sota, vocera del gobierno de Felipe Calderón y exasesora de
Eruviel Ávila en el Estado de México, así como a Alejandra Lagunes,
responsable de la estrategia digital de la Presidencia. Ambas fueron
relegadas tras el arribo de Juárez Cisneros a la dirigencia nacional del
PRI.
En el “cuarto de guerra” de Meade sólo quedó el exgobernador
mexiquense Eruviel Ávila como aliado identificado de Videgaray, según
relataron a Proceso integrantes de este equipo.
En el equipo tomaron mayor protagonismo personajes como Alejandro
Quintero, exvicepresidente de Televisa, quien se fue en malos términos
de esa empresa; Dionisio Meade, el padre del candidato, y el propio
Juárez Cisneros.
El reciente video anónimo difundido en redes sociales el jueves 7
contra el candidato panista Ricardo Anaya les recordó a varios
observadores priistas el método utilizado el año pasado contra Josefina
Vázquez Mota, cuando fue candidata a gobernadora por el Estado de
México. Se le acusó de recibir más de mil millones de pesos de la
Secretaría de Hacienda para su fundación Juntos Podemos, dedicada a la
ayuda a los migrantes.
“El método de Videgaray en el gabinete fue darles dinero a políticos y
funcionarios; les ordenaron que lo muevan a través de triangulaciones, y
luego los denuncian o los exhiben”, declara al reportero un exasesor
priista que pide mantener su nombre en reserva.
Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial de la coalición
Juntos Haremos Historia, se expresó de manera similar a finales de
febrero pasado: el gobierno de Peña Nieto –dijo– aplicó en contra de
Ricardo Anaya “la misma estrategia que con Josefina Vázquez Mota: darles
dinero y luego exhibirlos” (Proceso 2156).
La semana pasada, varios columnistas políticos y el portal La
Política on Line difundieron el rumor de que, sin autorización de Peña
Nieto, Videgaray presuntamente estaba negociando con el equipo de López
Obrador para salvar las reformas estructurales de este sexenio a cambio
del acercamiento con la cúpula empresarial.
En su columna del martes 5 en El Financiero, Pablo Hiriart habló “del
nuevo lío de Luis Videgaray” y escribió que “esa información, nos dicen
fuentes que están fuera de toda duda, es falsa”.
El columnista cercano a Los Pinos y excolaborador de Carlos Salinas
de Gortari agregó: “Los pecados de Videgaray son otros y tienen como
nutriente su arrogancia y protagonismo. Pero la traición no está en su
adn, dicen quienes lo conocen”.
El fracaso con Kushner y el TLCAN
Otro frente que abrió Videgaray fue en el terreno de la negociación
con Estados Unidos. Desde marzo pasado, ante el empantanamiento de las
negociaciones del TLCAN, quedó claro para varios observadores e
integrantes del equipo negociador, encabezado por Ildefonso Guajardo,
secretario de Economía, que no iba a fructificar la posibilidad de
renovar el TLCAN antes de las elecciones presidenciales del 1 de julio y
que Trump seguiría insistiendo en la construcción del muro fronterizo.
El gobierno de Trump amenazó un día sí y otro también con el muro y
otras medidas antiinmigrantes, mientras alentaba la idea de romper el
tratado trilateral con México y Canadá para negociar por separado con
cada país y así obtener beneficios para Estados Unidos.
Videgaray convenció a Peña Nieto de que debía negociar con el yerno y
asesor senior de Trump, Jared Kushner. El 7 de marzo, ante una nueva
cancelación del encuentro Trump-Peña Nieto, Kushner visitó Los Pinos con
Videgaray. No se respetaron ni las mínimas formas diplomáticas: se
marginó a la entonces embajadora norteamericana Roberta Jacobson y se
manejó con total hermetismo la reunión, que duró tres horas, en la que
estuvieron funcionarios del Departamento de Estado y del Consejo
Nacional de Seguridad estadunidense.
La bancada del PAN en el Senado pidió la comparecencia de Videgaray
para que, “en un acto de transparencia y rendición de cuentas”,
explicara “los motivos, las condiciones y acuerdos” logrados durante la
visita de Kushner a Los Pinos.
En su punto de acuerdo, los legisladores de Acción Nacional señalaron
que algunos medios de información en México han planteado la hipótesis
sobre una posible filtración de “información delicada” que podría surgir
en los próximos días desde Estados Unidos contra alguno de los
candidatos presidenciales, información “que podría resultar
posteriormente como fake news”.
“Esto sugiere que la administración de Peña Nieto y su partido
político podrían estar aprovechando y negociando la cercanía que se
tiene con Jared Kushner para afectar en algún momento a sus adversarios
en campaña electoral”, afirmaron los legisladores panistas cercanos a
Ricardo Anaya.
El 10 de marzo, a pesar de esa visita y en cuanto a su última
conversación telefónica con Peña Nieto, Trump volvió a afirmar: el
presidente mexicano “me dijo que tenía que hacer una declaración
diciendo que México no tendría que pagar por el muro. Yo contesté que no
iba a hacer eso y Peña Nieto insistió. Yo le dije: ¿estás loco? ¿Es
esto romper negociaciones? Y el contestó que ‘sí’; así que le dije ‘Bye,
bye’”.
El 23 de mayo el periódico The Wall Street Journal publicó que
existían enfrentamientos entre el equipo negociador de Ildefonso
Guajardo, secretario de Economía, y el del canciller Luis Videgaray
durante las negociaciones del TLCAN.
“Es sumamente difícil llegar a un acuerdo con México porque parece
haber una división entre quienes quieren alcanzar un acuerdo y quien
no”, expuso el periódico neoyorquino, que citó a miembros del equipo
negociador de Estados Unidos.
Según otras fuentes cercanas a la negociación, Videgaray presionó
para firmar un tratado que cediera a las presiones de Estados Unidos
para imponer reglas de origen elevadas en la industria automotriz,
mientras que Guajardo mantenía una posición contraria ante Robert
Lighthizer, negociador en jefe de Estados Unidos.
Guajardo negó la versión de The Wall Street Journal y señaló que se
trataba de una táctica de los propios negociadores estadunidenses para
dar una visión equivocada del lado mexicano. El titular de la Secretaría
de Economía admitió que existía sólo 40% de posibilidades de sacar el
TLCAN antes de las elecciones del 1 de julio.
El martes 5, en tanto Videgaray negociaba con Mike Pompeo, secretario
de Estado de Estados Unidos, para limar asperezas en torno a las
recientes medidas arancelarias decretadas por Trump, en el Diario
Oficial de la Federación se cumplió la advertencia de Guajardo de
imponer medidas arancelarias contra Estados Unidos “equivalentes” al
nivel de afectación por el incremento de los impuestos de importación
del acero y el aluminio.
Un análisis del Centro de Estudios Internacionales Gilberto Bosques,
del Senado de la República, difundido el miércoles 6, señala en sus
conclusiones: “de materializarse nuevos aranceles estadunidenses a una
industria como la automotriz, los efectos tanto para Estados Unidos como
las cadenas de producción regionales y globales podrían ser profundos y
graves”.
Y añade que los tres grandes temas con México y Estados Unidos
–TLCAN, aranceles y déficit con China– “están atravesados por un
acontecimiento transversal; a saber, las elecciones intermedias que se
celebrarán en Estados Unidos el próximo 6 de noviembre”, mediante las
cuales se renovarán los 435 escaños de la Cámara de Representantes y un
tercio (35 escaños) del Senado.
Por tanto, “es posible decir que la política comercial de Estados
Unidos se encuentra en un punto de inflexión, a partir del cual bien
podría reducir su agresividad, y procurar menos tensiones y un retorno
al statu quo, lo mismo que podría mantenerse en un sendero de
escalamiento, desencadenar una guerra comercial a gran escala y asegurar
una ruptura irreversible en el sistema internacional de comercio”.
Ante este panorama, la influencia de Videgaray sobre Trump es
prácticamente poca o nula, a pesar de la apuesta por una serie de
concesiones al jefe de la Casa Blanca.
El error del Estado de México
Otros observadores señalan que el principal error de Luis Videgaray
no fue su apuesta por sostener una interlocución privilegiada con Trump,
sino apostar de manera equivocada en las elecciones del Estado de
México, en junio de 2017.
Videgaray apoyó abiertamente la candidatura de Ana Lilia Herrera
Anzaldo, exsenadora del PRI, secretaria de Educación en el gabinete de
Eruviel Ávila, para cerrarle el paso por segunda vez a Alfredo del Mazo
Maza, primo de Enrique Peña Nieto y el tercero de una dinastía en llegar
a la gubernatura.
En julio de 2016, Herrera Anzaldo, antigua líder del Movimiento
Territorial del PRI, fue una pieza clave para que Ochoa Reza pudiera
acreditar un mínimo de militancia de 10 años en el PRI para aspirar a la
dirigencia nacional tras la salida de Manlio Fabio Beltrones y la
derrota de ese partido en nueve entidades.
Videgaray se alió también con Eruviel Ávila, gobernador en funciones,
para cerrarle el paso a Del Mazo en el Estado de México y tener al
frente de la dirigencia nacional del PRI a quien beneficiara las
aspiraciones de ambos y frenara al principal adversario al interior del
peñanietismo: Miguel Ángel Osorio Chong, cuando estuvo al frente de la
Secretaría de Gobernación.
En vísperas del “destape” del candidato presidencial priista,
Videgaray se adelantó a Peña Nieto para llenar de elogios a su amigo y
contemporáneo en el ITAM desde 1987: el secretario de Hacienda, José
Antonio Meade.
Un día antes que Meade se fotografiara en público con Osorio Chong,
desplazado ya como candidato presidencial priista, Videgaray también se
reunió con el entonces secretario de Educación, Aurelio Nuño, quien días
después fue nombrado jefe de campaña del candidato presidencial
priista.
Seis meses después, en vísperas de las elecciones presidenciales, el
error de Videgaray en el Estado de México le costó mucho en el círculo
de funcionarios mexiquenses más cercano a Peña Nieto, pero también en el
propio equipo de campaña de Meade.
Su principal carta de presentación –la buena relación con Trump–
quedó rota después de la imposición de medidas arancelarias
unilaterales. Sin embargo, Videgaray aún pretende jugar su última y
poderosa carta en la sucesión presidencial: el conocimiento de los
secretos financieros de sus adversarios y exaliados en este sexenio.
Este reportaje se publicó el 17 de junio de 2018 en la edición 2172 de la revista Proceso.
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