Gustavo De la Rosa
Ricardo Anaya tiene fama de ser muy inteligente; cuando ingresó joven
a la política se le conoció como el chico maravilla por su agilidad
mental y habilidad para responder preguntas complejas, pero se nota
ignorante y arrogante en sus mensajes y sus reacciones inmediatas a
problemas concretos. La máxima centenaria “lo que Natura non da,
Salamanca non presta” en su caso es más bien “lo que Salamanca non
presta, Natura non da”.
La política no es un arte que dependa de la creatividad, imaginación o
agilidad mental, sino una disciplina que ha sido pensada y repensada
por los grandes filósofos, con tanta información acumulada que es
imposible para una sola persona, por inteligente que sea, construirla de
la nada; por eso es que podemos ver a este tipo listo, inteligente y
sin escrúpulos realizar acciones impresionantes, como eliminar a
Margarita Zavala de la contienda y contaminar la ideología del Partido
Acción Nacional (PAN) con su alianza con el de la Revolución Democrática
(PRD), para después cometer los peores errores que han sido señalados
como estupideces por los grandes pensadores de la política.
Sun Tzu, sobre la guerra, plantea un principio fundamental: ganar la
guerra sin llegar a la batalla; y esto sólo se logra si eres capaz de
conocer al enemigo y el terreno donde se va a realizar la batalla; si
Anaya hubiera tenido el cuidado de leer a uno de los teóricos de la
política, habría tenido cuidado de conocer el territorio de la política
mexicana y de su partido, y advertido que traicionar a Margarita lo
convertiría en traidor, perdería credibilidad y a partir de ahí nadie le
iba a dar la cara. Por eso todos celebramos cuando Andrés Manuel López
Obrador cuidó su cartera.
Conocer el terreno de la contienda es saber que el Partido
Revolucionario Institucional (PRI) representa por lo menos el 30 por
ciento del electorado y que sólo ganará aquel que logre una fuerte
migración de esos votos a su causa, pero Anaya cerró toda posibilidad de
esto cuando amenazó con encarcelar a Enrique Peña Nieto. Él no amenazó
al Presidente de la República porque crea que es posible hacerlo, sino
porque es un ignorante de la historia política de este país; desconoce
que el problema más grave que enfrentó Benito Juárez cuando ya era
Presidente establecido fue decidir el fusilamiento de Maximiliano,
porque en un país de tlatoanis la vida de los tlatoanis debe respetarse.
Algún técnico en mercadotecnia le aconsejo que la propuesta de
encarcelar a Peña Nieto le iba a acarrear muchas buenas voluntades de
mexicanos, pero esto significa que Anaya es más un publicista que un
propagandista político. Si quiere ganarle al PRI sin llegar a la batalla
debe tener cuidado de respetar la figura del Presidente de la
República, porque defenderlo es el último reducto que le queda al
tricolor; cuando este partido estuvo fuera del poder supo ser crítico y
duro con los presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón pero nunca los
confrontó, más bien intentó degradar la institución presidencial.
Realizar esta amenaza a sabiendas de que no lo va a lograr y sin que
exista una gran movilización ciudadana para enjuiciarlo penalmente es no
conocer la actitud del pueblo; le faltó hacer las cuentas y encuestas
sobre cuántos mexicanos soñaban con meter a la cárcel al Presidente
porque no leyó a otro teórico de la política, el Presidente Mao, que
dijo: “el que no cuenta no tiene derecho a hablar”.
También en ese caso se nota que Anaya ignoró a uno los clásicos
indispensables: Nicolás Maquiavelo, quien advierte a aquellos que
quieran tomar el poder que antes de la batalla se debe conseguir el
apoyo de por lo menos una parte mínimamente significativa de las fuerzas
del adversario. Nunca entendió que estando dividida la voluntad
electoral en tercios, la única manera de ganar consistía en restarle
votos a alguno de los dos rivales.
No pudo hacer el análisis concreto de la situación concreta porque
nunca leyó a Lenin, y lo que analizó fueron sus deseos y sus
truculencias, sustituyó la realidad por sus pensamientos y le dio la
oportunidad a AMLO (quien sí sabe de teoría política) a que dividiera al
PRI y logrará sumar a todos los ex priistas a su favor. Ahora Anaya le
reclama a López Obrador que resultara más inteligente que él.
México necesita un gran político en estos momentos, y la inteligencia
política sólo funciona cuando se le añade honestidad y credibilidad. El
único candidato que tiene estos atributos es Andrés Manuel, porque a
Anaya ya no le cree ni su mamá.
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