¿México puede volver a tal situación? Si se trata de tomar parte en
la contienda electoral, se puede decir que sí, siempre que le convenga a
un candidato. Pero si se quisiera analizar con honradez intelectual la
realidad de México, sería imposible sustentar la tesis del inminente
peligro de volver a ese absolutismo político.
Enrique Krauze se ha lanzado a la lucha electoral con la novedosa
tesis de que con una mayoría legislativa de Morena o de la coalición
electoral que encabeza Andrés Manuel López Obrador se podría regresar a
México a aquel absolutismo. Por tanto, el conocido biógrafo de
personajes históricos convoca a los probables votantes de AMLO a
sufragar a favor de otro partido en las boletas de diputados y
senadores. Equilibrio, implora.
Esa preocupación es nueva para Krauze, quien ni siquiera criticó el
burdo fraude del año 2015, consumado en la mesa del Consejo General del
INE y confirmado en el TEPJF, para dotar a Peña Nieto de la actual
mayoría de la que ha gozado en la Cámara de Diputados.
Enrique Krauze publicó en 1984 su ensayo sobre la democracia (Vuelta,
num. 86), en el cual recomendaba un sistema bipartidista, como el
establecido en Inglaterra a partir de las reformas políticas de fines
del siglo XVIII y las de 1832, cuando no había sufragio universal.
Aquellos eran dos partidos que representaban a las clases
propietarias, pues los trabajadores aún carecían del derecho a votar.
Esa era la “democracia” en la que se inspiraba Krauze para sugerir el
bipartidismo en México, con el fin de superar la corrupción, como se
intentó en Inglaterra, mediante un sistema de vigilancia entre dos
partidos competitivos pero que en el fondo eran lo mismo.
A Krauze no le importaba en absoluto que un partido tuviera el
Ejecutivo y el Legislativo al mismo tiempo porque su plan para México,
el bipartidismo, funciona con la mayor frecuencia dentro de un control
de ambos poderes por la misma formación política.
El esquema bipartidista no tuvo éxito en el país porque se presentó
la crisis de 1988 que llevó a la izquierda, con Cuahutémoc Cárdenas, al
surgimiento de un amplio partido que planteaba remover al Estado
unipartidista. El absolutismo político mexicano fue declinando
paulatinamente a pesar de la presidencia de Carlos Salinas, quien
intensificó la represión y la corrupción respecto del sexenio anterior.
Los fraudes ya no se hacían contra el PAN sino sólo contra el entonces
nuevo partido, el PRD.
Sobre el tema de la corrupción, que en 1984 le preocupaba a Krauze,
no se produjeron cambios cuando el PAN se hizo cargo del gobierno
federal y de varios otros de carácter local a partir del año 2000 y
hasta el 2012.
El sistema bipartidista no ha sido admitido por la ciudadanía
mexicana ni era solución al Estado corrupto. El problema consiste en que
en México la corrupción es parte de la forma de gobernar. El aparato
público opera bajo normas no escritas (a veces también escritas) de la
corrupción, la cual no es sólo la disposición de fondos públicos de
parte de funcionarios, sino principalmente el uso de las instituciones
para llevar a cabo toda clase de actos ilícitos e, incluso, lícitos, que
benefician a los operadores de las funciones estatales y a integrantes o
amigos de la oligarquía que López Obrador denomina “la mafia del
poder”.
Es imposible combatir la corrupción cuando el presidente de la
República gobierna bajo los usos de un Estado corrupto. Vicente Fox, por
ejemplo, llegó a la Presidencia siendo denunciado por ilícitos
electorales, los cuales fueron sancionados con multa administrativa por
el IFE, pero la PGR declaró que no hubo delito alguno, luego, claro, de
rehusar que se nombrara un fiscal independiente, como suele ocurrir en
muchos países cuando el presidente puede ser inculpado.
Si Morena no llegara a tener una mayoría legislativa sería difícil y
complicado tomar las decisiones que condujeran al establecimiento en
México del Estado de derecho. Los partidos que han demostrado ser
funcionales al Estado corrupto pondrían toda clase de obstáculos a los
decretos que se trataran de expedir.
Quisiera poner un solo ejemplo. El “departamento de regalos” (como yo
le llamo) es un mecanismo que consiste en crear cada año una bolsa de
dinero no contemplado en el proyecto del Ejecutivo, con el fin de hacer
asignaciones en la Cámara. Sin programas ni políticas públicas, se
reparten fondos por parte de los diputados, a pedido de otros políticos
e, incluso, asociaciones civiles. Así se obtienen los “moches”, cuando
el creador de la partida pasa a cobrarle al beneficiario un diezmo sobre
lo otorgado. Suelen repartirse así muchos miles de millones.
La corrupción es parte del sistema de gobierno, de los métodos de
gobernar, de la forma de ser del aparato público, de la creación de
fortunas personales, de la manera en que cualquier persona supera un
obstáculo en la órbita del Estado. La mayoría legislativa es necesaria
para acometer contra la corrupción, ciertamente existente en todos los
Estados del mundo, pero que México es diferente: aquí, el Estado es
corrupto.
Se entiende que Enrique Krauze conozca el tráfico de influencias y el
dispendio presupuestal, pero no parece que le preocupe demasiado, como
en 1984, el tema de la corrupción. El PRIAN, del cual él mismo es uno de
sus ideólogos más conspicuos, es un genuino producto de esa corrupción
estatal.
La existencia de una mayoría legislativa no podría conformar, por sí
misma, un absolutismo político. El sistema parlamentario funciona
generalmente con mayoría, ya sea con uno o varios partidos, pero nadie
habla de un regreso al “absolutismo”, término, por cierto, que viene del
Estado monárquico en el que no había libertades ni elecciones.
Si ante la falta de una mayoría en el Congreso, el PRIAN, aderezado
como ya está con los tránsfugas de la izquierda, se propusiera bloquear
sistemáticamente las iniciativas del partido emergente, el Congreso se
paralizaría en un alto grado. En un esquema así, se podría orillar al
uso recurrente de las facultades presidenciales que confieren las leyes,
en lugar de ubicar las reformas en el plano de la discusión pública y
el debate parlamentario. ¿Es eso lo que se busca como contexto para
atacar por sistema al nuevo presidente de la República?
Toda la campaña sucia contra Andrés Manuel se ha basado en infundios
tendientes a generar desconfianza y miedo. Ante la expectativa de una
gran votación en su favor, se recurre ahora a tratar de meter otro
miedo, el cual ya no es sólo el del nuevo presidente, sino el de que
éste cuente con mayoría en el Congreso.
Lo lógico, en todas partes, es que cuando existe una mayoría
ciudadana, ésta asume el poder Ejecutivo y el Legislativo, que son
justamente los de elección popular. No hay motivo válido alguno para
pedir la disgregación de la mayoría política que se ha venido
conformando en el país. Pero, ¿quiénes buscan hoy que esa mayoría se
divida por miedo de sí misma? Son los integrantes del PRIAN que se
resisten al desmoronamiento de su sistema político.
Enrique Krauze no es sólo un ideólogo de esa amalgama de poder sino es también uno de sus matraqueros.
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