8/15/2019

El México ideal para Estados Unidos



¿De qué manera el gobierno de México podría actuar para atraerse la buena voluntad del gobierno de Washington y dejar de seguir siendo el punching-bag de gobernantes agresivos y con decidido espíritu imperialista que, desde que lo tienen, jamás han quitado el pie del acelerador?
Algunos sienten franca molestia cuando se invocan los antecedentes imperialistas de Estados Unidos en América y de manera específica en México. La realidad, empedernida como es, persiste en señalar que el imperialismo capitalista de Estados Unidos existe y que no es meramente un pasado sin efectos ulteriores. Hasta ahora se ha mostrado como un continuum.
Veámoslo en las decisiones de los presidentes estadunidenses y sólo en relación a México.
James Monroe y John Quincy Adams promueven los términos Destino Manifiesto/Doctrina Monroe para imponer, so pretexto de blindar al continente de la intervención de otras potencias (las europeas y las que resultaren), la idea hegemónica de que es natural que todo el continente americano quede bajo la dominación de Estados Unidos.
Andrew Jackson. Este presidente oportunista promovió el separatismo de Texas respecto a la soberanía mexicana: un acto que concretaba la Doctrina Monroe, en el propósito de que luego quedara anexado el territorio texano al de Estados Unidos.
James K. Polk y Franklin Pierce. El primero nos hace una guerra de agresión y el segundo la corona mediante los Tratados de Guadalupe Hidalgo por el que perdemos la mitad de nuestro territorio y el de La Mesilla, la abusiva Compra Gadsden: más de 7.5 millones de héctareas del sur de Arizona por la ridícula suma de 15 millones de dólares.
James Buchanan. Por medio del agente Robert M. McLane impulsa un nuevo tratado para actualizar, aunque implicando menos territorio, el intento de Pierce. Aprovechando la división social provocada por la guerra entre liberales y conservadores, y a sabiendas que ambos buscan el reconocimiento de Washington, Buchanan impulsa el Tratado McLane-Ocampo. Al cabo se limita el tratado a que México otorgue a Estados Unidos un permiso de tránsito a perpetuidad entre uno y otro extremo del Istmo de Tehuantepec y entre el norte y el Pacífico, así como a emplear fuerzas armadas en México. Por fortuna este tratado no llegó a concretarse.
William McKinley. Eleva el arancel a los minerales no procesados que México exporta a Estados Unidos para favorecer a los mineros estadunidenses. Es la etapa extraccionista conocida como la segunda conquista de América Latina.
Woodrow Wilson. Envía marines a invadir México en 1914. El pretexto es una carga de parque que sería enviada –supuestamente– al gobierno de Victoriano Huerta, al que Estados Unidos no había reconocido, y un detalle menor; con la política del big stick de Theodore Roosevelt se había iniciado una nueva época de invasiones.
John Calvin Coolidge. Impone a México medidas para que no se apliquen los principios de la Constitución de 1917, en relación con las grandes petroleras, por medio de los Tratados de Bucareli.
Franklin D. Roosevelt. Aun este presidente, que había mostrado una actitud flexible hacia México, responde a las presiones de empresarios y potencias capitalistas en virtud de la expropiación petrolera, y se suma a ellas.
James E. Carter y Ronald Reagan. Ambos generan la llamada crisis de la deuda de los países de América Latina. Son préstamos irresponsables para que sean sus deudas las que los muevan a adoptar las medidas neoliberales cuyos efectos son de pérdida social y despojo de su riqueza. El imperialismo financiero cuaja en toda su dimensión.
Donald Trump. Actos infames contra México, su economía y sus ciudadanos.
En este contexto pareciera que ni ganar unas elecciones democráticas para llegar al poder es garantía de respeto. Pues como les dijo Mauricio Macri, el presidente neoliberal de Argentina sometido a las ordenanzas de Trump, a los seguidores de Alberto Fernández que lo hicieron talco en las elecciones primarias: son unos irresponsables. Para no serlo, y para atraerse la buena voluntad de Estados Unidos, Atilio A. Borón da una receta: “¡ataca a Maduro, en todos los foros, en todos los frentes, tú y tus fucking ministros y funcionarios! Destruye la Unasur, acaba con la Celac, mantén a chinos y rusos bien lejos… acepta que instale varias bases militares en la Argentina, facilita los negocios de las empresas estadunidenses y deja que la economía la maneje el FMI, pues tus economistas son una cuadrilla de inútiles.”
Los dueños de los capitales huidizos (los famosos mercados) ya votaron en contra de las fuerzas que arrasaron con las de Macri dando lugar a una gran crisis en Argentina. Ellos son los aliados con que cuenta el imperialismo de Estados Unidos. A ellos hay que combatir para neutralizarlos, y no sólo en un país ni en una época de elecciones.

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