Astillero
Julio Hernández López
Julio Hernández López
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
■ Nerón toca la lira
■ Indolencia suprema
■ Forcejeos por negocio
■ Nerón toca la lira
■ Indolencia suprema
■ Forcejeos por negocio
Dado que ejerce formalmente el poder (haiga sido como haiga sido), Felipe Calderón debería manejar los asuntos públicos con dosis mínimas de prudencia, sensibilidad e inteligencia. Pero, cual si fuese un César en momentos de extrema decadencia, el ocupante de Los Pinos y su banda de acompañantes están en incesante competencia consigo mismos para alcanzar las marcas de mayor escándalo en cuanto a impericia política, frivolidad íntima y daño a la sociedad. Desde la crisis sentimental tratada como duelo de Estado en el caso Mouriño, el licenciado Calderón actúa con absoluto sentido de la desproporción, encerrado en la cápsula de fábulas aceptables que le fabrica su gabinete lleno de mediocridades y complicidades, dedicado a imponer candidaturas a gobernadores y a diputados federales en su partido, parapetado tras murallas militares y amenazado por los grupos de narcotraficantes que se sienten injustamente desplazados o facciosamente perseguidos, e intolerante con quienes piensan y actúan de manera distinta a la que quisiera establecer el hombre que canta y vibra de noche mientras la nación arde.
Esa combinación de soberbia, ignorancia y debilidades personales ha hecho que hoy estén profundamente insatisfechos incluso aquellos que impulsaron con todos sus recursos la fórmula política habilitada por quienes deseaban cerrar el paso a cualquier costo a López Obrador. No es en sí la crisis económica el motivo de la creciente decepción de los círculos derechistas, sino el increíble manejo equívoco e indolente que la administración felipista le está dando, hasta llegar al extremo de los pleitos casi hormonales que se desataron desde ayer ni más ni menos que contra uno de los hombres más ricos del mundo, el siempre institucional y gobiernista Carlos Slim al que Los Pinos ha dejado ir una campaña de linchamiento sólo por haber disentido de la pretensión felipista de que todo mundo comparta la tesis sonrosada del vaso medio lleno que este lunes fue anunciado como enteramente vacío y a punto de estrellarse por la autorizada voz concentradora de riqueza y productora de pobreza del hombre que ha hecho que todo México sea redituable territorio Carso.
Felipe Calderón está conduciendo de una manera gravemente equivocada la política económica de un país que asoma al abismo, sin planes verdaderos de rescate y ayuda a las mayorías en riesgo y, aún peor, dedicado peligrosamente a habilitar los morrales bancarios de los insaciables especuladores nacionales e internacionales con las reservas mexicanas en dólares que son lanzadas diariamente a las fauces de los lobos que no se retirarán de las ventanillas expedidoras de pedidos a domicilio cibernético mientras los corrales cambiarios sigan contando con presas a su disposición. Ya ni siquiera hay un proyecto de pagos económicos a contribuyentes electorales de 2006, sino una displicente entrega de la riqueza nacional a quienes son personalmente seleccionados por los caporales del Banco de México y la Secretaría de Hacienda. Felipe y su círculo íntimo, mientras tanto, pasan las noches navegando entre aguas indolentes, dolido el principal personaje de esa tragedia de que los súbditos no valoren sus esfuerzos de gobierno y que la maledicencia y la traición se hayan aposentado tan temprano en los tenderetes insostenibles del poder mal habido.
Las explosiones del carácter felipista ya no alcanzan solamente a su incombustible adversario, el tabasqueño al que ha enderezado una terrible campaña de suciedad pero que sigue recorriendo el país y manteniendo un movimiento vivo, sino que llegan incluso al empresario emblema al que pretenden castigar en asuntos de dominancia e interconexiones telefónicas y en asignaciones del llamado triple play y que ahora ha contestado de manera cruda, virtualmente con una bofetada en el rostro de quien días antes discurseaba contra catastrofistas y ahora se topa conque incluso el discurso del peje augur de desgracias económicas por venir se había quedado corto ante la contundencia de lo dicho por quien se ha especializado durante décadas en saber cómo hacer dinero dentro de los más clásicos parámetros mexicanos de la convivencia provechosa entre poderes político y económico. ¿Carlos and Charlie se han enojado por los arrumacos Zedillo-Calderón en Davos? ¿Las palabras de ayer, de míster Telmex, son parte de una estrategia de distanciamiento con el calderonismo, que inició el año con la apertura a espacios noticiosos críticos en la aliada MVS con la que se buscan concesiones para televisión de paga? ¿Slim es un hombre temerariamente claridoso en materia económica o sólo se trata de un forcejeo en las máximas alturas por negocios no cerrados, concesiones no otorgadas y arreglos no alcanzados?
Por lo pronto, el foro de la discusión pública se engalana con los relinchidos del Burro Negro que no ha podido con el campo mexicano pero ahora trata de ganar puntos con su jefe emberrinchado al confrontar al citado Slim al que desea que su boca se vuelva chicharrón como la de todos aquellos especímenes de mala leche que no obedezcan los dictados del Sacro Imperio Calderónico. Y el peleador callejero que despacha en la Secretaría del Trabajo lanza un golpeteo amenazante contra un Slim que responde con el amago de que este año podría reducir el monto de sus inversiones en telefonía. La lira es tocada en lo alto mientras continúa el horror tanto en Chihuahua (en Villa Ahumada) como en Torreón y mientras se acumulan los datos del desempleo desatado y los preparativos empresariales ante la recesión en curso. ¡Ah, el tañer y el placer, con el fuego como excitante escenografía!
Y, en espera del desenlace real de los juegos de palabras de la corta Corte, de tal manera que sus deliberaciones no se conviertan en una soberana recomendación desdeñable, sino en un muy necesario ejercicio de responsabilidad republicana que fije responsabilidades en las alturas donde las gaviotas y el montielismo vuelan y no en chivos policiacos expiatorios de mediano nivel, ¡hasta mañana, en esta columna vuelta chicharrón!
Esa combinación de soberbia, ignorancia y debilidades personales ha hecho que hoy estén profundamente insatisfechos incluso aquellos que impulsaron con todos sus recursos la fórmula política habilitada por quienes deseaban cerrar el paso a cualquier costo a López Obrador. No es en sí la crisis económica el motivo de la creciente decepción de los círculos derechistas, sino el increíble manejo equívoco e indolente que la administración felipista le está dando, hasta llegar al extremo de los pleitos casi hormonales que se desataron desde ayer ni más ni menos que contra uno de los hombres más ricos del mundo, el siempre institucional y gobiernista Carlos Slim al que Los Pinos ha dejado ir una campaña de linchamiento sólo por haber disentido de la pretensión felipista de que todo mundo comparta la tesis sonrosada del vaso medio lleno que este lunes fue anunciado como enteramente vacío y a punto de estrellarse por la autorizada voz concentradora de riqueza y productora de pobreza del hombre que ha hecho que todo México sea redituable territorio Carso.
Felipe Calderón está conduciendo de una manera gravemente equivocada la política económica de un país que asoma al abismo, sin planes verdaderos de rescate y ayuda a las mayorías en riesgo y, aún peor, dedicado peligrosamente a habilitar los morrales bancarios de los insaciables especuladores nacionales e internacionales con las reservas mexicanas en dólares que son lanzadas diariamente a las fauces de los lobos que no se retirarán de las ventanillas expedidoras de pedidos a domicilio cibernético mientras los corrales cambiarios sigan contando con presas a su disposición. Ya ni siquiera hay un proyecto de pagos económicos a contribuyentes electorales de 2006, sino una displicente entrega de la riqueza nacional a quienes son personalmente seleccionados por los caporales del Banco de México y la Secretaría de Hacienda. Felipe y su círculo íntimo, mientras tanto, pasan las noches navegando entre aguas indolentes, dolido el principal personaje de esa tragedia de que los súbditos no valoren sus esfuerzos de gobierno y que la maledicencia y la traición se hayan aposentado tan temprano en los tenderetes insostenibles del poder mal habido.
Las explosiones del carácter felipista ya no alcanzan solamente a su incombustible adversario, el tabasqueño al que ha enderezado una terrible campaña de suciedad pero que sigue recorriendo el país y manteniendo un movimiento vivo, sino que llegan incluso al empresario emblema al que pretenden castigar en asuntos de dominancia e interconexiones telefónicas y en asignaciones del llamado triple play y que ahora ha contestado de manera cruda, virtualmente con una bofetada en el rostro de quien días antes discurseaba contra catastrofistas y ahora se topa conque incluso el discurso del peje augur de desgracias económicas por venir se había quedado corto ante la contundencia de lo dicho por quien se ha especializado durante décadas en saber cómo hacer dinero dentro de los más clásicos parámetros mexicanos de la convivencia provechosa entre poderes político y económico. ¿Carlos and Charlie se han enojado por los arrumacos Zedillo-Calderón en Davos? ¿Las palabras de ayer, de míster Telmex, son parte de una estrategia de distanciamiento con el calderonismo, que inició el año con la apertura a espacios noticiosos críticos en la aliada MVS con la que se buscan concesiones para televisión de paga? ¿Slim es un hombre temerariamente claridoso en materia económica o sólo se trata de un forcejeo en las máximas alturas por negocios no cerrados, concesiones no otorgadas y arreglos no alcanzados?
Por lo pronto, el foro de la discusión pública se engalana con los relinchidos del Burro Negro que no ha podido con el campo mexicano pero ahora trata de ganar puntos con su jefe emberrinchado al confrontar al citado Slim al que desea que su boca se vuelva chicharrón como la de todos aquellos especímenes de mala leche que no obedezcan los dictados del Sacro Imperio Calderónico. Y el peleador callejero que despacha en la Secretaría del Trabajo lanza un golpeteo amenazante contra un Slim que responde con el amago de que este año podría reducir el monto de sus inversiones en telefonía. La lira es tocada en lo alto mientras continúa el horror tanto en Chihuahua (en Villa Ahumada) como en Torreón y mientras se acumulan los datos del desempleo desatado y los preparativos empresariales ante la recesión en curso. ¡Ah, el tañer y el placer, con el fuego como excitante escenografía!
Y, en espera del desenlace real de los juegos de palabras de la corta Corte, de tal manera que sus deliberaciones no se conviertan en una soberana recomendación desdeñable, sino en un muy necesario ejercicio de responsabilidad republicana que fije responsabilidades en las alturas donde las gaviotas y el montielismo vuelan y no en chivos policiacos expiatorios de mediano nivel, ¡hasta mañana, en esta columna vuelta chicharrón!
Dinero
Enrique Galván Ochoa
Enrique Galván Ochoa
En marzo de 2007 la PGR hizo un descubrimiento insólito en una residencia de Lomas de Chapultepec: 205 millones de dólares en efectivo. El ciudadano mexicano de origen chino Zhenli Ye Gon acusó a un político panista, que de inmediato se identificó con Javier Lozano Alarcón, de haberlo obligado a guardar ese dinero con la amenaza de “copela o cuello” si se resistía. Presuntamente gran parte pertenecía a la campaña presidencial del PAN. Lozano Alarcón –secretario del Trabajo– advirtió que demandaría a Ye Gon en tribunales de Estados Unidos para limpiar su nombre, hizo un aparatoso viaje a Nueva York pero no abrió ningún litigio. Esta sección bautizó al escándalo como chinogate y quedó en la memoria colectiva como un confuso episodio en el que todavía queda por aclarar el origen del dinero, su destino –supuestamente se repartió entre varias instancias gubernamentales–, la veracidad de la historia del chino y si su encarcelamiento tiene fundamento. Con poco tino el presidente Calderón seleccionó a un personaje con turbios antecedentes, como Lozano Alarcón, para enfrentar a Carlos Slim, cuya declaración sobre el presente y futuro económico estremeció a la opinión pública del país. Argumentó que Slim debería hacer más por ayudar a México durante la crisis, inclusive reducir las tarifas de los servicios que proporcionan sus empresas, con referencia a las telefónicas. Es algo en que podemos estar de acuerdo, sólo que la afirmación en boca de JLA resulta patética: olvidó que en los tiempos en que era priísta fue presidente de la Comisión Federal de Telecomunicaciones, así como oficial mayor y subsecretario de Comunicaciones, cargos en los que tuvo, o compartió, la responsabilidad de resolver el problema telefónico. Les guste o no, Slim es un personaje internacional, accionista de The New York Times, miembro de la junta directiva de Rand Corporation, y la lista de posiciones que ocupa en instituciones y empresas de todo el planeta podría llenar el resto de la página. Si FC decidió confrontarlo, o al menos corregirlo, no es el secretario del Trabajo el funcionario idóneo. Sólo le dieron risa.
La fiebre del oro
Los inversionistas están comprando cantidades récord de oro, tanto en lingotes como en monedas, tratando de escapar del riesgo de mantener su dinero en billetes, acciones de compañías o bonos de gobierno. Es una señal de que está muy lejos de recuperarse la confianza en el sistema financiero global. El mes anterior, US Mint vendió 92 mil onzas de su popular American Eagle, cuatro veces más que en enero de 2008. Desde su lanzamiento en 1986, las American Eagle de oro, platino y plata se han convertido en instrumento de inversión. En México el centenario se cotiza en más de 16 mil pesos. Agréguenle los tres ceros que le quitaron Salinas de Gortari y Aspe y se irán de espaldas.
e@Vox Populi
Asunto: los impuestos
Una pequeña aportación para solucionar en algo la crisis. Esta receta es sencilla y sugerida por muchas personas (no es necesario ser economista del ITAM, egresado de Harvard o compañero de Ernesto Zedillo para pensar en soluciones). Bajar los impuestos y desaparecer los inventados recientemente (IETU e IDE), para así capitalizar a las pequeñas, medianas y grandes empresas y, por consecuencia, incrementar empleo y consumo.
Miguel Luna/ Distrito Federal
R: Es lo que están haciendo en muchos países del mundo para ayudar a sus ciudadanos, pero aquí nuestros políticos se engolosinaron con su presupuesto de 3 millones de millones de pesos. Ya los sienten como suyos.
La fiebre del oro
Los inversionistas están comprando cantidades récord de oro, tanto en lingotes como en monedas, tratando de escapar del riesgo de mantener su dinero en billetes, acciones de compañías o bonos de gobierno. Es una señal de que está muy lejos de recuperarse la confianza en el sistema financiero global. El mes anterior, US Mint vendió 92 mil onzas de su popular American Eagle, cuatro veces más que en enero de 2008. Desde su lanzamiento en 1986, las American Eagle de oro, platino y plata se han convertido en instrumento de inversión. En México el centenario se cotiza en más de 16 mil pesos. Agréguenle los tres ceros que le quitaron Salinas de Gortari y Aspe y se irán de espaldas.
e@Vox Populi
Asunto: los impuestos
Una pequeña aportación para solucionar en algo la crisis. Esta receta es sencilla y sugerida por muchas personas (no es necesario ser economista del ITAM, egresado de Harvard o compañero de Ernesto Zedillo para pensar en soluciones). Bajar los impuestos y desaparecer los inventados recientemente (IETU e IDE), para así capitalizar a las pequeñas, medianas y grandes empresas y, por consecuencia, incrementar empleo y consumo.
Miguel Luna/ Distrito Federal
R: Es lo que están haciendo en muchos países del mundo para ayudar a sus ciudadanos, pero aquí nuestros políticos se engolosinaron con su presupuesto de 3 millones de millones de pesos. Ya los sienten como suyos.
Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
■ Barack Obama y Joe Biden se desmarcan del unilateralismo bushiano
Alfredo Jalife-Rahme
■ Barack Obama y Joe Biden se desmarcan del unilateralismo bushiano
Es probable que la 45 Conferencia de Seguridad, celebrada en Munich (ver Bajo la Lupa, 4/2/09), sea recordada como la ruptura de Barack Obama con el unilateralismo bushiano y el belicismo de los neoconservadores straussianos.
A juicio del rotativo británico The Observer (8/2/09), el discurso del vicepresidente Joe Biden “señaló una ruptura radical con la política exterior de los neoconservadores de la administración de Bush”. Comenta que la “administración de Obama desea limar asperezas con Moscú después de años de desviarse a la hostilidad, ofreciendo tanto posponer el controvertido escudo misilístico del Pentágono en Europa central como trabajar con los rusos sobre el control de armas”.
Sobre el despliegue misilístico en Polonia y la República Checa, Biden afirmó que ninguna decisión sería tomada sin la consulta con Rusia. El vicepresidente expresó también el deseo de negociar con Irán sobre su proyecto nuclear.
Los rotativos vinculados con el Pentágono, como The Washington Times (7/2/09) y Stratfor (9/2/09), llegan hasta desvirtuar los avances (todavía retóricos, desde luego) de Biden, quien declaró la necesidad de cambiar las relaciones con Rusia (“rencender el botón” de las relaciones bilaterales).
Para no dejar dubitaciones, el general James Jones, flamante director del Consejo de Seguridad Nacional (NSC, por su siglas en inglés), esclareció que Estados Unidos estaba dispuesto a congelar el escudo misilístico en conjunción con sus aliados (The Observer, 8/2/09).
Cabe recordar que este escabroso asunto del despliegue misilístico en las puertas de Rusia había fracturado a la Unión Europea, que hubiera pagado las consecuencias de los platos geopolíticos rotos: los grandes (Francia y Alemania) en contra, y los pequeños, aliados indefectibles del unilateralismo bushiano, a favor.
En una frecuencia totalmente distinta, para The Washington Times existe una “similitud remarcable” entre Bush y Obama respecto a Rusia. Entonces, el viceprimer ministro ruso Sergei Ivanov (quizá el tercer personaje en la jerarquía rusa) ha de haber asistido a otra reunión en Munich, a la que calificó de “muy positiva” (RIA Novosti, 8/2/09).
Si alguien estuvo feliz de la nueva postura de Estados Unidos en referencia al despliegue misilístico en Europa central fue precisamente Rusia. ¿A cambio de qué? ¿Los Balcanes para la OTAN y el Cáucaso para Rusia? Existen otros niveles de probables trueques geoestratégicos en el tablero del ajedrez mundial que aflorarán gradualmente: desde Irán hasta Afganistán, temas en los que Rusia se convirtió en un factor nada despreciable y que exige necesariamente el abordaje multipolar (en Estados Unidos le tienen pavor a este adjetivo y prefieren el uso insulso de “multilateral” que pretende conceder prerrogativas metafísicas al otrora liderazgo unipolar estadunidense).
No tiene límites la notoria rusofobia de Stratfor, centro de pensamiento texano muy cercano a los halcones de Israel, quien llega hasta pretender que existe “continuidad” entre las administraciones de Bush y Obama y que solamente cambiaron la “atmósfera” y el tono: “la mayoría de los asistentes a la conferencia de seguridad de Munich buscaban un cambio dramático en la política exterior bajo la administración de Obama. Lo interesante del discurso de Biden fue el poco (¡súper sic!) cambio que hubo en la postura estadunidense y cuánto lo aplaudieron los asistentes y los medios”.
Stratfor pone de relieve la reiteración de Biden de que Estados Unidos no estaba dispuesto a conceder una zona de influencia a Rusia. ¿A poco lo iba a admitir en público? ¿Qué dejarían luego para negociar?
Es interesante que Biden e Ivanov se hayan sentado a dialogar en Munich, pese a las acusaciones de Estados Unidos de que Rusia había presionado a Kirguizia para finiquitar el arrendamiento de la base militar de Manas después de haber conseguido un empréstito y ayuda financiera de Moscú por 2 mil millones de dóalres (Ap, 8/2/09). Ivanov se mostró muy receptivo a la propuesta de Obama para reducir 80 por ciento el potencial nuclear de Estados Unidos y Rusia, a mil ojivas por país (RIA Novosti, 8/2/09), lo cual constituye una excelente perspectiva para quienes abogamos por el abolicionismo atómico.
Xinhua (9/2/09), agencia noticiosa de China (que no fue invitada), destaca la receptividad de Ivanov sobre las “fuertes señales” de Estados Unidos para “mejorar las relaciones con Rusia”.
Según Dmitri Rogozine, representante permanante de Rusia ante la OTAN, el discurso de Biden alentaba esperar una modificación de la conducta estadunidense con sus aliados en el mundo (a quienes Baby Bush solía despreciar). Lo relevante es que, pese a la colisión de Rusia con los intereses conjuntos de Estados Unidos y sus aliados Georgia e Israel en Osetia del Sur y Abjazia en el Cáucaso, Joe Biden y Sergei Ivanov se hayan reunido seis meses más tarde al margen de la reunión de seguridad de Munich.
No pasó desapercibido que uno de los participantes este año también haya sido Ali Larijani, presidente del parlamento iraní y anterior negociador del contencioso nuclear, quien en su disquisición exhortó a la “construcción de puentes” y puso en relieve la “oportunidad dorada de Estados Unidos” (The Christian Science Monitor, 9/2/09), en clara referencia a la disponibilidad negociadora de Irán. Larijani había sido invitado el año pasado a Munich y la delegación estadunidense abandonó la sala al momento de su discurso. Este año fue Larijani quien le devolvió la cortesía a Biden.
Durante la conferencia, Frank-Walter Steinmeier, jefe de la diplomacia alemana, incitó a incorporar a Rusia a la “arquitectura de la seguridad europea” (RIA Novosti, 6/2/09). Pareciera que la canciller alemana (y anfitriona de la conferencia) Angela Merkel y el presidente galo Nicholas Sarkozy (a quien hay que reconocerle que desactivó la crisis caucásica del verano) han adoptado la tesis sobre la “nueva arquitectura de seguridad” del presidente ruso Medvediev que lanzó en su visita a Berlín el pasado junio.
En vísperas de la conferencia, Merkel y Sarkozy habían publicado un artículo conjunto que apareció simultáneamente en Le Monde y en Süddeutsche Zeitung (3/2/09), en el que definen, pese a los avatares, que “Rusia es nuestra vecina y un socio muy importante”. Luego de sopesar la propuesta de Medvediev exhortaron a “tender la mano a Rusia” y al “restablecimiento del diálogo estratégico entre Rusia y Estados Unidos”.
La Conferencia 45 de Munich fue de puentes y cimientos entre Eurasia y el Trasatlántico. Se pudiera decir que los grandes de Europa (Alemania y Francia) sirvieron esta vez de catalizadores entre Estados Unidos y Rusia. Muchas de las políticas bélicas del unilateralismo bushiano pueden desaparecer debido a la insolvencia (para no decir quiebra) financiera de la otrora superpotencia unipolar hoy en acelerada decadencia multidimensional.
A juicio del rotativo británico The Observer (8/2/09), el discurso del vicepresidente Joe Biden “señaló una ruptura radical con la política exterior de los neoconservadores de la administración de Bush”. Comenta que la “administración de Obama desea limar asperezas con Moscú después de años de desviarse a la hostilidad, ofreciendo tanto posponer el controvertido escudo misilístico del Pentágono en Europa central como trabajar con los rusos sobre el control de armas”.
Sobre el despliegue misilístico en Polonia y la República Checa, Biden afirmó que ninguna decisión sería tomada sin la consulta con Rusia. El vicepresidente expresó también el deseo de negociar con Irán sobre su proyecto nuclear.
Los rotativos vinculados con el Pentágono, como The Washington Times (7/2/09) y Stratfor (9/2/09), llegan hasta desvirtuar los avances (todavía retóricos, desde luego) de Biden, quien declaró la necesidad de cambiar las relaciones con Rusia (“rencender el botón” de las relaciones bilaterales).
Para no dejar dubitaciones, el general James Jones, flamante director del Consejo de Seguridad Nacional (NSC, por su siglas en inglés), esclareció que Estados Unidos estaba dispuesto a congelar el escudo misilístico en conjunción con sus aliados (The Observer, 8/2/09).
Cabe recordar que este escabroso asunto del despliegue misilístico en las puertas de Rusia había fracturado a la Unión Europea, que hubiera pagado las consecuencias de los platos geopolíticos rotos: los grandes (Francia y Alemania) en contra, y los pequeños, aliados indefectibles del unilateralismo bushiano, a favor.
En una frecuencia totalmente distinta, para The Washington Times existe una “similitud remarcable” entre Bush y Obama respecto a Rusia. Entonces, el viceprimer ministro ruso Sergei Ivanov (quizá el tercer personaje en la jerarquía rusa) ha de haber asistido a otra reunión en Munich, a la que calificó de “muy positiva” (RIA Novosti, 8/2/09).
Si alguien estuvo feliz de la nueva postura de Estados Unidos en referencia al despliegue misilístico en Europa central fue precisamente Rusia. ¿A cambio de qué? ¿Los Balcanes para la OTAN y el Cáucaso para Rusia? Existen otros niveles de probables trueques geoestratégicos en el tablero del ajedrez mundial que aflorarán gradualmente: desde Irán hasta Afganistán, temas en los que Rusia se convirtió en un factor nada despreciable y que exige necesariamente el abordaje multipolar (en Estados Unidos le tienen pavor a este adjetivo y prefieren el uso insulso de “multilateral” que pretende conceder prerrogativas metafísicas al otrora liderazgo unipolar estadunidense).
No tiene límites la notoria rusofobia de Stratfor, centro de pensamiento texano muy cercano a los halcones de Israel, quien llega hasta pretender que existe “continuidad” entre las administraciones de Bush y Obama y que solamente cambiaron la “atmósfera” y el tono: “la mayoría de los asistentes a la conferencia de seguridad de Munich buscaban un cambio dramático en la política exterior bajo la administración de Obama. Lo interesante del discurso de Biden fue el poco (¡súper sic!) cambio que hubo en la postura estadunidense y cuánto lo aplaudieron los asistentes y los medios”.
Stratfor pone de relieve la reiteración de Biden de que Estados Unidos no estaba dispuesto a conceder una zona de influencia a Rusia. ¿A poco lo iba a admitir en público? ¿Qué dejarían luego para negociar?
Es interesante que Biden e Ivanov se hayan sentado a dialogar en Munich, pese a las acusaciones de Estados Unidos de que Rusia había presionado a Kirguizia para finiquitar el arrendamiento de la base militar de Manas después de haber conseguido un empréstito y ayuda financiera de Moscú por 2 mil millones de dóalres (Ap, 8/2/09). Ivanov se mostró muy receptivo a la propuesta de Obama para reducir 80 por ciento el potencial nuclear de Estados Unidos y Rusia, a mil ojivas por país (RIA Novosti, 8/2/09), lo cual constituye una excelente perspectiva para quienes abogamos por el abolicionismo atómico.
Xinhua (9/2/09), agencia noticiosa de China (que no fue invitada), destaca la receptividad de Ivanov sobre las “fuertes señales” de Estados Unidos para “mejorar las relaciones con Rusia”.
Según Dmitri Rogozine, representante permanante de Rusia ante la OTAN, el discurso de Biden alentaba esperar una modificación de la conducta estadunidense con sus aliados en el mundo (a quienes Baby Bush solía despreciar). Lo relevante es que, pese a la colisión de Rusia con los intereses conjuntos de Estados Unidos y sus aliados Georgia e Israel en Osetia del Sur y Abjazia en el Cáucaso, Joe Biden y Sergei Ivanov se hayan reunido seis meses más tarde al margen de la reunión de seguridad de Munich.
No pasó desapercibido que uno de los participantes este año también haya sido Ali Larijani, presidente del parlamento iraní y anterior negociador del contencioso nuclear, quien en su disquisición exhortó a la “construcción de puentes” y puso en relieve la “oportunidad dorada de Estados Unidos” (The Christian Science Monitor, 9/2/09), en clara referencia a la disponibilidad negociadora de Irán. Larijani había sido invitado el año pasado a Munich y la delegación estadunidense abandonó la sala al momento de su discurso. Este año fue Larijani quien le devolvió la cortesía a Biden.
Durante la conferencia, Frank-Walter Steinmeier, jefe de la diplomacia alemana, incitó a incorporar a Rusia a la “arquitectura de la seguridad europea” (RIA Novosti, 6/2/09). Pareciera que la canciller alemana (y anfitriona de la conferencia) Angela Merkel y el presidente galo Nicholas Sarkozy (a quien hay que reconocerle que desactivó la crisis caucásica del verano) han adoptado la tesis sobre la “nueva arquitectura de seguridad” del presidente ruso Medvediev que lanzó en su visita a Berlín el pasado junio.
En vísperas de la conferencia, Merkel y Sarkozy habían publicado un artículo conjunto que apareció simultáneamente en Le Monde y en Süddeutsche Zeitung (3/2/09), en el que definen, pese a los avatares, que “Rusia es nuestra vecina y un socio muy importante”. Luego de sopesar la propuesta de Medvediev exhortaron a “tender la mano a Rusia” y al “restablecimiento del diálogo estratégico entre Rusia y Estados Unidos”.
La Conferencia 45 de Munich fue de puentes y cimientos entre Eurasia y el Trasatlántico. Se pudiera decir que los grandes de Europa (Alemania y Francia) sirvieron esta vez de catalizadores entre Estados Unidos y Rusia. Muchas de las políticas bélicas del unilateralismo bushiano pueden desaparecer debido a la insolvencia (para no decir quiebra) financiera de la otrora superpotencia unipolar hoy en acelerada decadencia multidimensional.
México SA
Carlos Fernández-Vega
Carlos Fernández-Vega
• mexicosa@infinitum.com.mx
■ Causa Slim escozor en la clase política
■ Gran pérdida de empleos en 2008
■ Causa Slim escozor en la clase política
■ Gran pérdida de empleos en 2008
Partido en mil pedazos quedó el de por sí fracturado gobierno calderonista, tras el certero obús lanzado por un multimillonario, marca Forbes. Enloquecidos están en Los Pinos por su intentona de frenar el “efecto Slim”, y deben haber trabajado horas extra a fin de lograr que el “sistema PAN” (secretarios, legisladores, dirigencia blanquiazul, jilgueros y conexos) aprendiera de memoria lo que en automático debía contestar en caso de ser entrevistados por los “catastrofistas” medios de comunicación en torno a las declaraciones del empresario en el Senado de la República.
A cuanto micrófono se le puso enfrente el secretario del Trabajo, el pianista Javier Lozano Alarcón, uno de los heraldos de Los Pinos, declaró que “lo que no nos podemos permitir es que una crisis económica se convierta en una crisis de confianza”. ¿Qué no se han dado cuenta que ésta reventó antes que la primera? Más severas y destructivas que las declaraciones de Slim son las carencias y los resultados mostradas y ofrecidos por el gobierno calderonista en sus dos años y pico. Mayor efecto entre la ciudadanía tiene el hecho del permanente incumplimiento. Más contundentes que las palabras del multimillonario han sido la pésima estrategia de esperar hasta que todo reventara y poco o nada se pudiera hacer, con tal de mantener el fatuo discurso triunfalista (aquí nos pelan los dientes, porque “tenemos un sólido navío de gran calado y hemos hecho la tarea”) que caracteriza a la administración del michoacano. Peor aún que el mensaje de Slim, pues, el hecho de haber minimizado hasta extremos ridículos el brutal efecto que la nueva crisis tendría en el país, la economía y sobre todo en el de por sí deteriorado nivel de vida de los mexicanos.
No sin razón el heraldo de Los Pinos critica los excesos, el monopolio, los elevados precios que cobra, los cuantiosos haberes acumulados por Slim, pero olvida mencionar que nunca lo hubiera logrado sin la complacencia (léase complicidad) gubernamental (de MMH a Calderón). De hecho, en su paso por las distintas administraciones públicas en las que ha participado, Lozano Alarcón fue oficial mayor y subsecretario de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y presidente de la Comisión Federal de Telecomunicaciones, desde donde bien pudo frenar la ambición y los excesos del multimillonario Forbes. Se supone que era una de sus obligaciones, frenar a todo aquel que quisiera pasarse de listo en el sector. Y ya ven, Slim sólo avanzó y avanzó.
Dice el heraldo que “yo la verdad también quisiera ver una aportación un poco más concreta del hombre más rico del mundo que vive en nuestro país, que no sé cuántos puntos del PIB representa, para que sus aportaciones, sus contribuciones, los derechos del consumidor, la competencia efectiva, los precios de los bienes y servicios que él ofrece, particularmente en el rubro de las telecomunicaciones, pues se viera también reflejado en un beneficio, una aportación para lo que es la sociedad y la comunidad… Slim mencionaba que estamos en el lugar número 60, yo mismo lo dije en el Foro Económico Mundial, en cuanto a competitividad se refiere, pero lo que no nos mencionó es que en disponibilidad de últimas tecnologías estamos en el lugar número 92 o en el lugar número 80 de telefonía celular o en el lugar número 63 en cuanto a usuarios de Internet y no se diga en cuanto a competencia efectiva se refiere”. ¿Qué no lo debió revisar y contener cuando despachaba en la SCT y en la Cofetel?
¿Se asustó Calderón por las declaraciones de Slim, creyendo que entre gitanos no se leen las manos? ¿Se encolerizó porque uno de los suyos lo desnudó en público? Qué bueno, cuando menos escuchó a uno de los muchos “agoreros del desastre” (Lozano dixit) que han criticado el lerdo accionar gubernamental, su discurso fatuo y su mucho ruido con escasas nueces. Y no es la primera vez que lo hace.
Al de las ideas cortas y la lengua larga también le llovió. Allá por marzo de 2004, el multimillonario Forbes dijo que el modelo económico impuesto en el país “ya da muestras de fatiga social; no ha tenido resultados en crecimiento y empleo; existe el riesgo de una vuelta de 180 grados y nos vayamos otra vez al populismo, y en algunos casos a gobiernos autoritarios… el modelo de desarrollo no ha sido benéfico... Es tiempo de cambiar: el país no ha crecido en los últimos 20 años”. El en ese entonces rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, compartió la tesis y advirtió sobre el “riesgo de inestabilidad por el retraso económico”.
También los empresarios aglutinados en la Canacintra exigieron cambios al modelo económico, y sobre el mismo tema se dejaron escuchar las severas quejas de los barones de Monterrey: el presidente del consejo de administración de Vitro, Federico Sada González, subrayaba la urgencia de “revisar los esquemas económicos del país”, de tal suerte que “en lo que resta del sexenio (el de Fox) el país debe reestructurarse en lo interno y en su integración con Estados Unidos y Canadá (porque) al modelo económico de México le urgen cambios... no se está cumpliendo con las expectativas creadas de bienestar en un entorno más justo y equitativo... El bienestar de los más de 103 millones de mexicanos lo exige”.
En mayo de 2003, otro de los barones del dinero habló sobre el tema. Dionisio Garza, presidente del Grupo Alfa, subrayó que el gobierno foxista “es incapaz... No es cierto que el país no crece sólo por la recesión de la economía internacional”, y días después, entró al foro el siempre pío Lorenzo Servitje, presidente del Grupo Industrial Bimbo, uno de los empresarios más ricos, religiosos y “mecenas” de políticos del país, exigiendo “la corrección del modelo económico, porque con el actual no podrá combatirse la pobreza”.
“Nada nuevo” diría el impuesto dirigente nacional panista, Germán Martínez; escenarios “exageradamente catastrofistas”, según el ídem líder de la bancada blanquiazul en el Senado, pero lo cierto es que la lectura de Slim es mucho más realista. Si tiene o no calidad moral para reclamar es otra cosa, pero su visión está mucho más apegada a las circunstancias que el fatuo discurso calderonista y la enclenque “defensa” que de memoria se aprendieron los heraldos de Los Pinos.
Las rebanadas del pastel
Que no quieren una “crisis de confianza”, dicen los heraldos del “Presidente del empleo”. No la querrán, pero han hecho hasta lo impensable para reventarla a plenitud: 541 mil empleos formales cancelados en tan sólo tres meses no es precisamente un bombón para los mexicanos. Si se mantiene el ritmo reportado en enero, la “defunción” de plazas laborales en el país podría superar el millón y medio en 2009, prácticamente el doble que en 1995, año de la crisis económica más severa (hasta entonces). De hecho, con la “pérdida” de puestos de trabajo registrada de noviembre de 2008 a enero de 2009, el número de trabajadores asegurados en el IMSS reculó al nivel observado a mediados de 2007, es decir se canceló el empleo generado en año y medio.
A cuanto micrófono se le puso enfrente el secretario del Trabajo, el pianista Javier Lozano Alarcón, uno de los heraldos de Los Pinos, declaró que “lo que no nos podemos permitir es que una crisis económica se convierta en una crisis de confianza”. ¿Qué no se han dado cuenta que ésta reventó antes que la primera? Más severas y destructivas que las declaraciones de Slim son las carencias y los resultados mostradas y ofrecidos por el gobierno calderonista en sus dos años y pico. Mayor efecto entre la ciudadanía tiene el hecho del permanente incumplimiento. Más contundentes que las palabras del multimillonario han sido la pésima estrategia de esperar hasta que todo reventara y poco o nada se pudiera hacer, con tal de mantener el fatuo discurso triunfalista (aquí nos pelan los dientes, porque “tenemos un sólido navío de gran calado y hemos hecho la tarea”) que caracteriza a la administración del michoacano. Peor aún que el mensaje de Slim, pues, el hecho de haber minimizado hasta extremos ridículos el brutal efecto que la nueva crisis tendría en el país, la economía y sobre todo en el de por sí deteriorado nivel de vida de los mexicanos.
No sin razón el heraldo de Los Pinos critica los excesos, el monopolio, los elevados precios que cobra, los cuantiosos haberes acumulados por Slim, pero olvida mencionar que nunca lo hubiera logrado sin la complacencia (léase complicidad) gubernamental (de MMH a Calderón). De hecho, en su paso por las distintas administraciones públicas en las que ha participado, Lozano Alarcón fue oficial mayor y subsecretario de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y presidente de la Comisión Federal de Telecomunicaciones, desde donde bien pudo frenar la ambición y los excesos del multimillonario Forbes. Se supone que era una de sus obligaciones, frenar a todo aquel que quisiera pasarse de listo en el sector. Y ya ven, Slim sólo avanzó y avanzó.
Dice el heraldo que “yo la verdad también quisiera ver una aportación un poco más concreta del hombre más rico del mundo que vive en nuestro país, que no sé cuántos puntos del PIB representa, para que sus aportaciones, sus contribuciones, los derechos del consumidor, la competencia efectiva, los precios de los bienes y servicios que él ofrece, particularmente en el rubro de las telecomunicaciones, pues se viera también reflejado en un beneficio, una aportación para lo que es la sociedad y la comunidad… Slim mencionaba que estamos en el lugar número 60, yo mismo lo dije en el Foro Económico Mundial, en cuanto a competitividad se refiere, pero lo que no nos mencionó es que en disponibilidad de últimas tecnologías estamos en el lugar número 92 o en el lugar número 80 de telefonía celular o en el lugar número 63 en cuanto a usuarios de Internet y no se diga en cuanto a competencia efectiva se refiere”. ¿Qué no lo debió revisar y contener cuando despachaba en la SCT y en la Cofetel?
¿Se asustó Calderón por las declaraciones de Slim, creyendo que entre gitanos no se leen las manos? ¿Se encolerizó porque uno de los suyos lo desnudó en público? Qué bueno, cuando menos escuchó a uno de los muchos “agoreros del desastre” (Lozano dixit) que han criticado el lerdo accionar gubernamental, su discurso fatuo y su mucho ruido con escasas nueces. Y no es la primera vez que lo hace.
Al de las ideas cortas y la lengua larga también le llovió. Allá por marzo de 2004, el multimillonario Forbes dijo que el modelo económico impuesto en el país “ya da muestras de fatiga social; no ha tenido resultados en crecimiento y empleo; existe el riesgo de una vuelta de 180 grados y nos vayamos otra vez al populismo, y en algunos casos a gobiernos autoritarios… el modelo de desarrollo no ha sido benéfico... Es tiempo de cambiar: el país no ha crecido en los últimos 20 años”. El en ese entonces rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, compartió la tesis y advirtió sobre el “riesgo de inestabilidad por el retraso económico”.
También los empresarios aglutinados en la Canacintra exigieron cambios al modelo económico, y sobre el mismo tema se dejaron escuchar las severas quejas de los barones de Monterrey: el presidente del consejo de administración de Vitro, Federico Sada González, subrayaba la urgencia de “revisar los esquemas económicos del país”, de tal suerte que “en lo que resta del sexenio (el de Fox) el país debe reestructurarse en lo interno y en su integración con Estados Unidos y Canadá (porque) al modelo económico de México le urgen cambios... no se está cumpliendo con las expectativas creadas de bienestar en un entorno más justo y equitativo... El bienestar de los más de 103 millones de mexicanos lo exige”.
En mayo de 2003, otro de los barones del dinero habló sobre el tema. Dionisio Garza, presidente del Grupo Alfa, subrayó que el gobierno foxista “es incapaz... No es cierto que el país no crece sólo por la recesión de la economía internacional”, y días después, entró al foro el siempre pío Lorenzo Servitje, presidente del Grupo Industrial Bimbo, uno de los empresarios más ricos, religiosos y “mecenas” de políticos del país, exigiendo “la corrección del modelo económico, porque con el actual no podrá combatirse la pobreza”.
“Nada nuevo” diría el impuesto dirigente nacional panista, Germán Martínez; escenarios “exageradamente catastrofistas”, según el ídem líder de la bancada blanquiazul en el Senado, pero lo cierto es que la lectura de Slim es mucho más realista. Si tiene o no calidad moral para reclamar es otra cosa, pero su visión está mucho más apegada a las circunstancias que el fatuo discurso calderonista y la enclenque “defensa” que de memoria se aprendieron los heraldos de Los Pinos.
Las rebanadas del pastel
Que no quieren una “crisis de confianza”, dicen los heraldos del “Presidente del empleo”. No la querrán, pero han hecho hasta lo impensable para reventarla a plenitud: 541 mil empleos formales cancelados en tan sólo tres meses no es precisamente un bombón para los mexicanos. Si se mantiene el ritmo reportado en enero, la “defunción” de plazas laborales en el país podría superar el millón y medio en 2009, prácticamente el doble que en 1995, año de la crisis económica más severa (hasta entonces). De hecho, con la “pérdida” de puestos de trabajo registrada de noviembre de 2008 a enero de 2009, el número de trabajadores asegurados en el IMSS reculó al nivel observado a mediados de 2007, es decir se canceló el empleo generado en año y medio.
Luis Linares Zapata
Perdón y democracia
Las ofensas contra los mexicanos cometidas por sus elites, en especial la política, son incontables y de gran calado. Las llevadas a cabo por sus empresarios, clérigos o policías no son de menor estirpe, pero no se tocan ahora por falta de espacio. En ninguna de ellas, el responsable ha asumido su culpabilidad y, menos, aún, solicitado el necesario perdón. Trátese de una matanza colectiva (acaso genocidio) como la efectuada en la Plaza de las Tres Culturas (68) o de un atropello a la vida democrática del país, como sucedió en 1988 y 2006 al trampearse groseramente la elección presidencial.
Ninguno de los mandatarios en turno (del 64 a la fecha), que abusaron de su poder incurrieron en ilícitos rampantes o desviaron, por intereses espurios, los asuntos públicos, han salido ante la ciudadanía para reconocer sus culpas, omisiones o fracasos.
Todos, sin excepción, han adoptado actitudes que van, de la arrogante soberbia del individuo que se siente intocable, (como Gustavo Díaz Ordaz cuando se hizo cargo de toda la faena criminal sin externar remordimiento alguno) hasta el disfraz financiero (defensa de los cuentahabientes del sistema bancario) tal como hizo Ernesto Zedillo con motivo de la quiebra de 1994. Al contrario, este personaje, ahora empleado de trasnacionales, se vanagloria del saqueo ejercido contra los bienes del pueblo.
Cuarenta y cinco años de muestra (1964 a 2009) y la constante que brota desde las cúspides políticas es la misma: una serie de justificaciones y evasivas que intentan distorsionar el papel jugado por los actores bajo cuestión. El motivo es salir de los abusos o, peor aún, de los lances criminales, lo mejor librados en sus reputaciones y fama. Poco importa que en el imaginario colectivo vaya quedando el sedimento de verdad que contrariará, con el paso del inexorable tiempo, lo que se pretendió ocultar. La constante que hace posible el oscurantismo en tales actitudes de las elites apunta hacia un sistema profundamente autoritario (o antidemocrático). El complemento le deviene de una intricada red de complicidades que amasa al quehacer público y penetra hasta el mismo orden privado. La permisividad, entonces, toma carta de naturalidad entre la sociedad y sus dirigentes. Se corroe así el tejido que debería unirlos en una sana relación y accionar de mutuos beneficios.
Pocos son los grupos e individuos de la sociedad nacional que reclaman, que exigen explicaciones, que acuden ante las debidas instancias de justicia para motivar el factible juicio popular o forzar el posible castigo concomitante ante los delitos o errores cometidos por sus gobernantes.
Muy contadas son, también, las instituciones del Estado que pueden atravesarse en el camino del poder así incautado. Es por eso que ninguno de los mandatarios mexicanos ha sido llevado a juicio. Ninguno de ellos ha tenido la necesidad de responder ante tribunal alguno o renunciar a su cargo por los atropellos en que incurrió.
Salvo el caso de Luis Echeverría, cuya participación delictiva en los crímenes de 68 y 71 ha sido perseguida por muchos de los afectados (con respaldo de amplios sectores de la izquierda), todos los demás, por desgracia para la madurez democrática, no han olido, ni siquiera de lejos, los humores y sentires de algún juzgado o simple comité de la verdad.
Hay una estrecha conexión entre el mea culpa de los tomadores de decisión por sus errores, omisiones o delitos y la vida democrática de un país. Más todavía se podría solidificar en el caso de que los infractores sean llevados ante las pertinentes instancias de justicia para que reciban el merecido castigo. El ejemplo, como en otros muchos menesteres, empieza por lo alto de la pirámide social y se va escurriendo hacia los estamentos de base. De esta derivada manera se sedimenta la certeza de que la ley toca, con igual rigor, a todos. La impunidad, por el contrario, es contundente medida negativa, el escollo o fracaso de la democracia.
Es comprensible que cualquier mandatario que haya incurrido en actos contrarios al bienestar o la salud pública de la ciudadanía se resista a reconocer sus pecados contra los que son o fueron sus gobernados. La arrogancia del poder se les atraviesa en el camino. El orgullo mal entendido, la vanidad que ciega, la densidad de las complicidades a proteger, el tinglado de intereses que se pueden afectar o la simple ligereza y tontería (como en el caso de Fox) también juegan su papel represor de la transparencia y la rendición de cuentas.
Pero aquel que antepone el deseo constructor de ciudadanías orgullosas de serlo a sus personales motivaciones, puede alcanzar etapas superiores de aprecio en la memoria colectiva o, al menos, agradecimiento por la sinceridad, por la verdad pelona aunque sea dolorosa. Poco ayudan en tal proceso las confesiones adornadas de los ejercicios literarios o memorias endulzadas, en las confidencias a trasmano, tal como hace De la Madrid cuando describe su participación delictiva en ocultar las cifras electorales, negarse a entregar el poder a la izquierda (arguyendo responsabilidad) o afirmar la orden de abrir fuego contra los mexicanos que quisieran tomar Palacio.
Son, los aquí descritos, tristes episodios de la vida nacional y una condicionante a la vida democrática de la que no escapa el presente que muchos sufren.
Perdón y democracia
Las ofensas contra los mexicanos cometidas por sus elites, en especial la política, son incontables y de gran calado. Las llevadas a cabo por sus empresarios, clérigos o policías no son de menor estirpe, pero no se tocan ahora por falta de espacio. En ninguna de ellas, el responsable ha asumido su culpabilidad y, menos, aún, solicitado el necesario perdón. Trátese de una matanza colectiva (acaso genocidio) como la efectuada en la Plaza de las Tres Culturas (68) o de un atropello a la vida democrática del país, como sucedió en 1988 y 2006 al trampearse groseramente la elección presidencial.
Ninguno de los mandatarios en turno (del 64 a la fecha), que abusaron de su poder incurrieron en ilícitos rampantes o desviaron, por intereses espurios, los asuntos públicos, han salido ante la ciudadanía para reconocer sus culpas, omisiones o fracasos.
Todos, sin excepción, han adoptado actitudes que van, de la arrogante soberbia del individuo que se siente intocable, (como Gustavo Díaz Ordaz cuando se hizo cargo de toda la faena criminal sin externar remordimiento alguno) hasta el disfraz financiero (defensa de los cuentahabientes del sistema bancario) tal como hizo Ernesto Zedillo con motivo de la quiebra de 1994. Al contrario, este personaje, ahora empleado de trasnacionales, se vanagloria del saqueo ejercido contra los bienes del pueblo.
Cuarenta y cinco años de muestra (1964 a 2009) y la constante que brota desde las cúspides políticas es la misma: una serie de justificaciones y evasivas que intentan distorsionar el papel jugado por los actores bajo cuestión. El motivo es salir de los abusos o, peor aún, de los lances criminales, lo mejor librados en sus reputaciones y fama. Poco importa que en el imaginario colectivo vaya quedando el sedimento de verdad que contrariará, con el paso del inexorable tiempo, lo que se pretendió ocultar. La constante que hace posible el oscurantismo en tales actitudes de las elites apunta hacia un sistema profundamente autoritario (o antidemocrático). El complemento le deviene de una intricada red de complicidades que amasa al quehacer público y penetra hasta el mismo orden privado. La permisividad, entonces, toma carta de naturalidad entre la sociedad y sus dirigentes. Se corroe así el tejido que debería unirlos en una sana relación y accionar de mutuos beneficios.
Pocos son los grupos e individuos de la sociedad nacional que reclaman, que exigen explicaciones, que acuden ante las debidas instancias de justicia para motivar el factible juicio popular o forzar el posible castigo concomitante ante los delitos o errores cometidos por sus gobernantes.
Muy contadas son, también, las instituciones del Estado que pueden atravesarse en el camino del poder así incautado. Es por eso que ninguno de los mandatarios mexicanos ha sido llevado a juicio. Ninguno de ellos ha tenido la necesidad de responder ante tribunal alguno o renunciar a su cargo por los atropellos en que incurrió.
Salvo el caso de Luis Echeverría, cuya participación delictiva en los crímenes de 68 y 71 ha sido perseguida por muchos de los afectados (con respaldo de amplios sectores de la izquierda), todos los demás, por desgracia para la madurez democrática, no han olido, ni siquiera de lejos, los humores y sentires de algún juzgado o simple comité de la verdad.
Hay una estrecha conexión entre el mea culpa de los tomadores de decisión por sus errores, omisiones o delitos y la vida democrática de un país. Más todavía se podría solidificar en el caso de que los infractores sean llevados ante las pertinentes instancias de justicia para que reciban el merecido castigo. El ejemplo, como en otros muchos menesteres, empieza por lo alto de la pirámide social y se va escurriendo hacia los estamentos de base. De esta derivada manera se sedimenta la certeza de que la ley toca, con igual rigor, a todos. La impunidad, por el contrario, es contundente medida negativa, el escollo o fracaso de la democracia.
Es comprensible que cualquier mandatario que haya incurrido en actos contrarios al bienestar o la salud pública de la ciudadanía se resista a reconocer sus pecados contra los que son o fueron sus gobernados. La arrogancia del poder se les atraviesa en el camino. El orgullo mal entendido, la vanidad que ciega, la densidad de las complicidades a proteger, el tinglado de intereses que se pueden afectar o la simple ligereza y tontería (como en el caso de Fox) también juegan su papel represor de la transparencia y la rendición de cuentas.
Pero aquel que antepone el deseo constructor de ciudadanías orgullosas de serlo a sus personales motivaciones, puede alcanzar etapas superiores de aprecio en la memoria colectiva o, al menos, agradecimiento por la sinceridad, por la verdad pelona aunque sea dolorosa. Poco ayudan en tal proceso las confesiones adornadas de los ejercicios literarios o memorias endulzadas, en las confidencias a trasmano, tal como hace De la Madrid cuando describe su participación delictiva en ocultar las cifras electorales, negarse a entregar el poder a la izquierda (arguyendo responsabilidad) o afirmar la orden de abrir fuego contra los mexicanos que quisieran tomar Palacio.
Son, los aquí descritos, tristes episodios de la vida nacional y una condicionante a la vida democrática de la que no escapa el presente que muchos sufren.
Carlos Martínez García
Marcial Maciel: simulador y fariseo
Desde adentro se reconfirmó la hipocresía del fundador de los Legionarios de Cristo. Sus férreos encubridores y defensores ya no pueden argüir conspiraciones externas, lideradas por enemigos de la religión católica, y movidos, como suelen decir, por “motivaciones inconfesables”.
El asunto ya es bien conocido, gracias a que Jim Fair, vocero de los Legionarios en Estados Unidos, deslizara que en la vida de Marcial Maciel hubo “algunos aspectos que no eran apropiados para un sacerdote católico”. Entre esas impropiedades ahora se contabiliza que mantuvo relaciones sexuales con al menos una mujer y juntos procrearon una hija. Otras fuentes dicen que es hijo. Como la explosiva información estaba a punto de salir por canales lejanos al control de los superiores de la orden religiosa, el sucesor de Maciel, el sacerdote Álvaro Corcuera, emprendió un sigiloso tour para informar a directivos de las principales instituciones ligadas a los Legionarios en Estados Unidos sobre los aspectos incómodos en la conducta del fundador.
Marcial Maciel Degollado exigía a otros cumplir lo que él transgredía reiteradamente en su larga carrera de clérigo, ya que fue ordenado al sacerdocio católico en noviembre de 1944 y murió en enero de 2008. Cuando hace más de una década un grupo de quienes en su niñez y adolescencia, en los años 50 del siglo pasado, formaron parte de los Legionarios denunciaron haber sido abusados sexualmente por Maciel, los apologistas de quien llamaban Mon père atacaron verbalmente a los denunciantes e hicieron escarnio de ellos. Para los escuderos de Marcial Maciel las acusaciones eran resultado de mentes enfermas, movidas por el afán de empañar la prístina imagen de un hombre bueno y que prefería guardar silencio ante los perversos embates de unos desquiciados.
Entonces, en 1997, cuando hicieron públicas las vejaciones sexuales de que fueron objeto –José Barba Martín, Arturo Jurado y Juan José Vaca, entre otros–, inefables personajes como los cardenales Norberto Rivera Carrera y Juan Sandoval Íñiguez, así como el obispo Onésimo Cepeda no vacilaron en reclamar a los acusadores. Los tres estuvieron dispuestos a tender sus fastuosos mantos clericales para proteger a Maciel Degollado de quienes, con un bien preparado cúmulo de pruebas, exigían el reconocimiento de las atrocidades perpetradas por el legionario mayor. Ahora los tres conspicuos clérigos guardan conveniente silencio, se niegan rotundamente a decir algo sobre el caso.
Por décadas, Maciel fue un simulador. No se trata, en su caso, de caídas ocasionales en acciones contrarias a la vocación sacerdotal. Muy bien sabía que sus actos de abusos sexuales y adicción a la morfina y algunos de su derivados, así como sostener relaciones que derivaron en el embarazo de, repetimos, al menos una mujer, eran absolutamente contrarios a la disciplina que juró guardar como sacerdote católico. Pero eso sí, lo que él vulneraba reiteradamente exigía que fuese cumplido al pie de la letra por los sacerdotes emanados de los múltiples seminarios de los Legionarios.
La doble vida de Marcial Maciel Degollado puede ser tomada como un ejemplo del hipócrita. Recordemos que el vocablo procede del griego, y originalmente se refería a quienes participaban en actos teatrales, y que deliberadamente representaban personajes muy distintos a quienes ellos eran en la vida cotidiana. La hipocresía es definida por el Diccionario de la Real Academia Española como “fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”.
Como sacerdote católico conoció bien a unos personajes que dedicaron buena parte de su tiempo, conocimientos y energías a hostigar nada menos que al mismo Jesús. Nos referimos a los fariseos, legalistas intérpretes de la ley judía y muy estrictos guardianes de la conducta de los demás.
No deja de llamar la atención que es únicamente en los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) donde aparece el empleo del término hipócrita para señalar la doble cara de autoproclamados impolutos personajes. Lo usa Jesús para describir a los orgullosos fariseos. Por ejemplo, en el pasaje de Lucas 11:37-54, Jesús reclama su orgulloso protagonismo y señala que “abruman a los demás con cargas que apenas se pueden soportar, pero ustedes mismos no levantan ni un dedo para ayudarlos”. En el extenso capítulo 23 del Evangelio de Mateo, lo afirmado por Jesús acerca de los fariseos es demoledor: “¡Guías ciegos! Cuelan el mosquito pero se tragan el camello… ¡Hipócritas!, que son como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos pero por dentro están llenos de huesos muertos y de podredumbre… por fuera dan la impresión de ser justos, pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad”.
Sin duda que de los excesos depredadores de Maciel Degollado él es el principal responsable. Pero que haya podido abusar como lo hizo conlleva un círculo de protección. Y ese círculo incluye a las distintas altas autoridades de la Iglesia católica.
¿Cómo soslayar que el papa Juan Pablo II llamara a Maciel “modelo de la juventud”? ¿Qué decir de la condena light que el Vaticano dispensó al legionario mayor en mayo de 2006, cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe acordara “invitar al padre [Maciel] a una vida reservada de oración y penitencia, renunciando a todo ministerio público?”
Maciel contó con protección para efectuar sus continuas fechorías. Es una simulación que ahora se escandalicen, al menos para consumo publicitario, altos integrantes de los Legionarios que en su momento conocieron de cerca las debilidades del personaje.
Marcial Maciel: simulador y fariseo
Desde adentro se reconfirmó la hipocresía del fundador de los Legionarios de Cristo. Sus férreos encubridores y defensores ya no pueden argüir conspiraciones externas, lideradas por enemigos de la religión católica, y movidos, como suelen decir, por “motivaciones inconfesables”.
El asunto ya es bien conocido, gracias a que Jim Fair, vocero de los Legionarios en Estados Unidos, deslizara que en la vida de Marcial Maciel hubo “algunos aspectos que no eran apropiados para un sacerdote católico”. Entre esas impropiedades ahora se contabiliza que mantuvo relaciones sexuales con al menos una mujer y juntos procrearon una hija. Otras fuentes dicen que es hijo. Como la explosiva información estaba a punto de salir por canales lejanos al control de los superiores de la orden religiosa, el sucesor de Maciel, el sacerdote Álvaro Corcuera, emprendió un sigiloso tour para informar a directivos de las principales instituciones ligadas a los Legionarios en Estados Unidos sobre los aspectos incómodos en la conducta del fundador.
Marcial Maciel Degollado exigía a otros cumplir lo que él transgredía reiteradamente en su larga carrera de clérigo, ya que fue ordenado al sacerdocio católico en noviembre de 1944 y murió en enero de 2008. Cuando hace más de una década un grupo de quienes en su niñez y adolescencia, en los años 50 del siglo pasado, formaron parte de los Legionarios denunciaron haber sido abusados sexualmente por Maciel, los apologistas de quien llamaban Mon père atacaron verbalmente a los denunciantes e hicieron escarnio de ellos. Para los escuderos de Marcial Maciel las acusaciones eran resultado de mentes enfermas, movidas por el afán de empañar la prístina imagen de un hombre bueno y que prefería guardar silencio ante los perversos embates de unos desquiciados.
Entonces, en 1997, cuando hicieron públicas las vejaciones sexuales de que fueron objeto –José Barba Martín, Arturo Jurado y Juan José Vaca, entre otros–, inefables personajes como los cardenales Norberto Rivera Carrera y Juan Sandoval Íñiguez, así como el obispo Onésimo Cepeda no vacilaron en reclamar a los acusadores. Los tres estuvieron dispuestos a tender sus fastuosos mantos clericales para proteger a Maciel Degollado de quienes, con un bien preparado cúmulo de pruebas, exigían el reconocimiento de las atrocidades perpetradas por el legionario mayor. Ahora los tres conspicuos clérigos guardan conveniente silencio, se niegan rotundamente a decir algo sobre el caso.
Por décadas, Maciel fue un simulador. No se trata, en su caso, de caídas ocasionales en acciones contrarias a la vocación sacerdotal. Muy bien sabía que sus actos de abusos sexuales y adicción a la morfina y algunos de su derivados, así como sostener relaciones que derivaron en el embarazo de, repetimos, al menos una mujer, eran absolutamente contrarios a la disciplina que juró guardar como sacerdote católico. Pero eso sí, lo que él vulneraba reiteradamente exigía que fuese cumplido al pie de la letra por los sacerdotes emanados de los múltiples seminarios de los Legionarios.
La doble vida de Marcial Maciel Degollado puede ser tomada como un ejemplo del hipócrita. Recordemos que el vocablo procede del griego, y originalmente se refería a quienes participaban en actos teatrales, y que deliberadamente representaban personajes muy distintos a quienes ellos eran en la vida cotidiana. La hipocresía es definida por el Diccionario de la Real Academia Española como “fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”.
Como sacerdote católico conoció bien a unos personajes que dedicaron buena parte de su tiempo, conocimientos y energías a hostigar nada menos que al mismo Jesús. Nos referimos a los fariseos, legalistas intérpretes de la ley judía y muy estrictos guardianes de la conducta de los demás.
No deja de llamar la atención que es únicamente en los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) donde aparece el empleo del término hipócrita para señalar la doble cara de autoproclamados impolutos personajes. Lo usa Jesús para describir a los orgullosos fariseos. Por ejemplo, en el pasaje de Lucas 11:37-54, Jesús reclama su orgulloso protagonismo y señala que “abruman a los demás con cargas que apenas se pueden soportar, pero ustedes mismos no levantan ni un dedo para ayudarlos”. En el extenso capítulo 23 del Evangelio de Mateo, lo afirmado por Jesús acerca de los fariseos es demoledor: “¡Guías ciegos! Cuelan el mosquito pero se tragan el camello… ¡Hipócritas!, que son como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos pero por dentro están llenos de huesos muertos y de podredumbre… por fuera dan la impresión de ser justos, pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad”.
Sin duda que de los excesos depredadores de Maciel Degollado él es el principal responsable. Pero que haya podido abusar como lo hizo conlleva un círculo de protección. Y ese círculo incluye a las distintas altas autoridades de la Iglesia católica.
¿Cómo soslayar que el papa Juan Pablo II llamara a Maciel “modelo de la juventud”? ¿Qué decir de la condena light que el Vaticano dispensó al legionario mayor en mayo de 2006, cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe acordara “invitar al padre [Maciel] a una vida reservada de oración y penitencia, renunciando a todo ministerio público?”
Maciel contó con protección para efectuar sus continuas fechorías. Es una simulación que ahora se escandalicen, al menos para consumo publicitario, altos integrantes de los Legionarios que en su momento conocieron de cerca las debilidades del personaje.
Arnoldo Kraus
El Vaticano y Williamson
Al referirse a las decimonónicas y siniestras actitudes del primer ministro italiano Silvio Berlusconi, con respecto al tristemente célebre caso de Eluana Englaro, el eurodiputado Marco Cappato comentó que el gobierno está dirigido “por una banda de lefebvrianos de la política”. Englaro, quien murió el lunes, llevaba 17 años en estado vegetativo, y tanto ella, como sus padres, siguen siendo víctimas de los despropósitos de Berlusconi. Los lefebvrianos son un movimiento que nació en 1970 bajo la tutela del padre Marcel Lefebvre.
Entre otras atribuciones, la corriente de Lefebvre nació por oposición al Concilio Vaticano II, cuya apertura acercó a la Iglesia a los movimientos laicos y sociales, así como a musulmanes y judíos. En un hecho con tristes precedentes Benedicto XVI decidió perdonar a Richard Williamson, uno de los cuatro religiosos responsables del cisma lefebvriano que intentó oponerse a las ideas fraternas del Concilio Vaticano II. La saga es compleja y digna de una novela negra, cuyo tema central son los posibles vínculos entre bandas de políticos italianos lefebvrianos, con el intento de rehabilitar a personeros lefebvrianos tan siniestros como Williamson, a cuya investidura religiosa debe agregarse su espíritu neonazi.
La manifiesta sinceridad de Williamson contrasta con la miopía del Vaticano. El 21 de enero Ratzinger levantó la excomunión del prelado lefebvriano. Dos días antes, Williamson había negado el Holocausto y la existencia de las cámaras de gas. La temporalidad de los hechos no es un error, es una intención. Poco valen las disculpas que ahora ofrece el servicio de prensa del Vaticano ante las evidencias televisivas y periodísticas que exponen el ideario de Williamson, y de nada valen los argumentos que intentan corregir la actitud del Vaticano, sobre todo si se tiene en cuenta la connivencia entre la Iglesia y la Alemania nazi.
Aunque sería útil pensar que Benedicto XVI erró sin dolo, las evidencias lo impiden. Por eso la enardecida respuesta de la canciller alemana Angela Merkel; por lo mismo es timorata y cuestionable la exigencia de Ratzniger al solicitar a su camarada una rectificación. Tras el deceso de Eluana, la polémica suscitada por el Vaticano al rehabilitar al obispo negacionista persistirá.
“Es poco creíble que el Vaticano –y mucho menos el Papa– ignorase las ideas antisemitas del obispo Richard Williamson… Cuando era el cardenal responsable de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el papa Ratzinger estudió y despachó el caso Lefebvre ante su predecesor, el polaco Juan Pablo II, quien finalmente excomulgó en 1988 al fundador de la hermandad San Pío X, el arzobispo Marcel Lefebvre, por consagrar obispos sin permiso de Roma”, afirma Juan G. Bedoya en “A quién puede sorprender” (El País, 5/2/09). La afirmación previa es demoledora. Es poco creíble que el Vaticano no haya escuchado los comentarios de Williamson, ya que los argumentos mostrados por la televisión sueca son tan contundentes como la solicitud del mismo de no publicitar lo dicho, ya que podría ser encarcelado en Alemania por sostener sus posturas negacionistas.
Al revocar la excomunión de Williamson, indirectamente –¿o directamente?–, Ratzinger avaló las ideas de su colega. “Creo que murieron entre 200 mil y 300 mil judíos en los campos de concentración nazis, pero ninguno en cámaras de gas”, “pruebas históricas contradicen que se gaseara a los judíos deliberadamente” y “el gas sería peligroso para los que sacaban cadáveres”, son algunas ideas de Williamson.
El resto de la Biblia lefebvriana arremete contra cualquier apertura de la Iglesia: todo lo que sea distinto –gays, uso de condones, despenalizar el aborto, etcétera– debe ser condenado y prohibido. A pesar de las evidencias, viejas y recientes, el Vaticano decidió despenalizar al obispo Williamson.
Excomulgar no es un acto gratuito. Es una decisión que debe pensarse varias veces, sobre todo, si se trata de miembros de grupos que propiciaron cismas y rupturas como es el caso del Club Lefebvre. En este tipo de bretes las disculpas atemporales del Vaticano son vacuas. No en balde algunos periódicos alemanes han hablado de “estupidez política” para referirse a la decisión papal mientras que otras han sido más agresivas al referirse a Benedicto XVI bajo el titular: El obnubilado.
A los lefebvrianos políticos y religiosos no los une la serendipia. Los une su ideario y la sinrazón. Es fácil entender el terrible desprecio de Berlusconi hacia el dolor de los padres de Eluana. Así es ese señor, así es su insanidad, así deben de ser algunos de sus compromisos y muchas de sus deudas con los religiosos. En cambio, es imposible entender la conducta del Vaticano: Williamson es grotescamente obvio y explícito. Quizás la Santa Sede no se atreva a decirlo, pero es probable que el leitmotiv del perdón sea su deseo, al igual que el de Berlusconi, de reivindicar las causas lefebvrianas.
El Vaticano y Williamson
Al referirse a las decimonónicas y siniestras actitudes del primer ministro italiano Silvio Berlusconi, con respecto al tristemente célebre caso de Eluana Englaro, el eurodiputado Marco Cappato comentó que el gobierno está dirigido “por una banda de lefebvrianos de la política”. Englaro, quien murió el lunes, llevaba 17 años en estado vegetativo, y tanto ella, como sus padres, siguen siendo víctimas de los despropósitos de Berlusconi. Los lefebvrianos son un movimiento que nació en 1970 bajo la tutela del padre Marcel Lefebvre.
Entre otras atribuciones, la corriente de Lefebvre nació por oposición al Concilio Vaticano II, cuya apertura acercó a la Iglesia a los movimientos laicos y sociales, así como a musulmanes y judíos. En un hecho con tristes precedentes Benedicto XVI decidió perdonar a Richard Williamson, uno de los cuatro religiosos responsables del cisma lefebvriano que intentó oponerse a las ideas fraternas del Concilio Vaticano II. La saga es compleja y digna de una novela negra, cuyo tema central son los posibles vínculos entre bandas de políticos italianos lefebvrianos, con el intento de rehabilitar a personeros lefebvrianos tan siniestros como Williamson, a cuya investidura religiosa debe agregarse su espíritu neonazi.
La manifiesta sinceridad de Williamson contrasta con la miopía del Vaticano. El 21 de enero Ratzinger levantó la excomunión del prelado lefebvriano. Dos días antes, Williamson había negado el Holocausto y la existencia de las cámaras de gas. La temporalidad de los hechos no es un error, es una intención. Poco valen las disculpas que ahora ofrece el servicio de prensa del Vaticano ante las evidencias televisivas y periodísticas que exponen el ideario de Williamson, y de nada valen los argumentos que intentan corregir la actitud del Vaticano, sobre todo si se tiene en cuenta la connivencia entre la Iglesia y la Alemania nazi.
Aunque sería útil pensar que Benedicto XVI erró sin dolo, las evidencias lo impiden. Por eso la enardecida respuesta de la canciller alemana Angela Merkel; por lo mismo es timorata y cuestionable la exigencia de Ratzniger al solicitar a su camarada una rectificación. Tras el deceso de Eluana, la polémica suscitada por el Vaticano al rehabilitar al obispo negacionista persistirá.
“Es poco creíble que el Vaticano –y mucho menos el Papa– ignorase las ideas antisemitas del obispo Richard Williamson… Cuando era el cardenal responsable de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el papa Ratzinger estudió y despachó el caso Lefebvre ante su predecesor, el polaco Juan Pablo II, quien finalmente excomulgó en 1988 al fundador de la hermandad San Pío X, el arzobispo Marcel Lefebvre, por consagrar obispos sin permiso de Roma”, afirma Juan G. Bedoya en “A quién puede sorprender” (El País, 5/2/09). La afirmación previa es demoledora. Es poco creíble que el Vaticano no haya escuchado los comentarios de Williamson, ya que los argumentos mostrados por la televisión sueca son tan contundentes como la solicitud del mismo de no publicitar lo dicho, ya que podría ser encarcelado en Alemania por sostener sus posturas negacionistas.
Al revocar la excomunión de Williamson, indirectamente –¿o directamente?–, Ratzinger avaló las ideas de su colega. “Creo que murieron entre 200 mil y 300 mil judíos en los campos de concentración nazis, pero ninguno en cámaras de gas”, “pruebas históricas contradicen que se gaseara a los judíos deliberadamente” y “el gas sería peligroso para los que sacaban cadáveres”, son algunas ideas de Williamson.
El resto de la Biblia lefebvriana arremete contra cualquier apertura de la Iglesia: todo lo que sea distinto –gays, uso de condones, despenalizar el aborto, etcétera– debe ser condenado y prohibido. A pesar de las evidencias, viejas y recientes, el Vaticano decidió despenalizar al obispo Williamson.
Excomulgar no es un acto gratuito. Es una decisión que debe pensarse varias veces, sobre todo, si se trata de miembros de grupos que propiciaron cismas y rupturas como es el caso del Club Lefebvre. En este tipo de bretes las disculpas atemporales del Vaticano son vacuas. No en balde algunos periódicos alemanes han hablado de “estupidez política” para referirse a la decisión papal mientras que otras han sido más agresivas al referirse a Benedicto XVI bajo el titular: El obnubilado.
A los lefebvrianos políticos y religiosos no los une la serendipia. Los une su ideario y la sinrazón. Es fácil entender el terrible desprecio de Berlusconi hacia el dolor de los padres de Eluana. Así es ese señor, así es su insanidad, así deben de ser algunos de sus compromisos y muchas de sus deudas con los religiosos. En cambio, es imposible entender la conducta del Vaticano: Williamson es grotescamente obvio y explícito. Quizás la Santa Sede no se atreva a decirlo, pero es probable que el leitmotiv del perdón sea su deseo, al igual que el de Berlusconi, de reivindicar las causas lefebvrianas.
Alfonso Zárate
Usos del poder
La salud de un presidente
Escucha al autor
Desde el más alto nivel le han exigido mesura a Vicente Fox, pero no se calla, acaso porque no puede callarse
¿Y si las conocidas “ocurrencias” de Fox —sus disparates, salidas de tono, impertinencias— fueran, en realidad, síntomas de un desarreglo mental y quien ocupó la Presidencia durante el periodo 2000-2006 hubiera estado casi todo el tiempo al borde de una crisis?
Desde el primer día de su gobierno, al rendir protesta como presidente de la República, Vicente Fox exhibió un comportamiento impropio, por decir lo menos: saludó a sus hijos antes de cumplir con el protocolo oficial que lo obligaba a dirigirse primero al Congreso de la Unión y modificó el texto de la protesta constitucional. Antes, durante la campaña, gustaba de repetir expresiones vulgares hacia sus adversarios (“la vestida”, llamó a Francisco Labastida, candidato del PRI; “rajoncito y coyón”, al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas).
Poco antes de tomar posesión explicó a la revista Líderes Mexicanos la razón de su vestimenta: “Me gustaba mucho la vida Marlboro, quizá por eso siempre traigo botas y pantalón vaquero”. Como presidente viajó por el mundo haciendo el ridículo: en Salamanca citó a un tal José Luis Borgues; en Madrid anunció el debut, en una cena de Estado, de las botas de charol; en Seúl se ofreció como intermediario para resolver el problema entre las dos Coreas… Aunque, tal vez, la frase emblemática de su desapego a la realidad es “¿Y yo por qué?”, en relación con la acción violenta e ilegal de TV Azteca contra Canal 40.
Los saldos de la administración Fox son lastimosos en muchos sentidos: dilapidó buena parte de los 40 mil millones de dólares que México recibió por sobreprecios del petróleo; nadó de a muertito en la lucha contra el crimen organizado… Pero, quizá, lo que mostró muchas veces no expresaba sólo frivolidad o ignorancia, sino la presencia de un trastorno siquiátrico: una personalidad “limítrofe”, border line como la llaman los especialistas.
A más de dos años después de haber concluido su mandato, Fox sigue haciendo de las suyas y cada vez que abre la boca se mete en líos y provoca daños colaterales. Desde el más alto nivel le han exigido mesura, pero no se calla, acaso porque no puede callarse.
La más reciente “perla” la pronunció en una reunión con alcaldes panistas: los convocó a hacer activismo político aunque esto significara dejar “encargadas sus oficinas, tal como yo lo hice durante los seis años de mi gobierno”. ¿Ingenuidad, estupidez o cinismo? No habría sido la primera vez; como gobernador de Guanajuato dejó a su secretario de Gobierno, Ramón Martín Huerta, conducir al gobierno mientras él se dedicaba a hacer lo que le gusta: payasadas que caían bien a mucha gente harta de la solemnidad, la corrupción y la ineficacia de la clase política priísta.
Si —a confesión de parte, relevo de prueba— Fox “encargó” el despacho durante seis años, ¿quién gobernó? Por una parte, la inercia: las burocracias siguen rutinas; el gabinete apareció desordenado; algunos decían, para justificar el desbarajuste, que dejar la nave al garete mostraba un estilo democrático. Pero en política los espacios vacíos se ocupan. En la residencia oficial hubo, al menos, dos personajes que suplantaron al jefe del Ejecutivo: Marta Sahagún (la otra parte de “la pareja presidencial”) y Ramón Muñoz, su “sicólogo” de cabecera.
Ramón Muñoz, cabeza semioculta de El Yunque, se despachó con la cuchara grande: infiltró la administración con miembros de esa cofradía y vetó a quienes no resultaban confiables o sumisos. Sin embargo, no fue sino hasta que se conoció el expediente de la Sacra Rota Romana que dictaminó la anulación de su matrimonio con Lilian de la Concha cuando se conocieron los resultados de pruebas sicológicas y siquiátricas practicadas al entonces presidente: “Grave trastorno de personalidad”.
Son enormes las atribuciones que la Constitución y la costumbre depositan en el titular del Poder Ejecutivo, de allí que sus acciones u omisiones pueden generar enormes daños; por ello, la salud del presidente no es sólo un tema de interés público, es un asunto de seguridad nacional.
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Desde el más alto nivel le han exigido mesura a Vicente Fox, pero no se calla, acaso porque no puede callarse
¿Y si las conocidas “ocurrencias” de Fox —sus disparates, salidas de tono, impertinencias— fueran, en realidad, síntomas de un desarreglo mental y quien ocupó la Presidencia durante el periodo 2000-2006 hubiera estado casi todo el tiempo al borde de una crisis?
Desde el primer día de su gobierno, al rendir protesta como presidente de la República, Vicente Fox exhibió un comportamiento impropio, por decir lo menos: saludó a sus hijos antes de cumplir con el protocolo oficial que lo obligaba a dirigirse primero al Congreso de la Unión y modificó el texto de la protesta constitucional. Antes, durante la campaña, gustaba de repetir expresiones vulgares hacia sus adversarios (“la vestida”, llamó a Francisco Labastida, candidato del PRI; “rajoncito y coyón”, al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas).
Poco antes de tomar posesión explicó a la revista Líderes Mexicanos la razón de su vestimenta: “Me gustaba mucho la vida Marlboro, quizá por eso siempre traigo botas y pantalón vaquero”. Como presidente viajó por el mundo haciendo el ridículo: en Salamanca citó a un tal José Luis Borgues; en Madrid anunció el debut, en una cena de Estado, de las botas de charol; en Seúl se ofreció como intermediario para resolver el problema entre las dos Coreas… Aunque, tal vez, la frase emblemática de su desapego a la realidad es “¿Y yo por qué?”, en relación con la acción violenta e ilegal de TV Azteca contra Canal 40.
Los saldos de la administración Fox son lastimosos en muchos sentidos: dilapidó buena parte de los 40 mil millones de dólares que México recibió por sobreprecios del petróleo; nadó de a muertito en la lucha contra el crimen organizado… Pero, quizá, lo que mostró muchas veces no expresaba sólo frivolidad o ignorancia, sino la presencia de un trastorno siquiátrico: una personalidad “limítrofe”, border line como la llaman los especialistas.
A más de dos años después de haber concluido su mandato, Fox sigue haciendo de las suyas y cada vez que abre la boca se mete en líos y provoca daños colaterales. Desde el más alto nivel le han exigido mesura, pero no se calla, acaso porque no puede callarse.
La más reciente “perla” la pronunció en una reunión con alcaldes panistas: los convocó a hacer activismo político aunque esto significara dejar “encargadas sus oficinas, tal como yo lo hice durante los seis años de mi gobierno”. ¿Ingenuidad, estupidez o cinismo? No habría sido la primera vez; como gobernador de Guanajuato dejó a su secretario de Gobierno, Ramón Martín Huerta, conducir al gobierno mientras él se dedicaba a hacer lo que le gusta: payasadas que caían bien a mucha gente harta de la solemnidad, la corrupción y la ineficacia de la clase política priísta.
Si —a confesión de parte, relevo de prueba— Fox “encargó” el despacho durante seis años, ¿quién gobernó? Por una parte, la inercia: las burocracias siguen rutinas; el gabinete apareció desordenado; algunos decían, para justificar el desbarajuste, que dejar la nave al garete mostraba un estilo democrático. Pero en política los espacios vacíos se ocupan. En la residencia oficial hubo, al menos, dos personajes que suplantaron al jefe del Ejecutivo: Marta Sahagún (la otra parte de “la pareja presidencial”) y Ramón Muñoz, su “sicólogo” de cabecera.
Ramón Muñoz, cabeza semioculta de El Yunque, se despachó con la cuchara grande: infiltró la administración con miembros de esa cofradía y vetó a quienes no resultaban confiables o sumisos. Sin embargo, no fue sino hasta que se conoció el expediente de la Sacra Rota Romana que dictaminó la anulación de su matrimonio con Lilian de la Concha cuando se conocieron los resultados de pruebas sicológicas y siquiátricas practicadas al entonces presidente: “Grave trastorno de personalidad”.
Son enormes las atribuciones que la Constitución y la costumbre depositan en el titular del Poder Ejecutivo, de allí que sus acciones u omisiones pueden generar enormes daños; por ello, la salud del presidente no es sólo un tema de interés público, es un asunto de seguridad nacional.
Editorial La Jornada
La SCJN ante Atenco: trascendencia de un fallo
Durante el segundo día de discusiones en torno a los atropellos cometidos por elementos de la fuerza pública en San Salvador Atenco en mayo de 2006, los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) manifestaron posturas encontradas en torno a la responsabilidad de las autoridades políticas y de los mandos policiales en esos sucesos: por un lado, el ministro Genaro Góngora señaló que los operativos policiacos realizados en la localidad mexiquense obedecieron a una venganza, una acción premeditada de las autoridades federales y estatales, que constituyeron actos de represión con los que se pretendió “imponer una pena ejemplificativa, dejar un mensaje claro para todos aquellos que retan a la autoridad”; en contraste, Sergio Valls y Mariano Azuela, si bien admitieron que hubo violaciones a las garantías individuales –como establece el dictamen elaborado por el magistrado José de Jesús Gudiño–, justificaron el uso de la fuerza durante los desalojos; por su parte, Salvador Aguirre Anguiano negó que se haya demostrado la existencia de un plan para atentar contra los atenquenses, e incluso señaló que, lejos de afectar la forma de vida de la comunidad, la represión gubernamental dejó “muy contentos (a) los ciudadanos de Atenco”, pues “les ha permitido vivir con mayor tranquilidad”. Significativamente, el propio Aguirre Anguiano había manifestado, el pasado lunes, su animadversión hacia este tipo de investigaciones y discusiones, por considerarlas “tóxicas” para la institución a la que pertenece.
La división en el seno del máximo tribunal es preocupante por cuanto pudiera prefigurar un fallo judicial que, lejos de contribuir al esclarecimiento cabal del caso Atenco y de poner fin a la impunidad que ha prevalecido en todo este tiempo, cancelaría la posibilidad de investigar a los posibles responsables políticos e intelectuales de los atropellos policiales ocurridos hace casi tres años.
En ese sentido, declaraciones como las de los ministros Valls, Azuela y Aguirre parecieran obedecer a un empeño por eximir de toda pesquisa a personajes que, como el gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, y el procurador general de la República, Eduardo Medina Mora –dos connotados integrantes de la alianza política de facto que gobierna el país–, detentaban, en mayo de 2006, posiciones de poder en las que cabe presumir alguna responsabilidad por los hechos y quienes, por esa sencilla razón, y así fuera para limpiar sus respectivas trayectorias, deben ser investigados.
Una absolución a priori de estos y otros funcionarios (como Wilfrido Robledo y Abel Villicaña, ex titulares de la Agencia de Seguridad Pública y de la Procuraduría de Justicia mexiquenses, respectivamente) significaría una claudicación inaceptable del estado de derecho y una alarmante demostración de incapacidad de las instituciones del Estado para corregir por sí mismas los excesos autoritarios. Dicha perspectiva implicaría, por añadidura, un golpe catastrófico a la de por sí menguada credibilidad del sistema judicial en su conjunto, y de la SCJN en particular; el prestigio de esa instancia, cabe recordarlo, está afectado por el vergonzoso fallo de finales de noviembre de 2007, cuando los ministros Ortiz Mayagoitia, Valls, Aguirre Anguiano, Azuela, Sánchez Cordero y Luna Ramos desecharon, en votación mayoritaria, los elementos que probaban la participación del gobernador poblano, Mario Marín, en una conjura para violar los derechos humanos de la informadora Lydia Cacho, y de esa forma dieron protección de segunda instancia a la trama de pederastia y explotación de menores que había sido denunciada por la periodista y que le valió una persecución injustificada por parte de Marín y de sus amigos.
Si la SCJN persiste, en esta ocasión, en la vía del encubrimiento a miembros prominentes del grupo en el poder, se ratificará, a ojos de la opinión pública, su condición de instancia gestora de complicidades y de intercambios de favores entre gobernadores priístas y funcionarios panistas y, por añadidura, pondrá en entredicho la vigencia del principio de separación de poderes.
Es necesario, en suma, que los ministros del principal órgano judicial del país entiendan la magnitud y la importancia de su decisión de cara a la majestad de las instituciones y que, en consecuencia, no se dejen influenciar ni presionar por los intereses políticos; no hay estado de derecho cuando posibles responsables de abusos graves son exonerados de cualquier averiguación, en razón de su encumbramiento en el poder público, por instancias cuya obligación es hacer valer la ley.
La SCJN ante Atenco: trascendencia de un fallo
Durante el segundo día de discusiones en torno a los atropellos cometidos por elementos de la fuerza pública en San Salvador Atenco en mayo de 2006, los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) manifestaron posturas encontradas en torno a la responsabilidad de las autoridades políticas y de los mandos policiales en esos sucesos: por un lado, el ministro Genaro Góngora señaló que los operativos policiacos realizados en la localidad mexiquense obedecieron a una venganza, una acción premeditada de las autoridades federales y estatales, que constituyeron actos de represión con los que se pretendió “imponer una pena ejemplificativa, dejar un mensaje claro para todos aquellos que retan a la autoridad”; en contraste, Sergio Valls y Mariano Azuela, si bien admitieron que hubo violaciones a las garantías individuales –como establece el dictamen elaborado por el magistrado José de Jesús Gudiño–, justificaron el uso de la fuerza durante los desalojos; por su parte, Salvador Aguirre Anguiano negó que se haya demostrado la existencia de un plan para atentar contra los atenquenses, e incluso señaló que, lejos de afectar la forma de vida de la comunidad, la represión gubernamental dejó “muy contentos (a) los ciudadanos de Atenco”, pues “les ha permitido vivir con mayor tranquilidad”. Significativamente, el propio Aguirre Anguiano había manifestado, el pasado lunes, su animadversión hacia este tipo de investigaciones y discusiones, por considerarlas “tóxicas” para la institución a la que pertenece.
La división en el seno del máximo tribunal es preocupante por cuanto pudiera prefigurar un fallo judicial que, lejos de contribuir al esclarecimiento cabal del caso Atenco y de poner fin a la impunidad que ha prevalecido en todo este tiempo, cancelaría la posibilidad de investigar a los posibles responsables políticos e intelectuales de los atropellos policiales ocurridos hace casi tres años.
En ese sentido, declaraciones como las de los ministros Valls, Azuela y Aguirre parecieran obedecer a un empeño por eximir de toda pesquisa a personajes que, como el gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, y el procurador general de la República, Eduardo Medina Mora –dos connotados integrantes de la alianza política de facto que gobierna el país–, detentaban, en mayo de 2006, posiciones de poder en las que cabe presumir alguna responsabilidad por los hechos y quienes, por esa sencilla razón, y así fuera para limpiar sus respectivas trayectorias, deben ser investigados.
Una absolución a priori de estos y otros funcionarios (como Wilfrido Robledo y Abel Villicaña, ex titulares de la Agencia de Seguridad Pública y de la Procuraduría de Justicia mexiquenses, respectivamente) significaría una claudicación inaceptable del estado de derecho y una alarmante demostración de incapacidad de las instituciones del Estado para corregir por sí mismas los excesos autoritarios. Dicha perspectiva implicaría, por añadidura, un golpe catastrófico a la de por sí menguada credibilidad del sistema judicial en su conjunto, y de la SCJN en particular; el prestigio de esa instancia, cabe recordarlo, está afectado por el vergonzoso fallo de finales de noviembre de 2007, cuando los ministros Ortiz Mayagoitia, Valls, Aguirre Anguiano, Azuela, Sánchez Cordero y Luna Ramos desecharon, en votación mayoritaria, los elementos que probaban la participación del gobernador poblano, Mario Marín, en una conjura para violar los derechos humanos de la informadora Lydia Cacho, y de esa forma dieron protección de segunda instancia a la trama de pederastia y explotación de menores que había sido denunciada por la periodista y que le valió una persecución injustificada por parte de Marín y de sus amigos.
Si la SCJN persiste, en esta ocasión, en la vía del encubrimiento a miembros prominentes del grupo en el poder, se ratificará, a ojos de la opinión pública, su condición de instancia gestora de complicidades y de intercambios de favores entre gobernadores priístas y funcionarios panistas y, por añadidura, pondrá en entredicho la vigencia del principio de separación de poderes.
Es necesario, en suma, que los ministros del principal órgano judicial del país entiendan la magnitud y la importancia de su decisión de cara a la majestad de las instituciones y que, en consecuencia, no se dejen influenciar ni presionar por los intereses políticos; no hay estado de derecho cuando posibles responsables de abusos graves son exonerados de cualquier averiguación, en razón de su encumbramiento en el poder público, por instancias cuya obligación es hacer valer la ley.
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