Espacio Civil | Emilio Alvarez Icaza
Miedos, medios y medidas
Por la vía del ataque a las y los periodistas, nuestra democracia está en grave riesgo, pues sin libertad de expresión ésta simplemente no se da. Las señales de alarma llevan ya varios años activadas y no pasa nada, bueno, lamentablemente sí pasa, las agresiones y el nivel de violencia en contra de la libertad de expresión van en dramático ascenso. México es, desde hace tiempo, el segundo país más peligroso para el ejercicio del periodismo, ¡sólo superado por Irak! ¿Cómo llegamos a un contexto en el que los periodistas son moneda de cambio para la delincuencia?
Los comunicadores se enfrentan a un escenario en el que se actualizan las dos hipótesis de violación a los derechos humanos, es decir, por la acción y la omisión del Estado. Esta última toma cada vez tintes más graves. La PGR y su Fiscalía especializada han mostrado una incapacidad alarmante, lo que en gran medida explica lo que hoy vivimos. El mensaje permanente es que en este país se ejerce el periodismo bajo propio riesgo y cuenta. Ante los ataques a los periodistas, la impunidad es la norma, no hay culpables.
El Centro Nacional de Comunicación Social (Cencos) ha trabajado este tema como pocas entidades, públicas o civiles, en nuestro país, y hace años viene informando sistemáticamente lo que sucede y la debilidad, casi nulidad, de la respuesta del Estado mexicano a este desafío. Cencos reportó recientemente que “desde el año 2000, al menos 57 periodistas han muerto y 10 permanecen desaparecidos. Sólo de 2009 a lo que va de 2010 se contabilizan, al menos, 17 asesinados y dos desapariciones”. Destaca que la mayoría de las víctimas daban cobertura a temas relacionados con el narcotráfico y la corrupción política y que se trata de muertes y desapariciones de periodistas de ámbito local.
Ante esto ¿qué medidas tomar? Retomo algunas propuestas de Cencos: la radical transformación del desempeño de la PGR y su fiscalía especializada; la federalización de los delitos contra la prensa, aún atorada en la Cámara de Diputados, y atención a las recomendaciones de organismos internacionales. También las empresas y directivos de los medios de comunicación pueden contribuir a la protección de los periodistas, entre otras formas, garantizando las condiciones laborales adecuadas para su desempeño profesional.
Los periodistas tienen sus propias tareas, como desarrollar criterios comunes para dar cobertura a los temas de violencia, narcotráfico y corrupción política, así como códigos para la protección de medios y colegas agredidos. A la sociedad toda, nos queda transformar la indignación en acción, tomar medidas eficaces para que no se pierdan los medios al servicio de la democracia.
Los comunicadores se enfrentan a un escenario en el que se actualizan las dos hipótesis de violación a los derechos humanos, es decir, por la acción y la omisión del Estado. Esta última toma cada vez tintes más graves. La PGR y su Fiscalía especializada han mostrado una incapacidad alarmante, lo que en gran medida explica lo que hoy vivimos. El mensaje permanente es que en este país se ejerce el periodismo bajo propio riesgo y cuenta. Ante los ataques a los periodistas, la impunidad es la norma, no hay culpables.
El Centro Nacional de Comunicación Social (Cencos) ha trabajado este tema como pocas entidades, públicas o civiles, en nuestro país, y hace años viene informando sistemáticamente lo que sucede y la debilidad, casi nulidad, de la respuesta del Estado mexicano a este desafío. Cencos reportó recientemente que “desde el año 2000, al menos 57 periodistas han muerto y 10 permanecen desaparecidos. Sólo de 2009 a lo que va de 2010 se contabilizan, al menos, 17 asesinados y dos desapariciones”. Destaca que la mayoría de las víctimas daban cobertura a temas relacionados con el narcotráfico y la corrupción política y que se trata de muertes y desapariciones de periodistas de ámbito local.
Ante esto ¿qué medidas tomar? Retomo algunas propuestas de Cencos: la radical transformación del desempeño de la PGR y su fiscalía especializada; la federalización de los delitos contra la prensa, aún atorada en la Cámara de Diputados, y atención a las recomendaciones de organismos internacionales. También las empresas y directivos de los medios de comunicación pueden contribuir a la protección de los periodistas, entre otras formas, garantizando las condiciones laborales adecuadas para su desempeño profesional.
Los periodistas tienen sus propias tareas, como desarrollar criterios comunes para dar cobertura a los temas de violencia, narcotráfico y corrupción política, así como códigos para la protección de medios y colegas agredidos. A la sociedad toda, nos queda transformar la indignación en acción, tomar medidas eficaces para que no se pierdan los medios al servicio de la democracia.
Vitral | Javier Solórzano
Los cuatro de Durango
Hace unos meses, el ex presidente de Colombia, César Gaviria expresó que en amplios sectores de la sociedad no se estaba tomando con seriedad al narco. Puso como ejemplo a los periodistas y a las clases altas del país. El ejemplo de Colombia, dijo, es exactamente “lo que no deben hacer y lo que deben hacer”. Gaviria se refería a cómo en su país pasaron de la pasividad a la acción concertada como mecanismo de sobrevivencia.
En una sociedad dividida, los periodistas no son la excepción, más bien confirmamos la regla. En muchos casos se ha partido de que los trabajadores de los medios secuestrados o asesinados por el narco, “seguro no eran inocentes”. El secuestro de “los cuatro de Durango”, muestra una nueva fase. Si de por sí ya se habían dado casos en los que la delincuencia organizada tomaba como rehenes periodistas, en el mejor de los casos, ahora han entrado en otro terreno igual de delicado, el de querer imponer líneas informativas.
No parece que se haya tomado aún conciencia de lo que pasó. Se secuestró a 4 periodistas para pedir como rescate la difusión de información. Independientemente de que la SSP haya puesto en escena una conferencia de prensa evitable, lo cierto es que los periodistas se vieron tocados como pocas veces. No darle la debida importancia a lo ocurrido es un error y es más delicado cuando, desde el propio gremio, se menosprecia lo sucedido. Igual pasó hace días, cuando se señaló a Pepe Cárdenas por tener información sobre el secuestro de el Jefe Diego; quien lo hace lo mueve la envidia o la sinrazón.
Son pocos a estas alturas los espacios de la sociedad que no han sido tocados por el narco. La única forma de enfrentarlo es con un cambio de estrategia del gobierno. Viene bien la propuesta del Presidente sobre discutir la legalización de las drogas, y construir una nueva actitud de periodistas y los dueños de los medios. La solidaridad del gremio no es otra cosa que el respeto a nuestra profesión y, a estas alturas, un acto de sobrevivencia.
Debemos atender la experiencia de los colombianos. Sin haber erradicado al narco (no hay manera), han logrado atajarlo. Debieron tomar medidas drásticas en donde los medios jugaron, sin perder su independencia y capacidad de maniobra, un papel clave. Después de lo de Durango, algo es definitivo: los periodistas debemos unirnos, y si no lo entendemos, lo que viene puede ser una escalada interminable. Hay que atender lo que pasa, pero también construir lo que queremos; hay que pensar cómo queremos el futuro. Es absurdo seguir sólo en la impugnación y el reclamo como forma de vida.
¡OUUUUCHCHCH! “Tenía que pasar algo así para que se den cuenta de lo que vivimos en muchos estados desde hace varios años. Se meten hasta la redacción y hasta nos dicen cómo quieren la primera plana”. Voz del viejo y muy querido maestro y periodista de Saltillo.
En una sociedad dividida, los periodistas no son la excepción, más bien confirmamos la regla. En muchos casos se ha partido de que los trabajadores de los medios secuestrados o asesinados por el narco, “seguro no eran inocentes”. El secuestro de “los cuatro de Durango”, muestra una nueva fase. Si de por sí ya se habían dado casos en los que la delincuencia organizada tomaba como rehenes periodistas, en el mejor de los casos, ahora han entrado en otro terreno igual de delicado, el de querer imponer líneas informativas.
No parece que se haya tomado aún conciencia de lo que pasó. Se secuestró a 4 periodistas para pedir como rescate la difusión de información. Independientemente de que la SSP haya puesto en escena una conferencia de prensa evitable, lo cierto es que los periodistas se vieron tocados como pocas veces. No darle la debida importancia a lo ocurrido es un error y es más delicado cuando, desde el propio gremio, se menosprecia lo sucedido. Igual pasó hace días, cuando se señaló a Pepe Cárdenas por tener información sobre el secuestro de el Jefe Diego; quien lo hace lo mueve la envidia o la sinrazón.
Son pocos a estas alturas los espacios de la sociedad que no han sido tocados por el narco. La única forma de enfrentarlo es con un cambio de estrategia del gobierno. Viene bien la propuesta del Presidente sobre discutir la legalización de las drogas, y construir una nueva actitud de periodistas y los dueños de los medios. La solidaridad del gremio no es otra cosa que el respeto a nuestra profesión y, a estas alturas, un acto de sobrevivencia.
Debemos atender la experiencia de los colombianos. Sin haber erradicado al narco (no hay manera), han logrado atajarlo. Debieron tomar medidas drásticas en donde los medios jugaron, sin perder su independencia y capacidad de maniobra, un papel clave. Después de lo de Durango, algo es definitivo: los periodistas debemos unirnos, y si no lo entendemos, lo que viene puede ser una escalada interminable. Hay que atender lo que pasa, pero también construir lo que queremos; hay que pensar cómo queremos el futuro. Es absurdo seguir sólo en la impugnación y el reclamo como forma de vida.
¡OUUUUCHCHCH! “Tenía que pasar algo así para que se den cuenta de lo que vivimos en muchos estados desde hace varios años. Se meten hasta la redacción y hasta nos dicen cómo quieren la primera plana”. Voz del viejo y muy querido maestro y periodista de Saltillo.
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