7/26/2011

La autocrítica en la izquierda


José Antonio Crespo

Al explicar lo que pasó en el Estado de México, el PRD, en general, y los obradoristas, en particular, recurren a lo que a todas luces fueron prácticas añejas de compra de votos, uso intensivo de dinero en publicidad y parcialidad del árbitro. Dicen que, más allá de la distancia entre primero y segundo lugar, lo que importa es si la elección fue legal o no, pues una elección no puede ser válida si hubo alguna ilegalidad, por pequeña que haya sido.

No han entendido la democracia electoral, pues en tal caso todas las elecciones desde las Cortes de Cádiz debieron anularse, pues en todas se ha violado la legalidad en alguna medida. Pero no oímos que el PRD quisiera anular la elección de Oaxaca, por ejemplo, donde también hubo ilegalidades. Y es que ahí ganó el candidato de izquierda. Cuando uno gana, hay democracia y transparencia; cuando no, no. Hay que ver también cómo son los comicios donde el PRD es gobierno; ¿de verdad son impolutos y no hay clientelismo o compra de votos, o acarreo, o parcialidad de las autoridades? La hipocresía ha permeado a todos los partidos.
Desde luego, no se trata de ser complacientes con las irregularidades, el despilfarro y la falta de autonomía de los árbitros electorales.

Por el contrario, varios analistas hemos hecho propuestas concretas para mejorar las condiciones de equidad, transparencia, certeza e imparcialidad, que por cierto los partidos (incluidos el PRD y sus aliados) suelen desoír. Pero afirmar que el resultado no importa para descalificar una elección es no haber comprendido en absoluto la democracia electoral. Justo por eso, explican los especialistas electorales en países democráticos, la pregunta central para validar un proceso no es si hubo irregularidades (pues casi de seguro la respuesta será que sí), sino si éstas fueron determinantes en el resultado, en cuyo caso debiera anularse el resultado (a menos que sea posible depurar el proceso y hacerlo transparente para imprimir certeza, justo lo que no se quiso hacer en 2006). La ley electoral también lo establece así en casi cualquier democracia; para invalidar una elección no basta con demostrar que hubo un cierto monto de irregularidades, sino si afectan el resultado. Eso fue lo que pesó al anular los comicios de Tabasco y Colima, en 2000 y 2003. En cambio, no se invalidó el triunfo de Fox, de Ebrard o de Gabino Cué, pese a haberse detectado ilícitos (nada pequeños). Pero tales ilícitos estaban lejos de ser determinantes, por eso se validaron esos procesos.

Las faltas administrativas y delitos electorales, en cambio, deberían penalizarse al margen de si son determinantes.
Lo que hace falta a la izquierda es una autocrítica profunda de lo que ha hecho mal, no sólo en el Estado de México, sino en varias elecciones recientes (incluido 2006). Si en lugar de ello denuncia trampas y conjuras por todos lados, no pasará de donde está. Por ejemplo, a los obradoristas les hace falta reconocer que su líder se dirige exclusivamente a sus votantes duros, que su discurso convence sólo a los convencidos, pues es simplista, rudimentario, reiterativo y maniqueo. No conmueve ya al electorado independiente, sin el cual no es posible ganar. López Obrador no cuidó en 2006 a ese electorado, y sigue sin hacerlo. Mientras no se tenga conciencia de ello, se está destinado a permanecer como minoría y alejar la oportunidad real de acceso al poder. Marcelo Ebrard está consciente de ello, al afirmar: “Todas las ciudadanas y ciudadanos que hoy no están en los partidos ni en ninguno otro agrupamiento es lo que debemos buscar” (14/jul/11). Pero para López Obrador no existe la palabra autocrítica; si las cosas salen mal es por culpa de la mafia, jamás por un error suyo. Sencillamente es infalible.

Alejandro Encinas, aunque insiste en que una coalición era impensable en términos de congruencia (muy bien, pero hay que asumir las consecuencias de ello en lugar de culpar a todo lo demás), al menos reconoce que “El PRD debe salir de su pasmo, enarbolar agenda propia y no la de sus grupos y corrientes; cultivar una vida democrática, propiciar su relevo generacional, acabar con la simulación y edificar una cultura transformadora que le dé vocación para construir mayorías, dejando atrás la vida tribal” (19/jul/11). El día que el PRD logre eso podrá ganar comicios pese a las inequidades y sin necesidad de coaligarse con PAN, Panal y ni siquiera con el PT o el “Movimiento Ciudadano” (es decir, el PC). Pero ese día no se ve cercano.


cres5501@hotmail.com
@Josjacres.com

Investigador del CIDE


No hay comentarios.:

Publicar un comentario