Manuel Fuentes
Paso a paso viene un grupo de migrantes desde Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala rumbo a México para denunciar los graves problemas que cotidianamente enfrentan. Parece que nada los detiene, su piel morena es su signo de orgullo pero también motivo de discriminación. Vienen hombres y mujeres para reclamar se les trate como seres humanos y no como objetos de usura y explotación en su recorrido a la frontera estadounidense
El objetivo inmediato del grupo de migrantes es llegar a la ciudad de Tierra Blanca, Veracruz para entrevistarse con el relator de migrantes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y exponer violaciones constantes a sus derechos humanos. Vienen a solicitar a esa instancia internacional los apoye ante la incapacidad de sus gobiernos para protegerlos.
Los migrantes ya están cansados de tanta arbitrariedad. Su marcha la han llamado “Paso a Paso Hacia la Paz” y tienen contemplado ser escuchados por funcionarios gubernamentales, diputados, senadores y organizaciones de derechos humanos. Quieren llegar al zócalo de la ciudad de México para ser vistos y se les escuche por la sociedad entera.
Ser migrante no es fácil, no es la aventura su motivo de serlo; es un acto de amor que los mueve. Es desprenderse de los suyos, es alejarse miles de kilómetros para protegerlos. La meta es lograr, como otros, cruzar la frontera estadounidense y enviar dólares para aliviar un poco la tremenda pobreza de su lugar de origen.
Los migrantes son capaces de arriesgar la vida misma, recorriendo miles de kilómetros, con grandes incertidumbres y sin sabores, pero ya no quieren que ello siga sucediendo. Son incontables los secuestros, desaparecidos, violaciones y explotación sexual, robos y muertes que sufren y poco o nada hacen las autoridades para evitarlo, siendo los menores y mujeres los grupos más vulnerables en estas agresiones.
Han aprendido a organizarse por ellos mismos, a apoyarse únicamente en las organizaciones de derechos humanos y eclesiales que los han guiado y protegido por caminos más seguros. Para advertir a sus compatriotas no aceptar engancharse con los llamados coyotes que les ofrecen pasar por caminos más seguros y luego sufren engaño y abandono.
Los migrantes saben viajar en los techos de los trenes de carga miles y miles de kilómetros, exponiendo su seguridad y eludiendo hasta donde les es posible a quienes les roban y persiguen.
He escuchado decir que los migrantes son los mejores seres humanos en la sociedad, y ello es cierto, son solidarios, talentosos y poseen una entereza a toda prueba; no fácilmente se dan por vencidos a pesar de que generalmente se les cierran opciones en sus largos recorridos. Sus pensamientos y sueños están entremezclados para no detenerse y recuperar fuerza día a día, aunque apenas prueben bocado.
Ellos dicen:
-Está prohibido enfermarse y lamentarse. Sentirás en tus pies, los más fieles aliados, debes cuidarlos de las ampollas que te salen, a veces una sobre otra y que sangran cuando menos lo esperas; aprenderás a curarte a ti mismo y dar consejo a los demás de cómo aguantar más.
-Estarás en los lugares más inhóspitos, llenos de enemigos ocultos que estarán acechándote; pero también conocerás a personas que nunca has visto y que te alertaran en todo momento y te tratarán como un hermano.
Los migrantes tienen que esconderse de la “migra” que los estafa, los engaña y amenaza. Las policías mexicanas, si no se le llega al precio, hacen el trabajo sucio a la migra americana y los regresan con maltrato a sus países de origen.
Pero los migrantes ya no aceptan el doble discurso del gobierno mexicano y de los países centroamericanos que se ha comprometido a protegerlos y no lo hacen. De nada han servido los cambios legales de ya no considerarlos delincuentes, a sus defensores y de quienes procuran su apoyo, si en los hechos es todo lo contrario.
No se nota interés gubernamental ante las acusaciones de secuestros que sufren los migrantes. No se investiga a fondo las agresiones de que son objeto y únicamente reciben como respuesta el silencio o el pretexto como argumento ante la incapacidad e indolencia gubernamental.
Es en la sociedad en quién más confían, en los ciudadanos, en los más humildes, en la gente sencilla que les abre las puertas para protegerlos, no en los políticos de promesas vanas, que en los hechos son cómplices de una política anti migratoria estadounidense que pisotea vilmente los derechos humanos de nuestros compatriotas y migrantes centroamericanos.
Correo: mfuentesmz@yahoo.com.mx
Twitter: @Manuel_FuentesM
Paso a paso viene un grupo de migrantes desde Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala rumbo a México para denunciar los graves problemas que cotidianamente enfrentan. Parece que nada los detiene, su piel morena es su signo de orgullo pero también motivo de discriminación. Vienen hombres y mujeres para reclamar se les trate como seres humanos y no como objetos de usura y explotación en su recorrido a la frontera estadounidense
El objetivo inmediato del grupo de migrantes es llegar a la ciudad de Tierra Blanca, Veracruz para entrevistarse con el relator de migrantes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y exponer violaciones constantes a sus derechos humanos. Vienen a solicitar a esa instancia internacional los apoye ante la incapacidad de sus gobiernos para protegerlos.
Los migrantes ya están cansados de tanta arbitrariedad. Su marcha la han llamado “Paso a Paso Hacia la Paz” y tienen contemplado ser escuchados por funcionarios gubernamentales, diputados, senadores y organizaciones de derechos humanos. Quieren llegar al zócalo de la ciudad de México para ser vistos y se les escuche por la sociedad entera.
Ser migrante no es fácil, no es la aventura su motivo de serlo; es un acto de amor que los mueve. Es desprenderse de los suyos, es alejarse miles de kilómetros para protegerlos. La meta es lograr, como otros, cruzar la frontera estadounidense y enviar dólares para aliviar un poco la tremenda pobreza de su lugar de origen.
Los migrantes son capaces de arriesgar la vida misma, recorriendo miles de kilómetros, con grandes incertidumbres y sin sabores, pero ya no quieren que ello siga sucediendo. Son incontables los secuestros, desaparecidos, violaciones y explotación sexual, robos y muertes que sufren y poco o nada hacen las autoridades para evitarlo, siendo los menores y mujeres los grupos más vulnerables en estas agresiones.
Han aprendido a organizarse por ellos mismos, a apoyarse únicamente en las organizaciones de derechos humanos y eclesiales que los han guiado y protegido por caminos más seguros. Para advertir a sus compatriotas no aceptar engancharse con los llamados coyotes que les ofrecen pasar por caminos más seguros y luego sufren engaño y abandono.
Los migrantes saben viajar en los techos de los trenes de carga miles y miles de kilómetros, exponiendo su seguridad y eludiendo hasta donde les es posible a quienes les roban y persiguen.
He escuchado decir que los migrantes son los mejores seres humanos en la sociedad, y ello es cierto, son solidarios, talentosos y poseen una entereza a toda prueba; no fácilmente se dan por vencidos a pesar de que generalmente se les cierran opciones en sus largos recorridos. Sus pensamientos y sueños están entremezclados para no detenerse y recuperar fuerza día a día, aunque apenas prueben bocado.
Ellos dicen:
-Está prohibido enfermarse y lamentarse. Sentirás en tus pies, los más fieles aliados, debes cuidarlos de las ampollas que te salen, a veces una sobre otra y que sangran cuando menos lo esperas; aprenderás a curarte a ti mismo y dar consejo a los demás de cómo aguantar más.
-Estarás en los lugares más inhóspitos, llenos de enemigos ocultos que estarán acechándote; pero también conocerás a personas que nunca has visto y que te alertaran en todo momento y te tratarán como un hermano.
Los migrantes tienen que esconderse de la “migra” que los estafa, los engaña y amenaza. Las policías mexicanas, si no se le llega al precio, hacen el trabajo sucio a la migra americana y los regresan con maltrato a sus países de origen.
Pero los migrantes ya no aceptan el doble discurso del gobierno mexicano y de los países centroamericanos que se ha comprometido a protegerlos y no lo hacen. De nada han servido los cambios legales de ya no considerarlos delincuentes, a sus defensores y de quienes procuran su apoyo, si en los hechos es todo lo contrario.
No se nota interés gubernamental ante las acusaciones de secuestros que sufren los migrantes. No se investiga a fondo las agresiones de que son objeto y únicamente reciben como respuesta el silencio o el pretexto como argumento ante la incapacidad e indolencia gubernamental.
Es en la sociedad en quién más confían, en los ciudadanos, en los más humildes, en la gente sencilla que les abre las puertas para protegerlos, no en los políticos de promesas vanas, que en los hechos son cómplices de una política anti migratoria estadounidense que pisotea vilmente los derechos humanos de nuestros compatriotas y migrantes centroamericanos.
Correo: mfuentesmz@yahoo.com.mx
Twitter: @Manuel_FuentesM
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