7/18/2011

Stalin y la feminista

Rogelio Villarreal

Alejandra Kollontai.
Alejandra Kollontai. Foto: AFP

Aunque fue acusada por el estalinismo de ser una feminista burguesa al estilo de las occidentales, Alejandra Kollontai (San Petersburgo, 1872) fue una marxista que distinguía claramente entre el feminismo burgués y el proletario, como lo deja ver en libros y artículos como “El día de la mujer”, de 1913: “Para las mujeres burguesas, los derechos políticos son simplemente un medio para conseguir sus objetivos más cómodamente ... en este mundo basado en la explotación de los trabajadores. Para las mujeres obreras, los derechos políticos son un paso en el camino empedrado y difícil que lleva al deseado reino del trabajo” (Marxist Internet Archive: www.marxist.org).

Kollontai fue obligada a exiliarse de Rusia por escribir contra el gobierno autoritario del zar Nicolás II. Hizo campaña en Europa contra la Primera Guerra Mundial, de la que denunciaba su carácter imperialista, hasta que los acontecimientos que desencadenarían la Revolución de Octubre la hicieron regresar. Fue elegida miembro del Comité Central del Partido Comunista y trabajó de cerca con Lenin en la concepción de los sóviets, consejos de trabajadores que, en teoría, serían dirigidos por éstos, respetando invariablemente los principios del “centralismo democrático” del Partido y la voluntad del Sóviet Supremo.

La vieja Rusia campesina se transformó en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la feminista fue nombrada Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública, puesto en el que se empeñó en impulsar leyes que mejorarían la condición de las mujeres, otorgándoles el derecho al voto, salarios iguales por labores similares y liberalizando las relaciones familiares y sexuales, lo que incluía el derecho al aborto y al divorcio, además de protección a las embarazadas y beneficios como compensaciones por maternidad y guarderías; también despenalizó la homosexualidad y abogó por el amor libre. Hasta aquí dejaron llegar a la mujer que había organizado el Primer Congreso de Mujeres Trabajadoras en 1918 —desde el cual promovió la participación de las mujeres en todos los aspectos de la vida pública, sobre todo en la alfabetización— y que cofundó en 1921, con un dirigente metalúrgico, Oposición Obrera, un grupo libertario que pedía la dirección de empresas y fábricas para los sindicatos de trabajadores y la conducción de la economía por un congreso de productores; esto es, el poder al pueblo y no al Estado. Rompió con Lenin, ya muy enfermo y que moriría poco después, en 1924, mientras el rústico José Stalin se adueñaba del poder total en su cargo de secretario general del Comité Central del Partido Comunista. La disolución de Oposición Obrera fue inminente.

Hecha a un lado, Alejandra Kollontai fue nombrada embajadora —la primera en el mundo— en Noruega, Suecia y México (1926-1927), lo que le salvó la vida, pues Stalin no tardaría en inaugurar una larga era de terror con los asesinatos y deportaciones de inocentes y opositores, incluyendo a 70 por ciento de los antiguos dirigentes bolcheviques.

El puritano Stalin dio marcha atrás a varias de las conquistas que había conseguido el trabajo político de Kollontai: derogó medidas a favor de la igualdad, penalizó nuevamente el aborto y la homosexualidad, fortaleció la familia tradicional, condenó la promiscuidad, el adulterio y la prostitución, y en adelante los costosos trámites de divorcio debían ser pagados por los interesados.

Decepcionada, Kollontai murió en Moscú en 1952, poco antes de cumplir 80 años.

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