Editorial La Jornada
a todo el mundo. A renglón seguido, Guevara Manzo señaló que el descenso de 20.5 por ciento en la balanza turística en los primeros cinco meses del año se explica porque los mexicanos viajan más al extranjero, lo que es reflejo de que la economía nacional
está bien.
Sería inadecuado soslayar que las persistentes dificultades económicas en el vecino país del norte tienen impacto negativo en el desarrollo de la actividad turística en México. Aun así, los desplomes en los ingresos de divisas por turismo y en el número de visitantes registrados entre enero y mayo pasados no alcanzan a explicarse por las variables estrictamente económicas, como sostuvo ayer Guevara: de seguir esa lógica sería difícil explicar que el desempeño de ese sector en los primeros cinco meses de este año haya sido incluso peor que el registrado en el mismo periodo de 2009, cuando se presentaron los efectos más duros de la pasada crisis económica y cuando la actividad turística se vio severamente afectada por la epidemia de influenza A/H1N1. De ser cierta la relación inversa establecida por Guevara entre el nivel de desempleo en Estados Unidos y los ingresos por turismo en México, entre 2009 y 2011 habría debido observarse un crecimiento, y no una caída, en la actividad turística en el país, toda vez que en ese periodo la tasa de desempleo de Estados Unidos descendió de 10 a 9.1 por ciento.
La insistencia de la titular de la Secretaría de Turismo en atribuir el deterioro en ese sector a factores exclusivamente económicos pone en relieve una resistencia a admitir que en el descenso señalado gravitan también otros elementos, empezando por el clima de violencia, inseguridad y quebranto del estado de derecho en México. Un dato significativo lo proporciona una encuesta realizada en mayo pasado por la empresa canadiense Apple Vacations a 14 mil estadunidenses, en la que 70 por ciento señaló no haber viajado a México durante 2010 por temor a la inseguridad y a la violencia.
El temor manifestado no es sólo un asunto de percepción, como ha insistido el calderonismo: está sustentado en los saldos de destrucción humana que han dejado en la sociedad mexicana las confrontaciones en curso, y también en las cifras sobre los ciudadanos estadunidenses que han muerto de manera violenta en territorio nacional, las cuales han sido ponderadas por el Departamento de Estado en las alertas de viaje que ha emitido para sus connacionales. El hecho de que la funcionaria federal excluya de sus valoraciones un elemento que ocupa un lugar central en la preocupaciones de los viajeros potenciales a México –y, por supuesto, de sus gobiernos–, por no hablar del desasosiego y la zozobra que ha sembrado en la población mexicana, es señal de un desenfado inaceptable en el ejercicio del gobierno.
Mención aparte merece la declaración de Guevara Manzo de que el desequilibrio en la balanza turística se explica porque los mexicanos viajan más al extranjero y la economía nacional está bien
. Tal afirmación no sólo desprecia los datos recientemente proporcionados por el Inegi, en el sentido de que el ingreso de las familias se ha desplomado en más de 2 por ciento entre 2008 y 2010, sino resulta paradigmática de la indolencia del gobierno federal ante el ensanchamiento de la pobreza que ha tenido lugar en el actual sexenio.
En suma, más allá de las inconsistencias y las verdades a medias, lo preocupante es que los pronunciamientos de la titular de Turismo siguen revelando rasgos inadmisibles del calderonismo: su insensibilidad hacia los fenómenos económicos y sociales que afectan a la población y su tendencia a gobernar de espaldas a la realidad.
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